¿Qué pueden hacer Milei y Caputo?

La dupla Milei-Caputo enfrenta una corrida hacia el dólar que expone la fragilidad del plan liberal-libertario. El ancla fiscal no logra frenarla y la debilidad política del gobierno agrava el cuadro. ¿Es posible un salvavidas del Tesoro de Estados Unidos?

21 de septiembre, 2025 | 00.05

Un ministro de Economía tiene que ser creíble cuando comunica a la población y, de ese modo, tiene que generar confianza en los actores económicos, sociales y políticos. Son dos condiciones básicas para poder desplegar el plan económico. 

Ambos atributos adquieren aún más importancia cuando irrumpe un escenario de incertidumbre acerca de qué puede pasar en la economía, ya sea porque padece un shock externo negativo o se debilita un frente sensible, como el externo por la disponibilidad de divisas. La crisis actual tiene origen en factores internos por un programa económico estructuralmente vulnerable, con una fragilidad acelerada este año por la sucesión de horrores en la gestión monetaria y cambiaria.

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Luis Caputo, el ministro de Economía de Javier Milei, dilapidó la credibilidad y confianza que debe tener el funcionario del área clave de un gobierno. Lo hace con una persistencia notable al postear en la red X comentarios provocadores, agresivos y confusos, y al informar a la población cómo enfrentará la corrida hacia el dólar en un canal de streaming de fanáticos libertarios.

Si el panorama financiero es de por sí muy crítico, la degradación de la figura del ministro de Economía, provocada por el propio Caputo, no colabora en nada para encontrar una red de contención a la crisis.

La sucesión de declaraciones disparatadas, desde “Comprá, campeón” hasta la última “Vamos a vender hasta el último dólar en el techo de la banda”, refleja el nivel de desconexión que tiene sobre lo que está pasando. 

El presidente Javier Milei junto al ministro de Economía, Luis Caputo, y detrás la hermana Karina Milei.

El ancla fiscal no sirve para frenar corridas cambiarias  

La corrida cambiaria que sacude a la economía muestra los límites de un plan basado casi exclusivamente en el ajuste fiscal y en burbujas especulativas como el carry trade. 

Desde hace semanas, el dólar se convirtió en refugio para ahorristas, empresas e inversores que buscan escapar del peso rápidamente. La dupla Milei-Caputo atribuye el desborde a maniobras especulativas o campañas de desinformación. 

Pero la verdadera razón aparece detrás del ruido mediático y de las redes sociales: la corrida cambiaria no es causa, sino consecuencia de la desconfianza en la sostenibilidad del experimento liberal-libertario.

El esquema económico de Milei descansa en un único supuesto. Según su visión, un ajuste fiscal extremo alcanzará para reconstruir la credibilidad ante los mercados y estabilizar la economía. Muestra cifras de superávit primario y financiero, incluso cuando esas cuentas incluyen contabilidad creativa. Pero esta lógica choca con una evidencia reiterada: sin crecimiento económico ni poder político que respalde el programa, la cuestión fiscal pierde relevancia. Ni siquiera los fundamentalistas fiscales confían en el equilibrio de las cuentas públicas cuando el resto del esquema financiero y político es inviable. 

Caputo rifó 1048 millones de dólares en tres días

En este contexto, la pregunta central es qué puede hacer Milei, que es el verdadero ministro de Economía mientras que Caputo actúa de su secretario técnico en materia económica, para frenar la corrida y, además, identificar cuáles son los costos de cada alternativa.

Una de las herramientas clásicas que tiene el Banco Central es vender dólares para contener el tipo de cambio. Este recurso tiene un efecto inmediato, pero solo si la corrida no está completamente lanzada. Es lo que está pasando ahora: Caputo rifó 1048 millones de dólares en tres jornadas y no pudo frenarla.

El riesgo es mayor: las reservas netas están en terreno negativo de 3000 a 6000 millones de dólares. 

En este escenario crítico, desprenderse de los pocos dólares líquidos disponibles del préstamo del FMI no resuelve el problema; lo agrava. Erosiona la capacidad de pago futura de la deuda pública y revive el fantasma del default, con un riesgo país en 1442 puntos.

La historia reciente ofrece un antecedente contundente: en 2018, durante el gobierno de Mauricio Macri, el Banco Central quemó más de 20.000 millones de dólares de reservas en pocas semanas intentando frenar la corrida. No lo logró: el dólar se disparó igual y Macri terminó abrazado en forma desesperada al FMI.

El Banco Central vendió 1048 millones de dólares en tres jornadas sin frenar la corrida.

¿Tiene margen para subir más la tasa de interés?

Otra herramienta clásica es subir la tasa de interés para tentar a los inversores a quedarse en pesos. Hoy, la tasa de referencia es positiva en términos reales y ronda el 60% anual nominal. 

Un aumento adicional podría encarecer aún más el financiamiento en pesos y enfriar la demanda de dólares financieros. Sin embargo, esta estrategia también tiene límites. 

Elevar la tasa incrementa el costo de refinanciar la deuda del Tesoro, que ya enfrenta vencimientos mensuales superiores a los 10 billones de pesos (en este mes) en instrumentos de muy corto plazo en manos privadas. 

Además, profundiza la recesión, porque encarece el crédito para empresas y consumidores. La experiencia local lo demuestra: tasas exorbitantes nunca frenaron una corrida sin confianza en el plan económico, en el ministro de Economía o en el propio gobierno: En 2001, Domingo Cavallo llevó la tasa por encima del 100% anual y la fuga de capitales continuó sin pausa hasta el colapso del gobierno de Fernando de la Rúa. Es lo que le está pasando a Milei y Caputo.

Aplicar más “cepo" cambiario

Un tercer recurso consiste en reforzar el “cepo” cambiario. Esto significa endurecer las opciones para acceder al mercado oficial de divisas. La lógica es simple: reducir la demanda de dólares da tiempo al Banco Central para recomponer reservas.

En estos días hubo un leve ajuste para restringir la compra de dólares de directores, gerentes, grandes accionistas -y familiares- de bancos y empresas financieras autorizadas a operar en el mercado oficial de cambios. La medida tiene poco impacto en la demanda de divisas. Funciona más como señal de un posible endurecimiento futuro del denominado “cepo”.

El costo es que aumenta el mercado paralelo y la brecha cambiaria —la diferencia entre el dólar oficial y los paralelos— por la expectativa de una devaluación. Así se genera un círculo vicioso de especulación devaluacionista. 

El presidente Javier Milei en el último aniversario de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, cuando todavía los bonos no se habían desplomado.

En la city sólo ven la devaluación en el horizonte cercano

La alternativa que reúne consenso en la city es la más drástica: una devaluación del tipo de cambio oficial. Este camino promete resolver el atraso cambiario, incentivar las exportaciones y encarecer las importaciones, reduciendo así la demanda de divisas. 

Pero los costos sociales y políticos son altísimos. La devaluación tiene un traslado  a los precios internos, licúa salarios, jubilaciones y ahorros en pesos, y acelera la inflación. 

Si no está acompañada por un plan económico creíble, puede empeorar la crisis en lugar de resolverla: tras la devaluación de agosto de 2019, el dólar saltó 30% en un día y luego siguió escalando ante la ausencia de un horizonte político claro, en medio del derrape de la candidatura de Macri. Hoy, en un contexto de estanflación, una devaluación podría detonar un estallido social.

La apuesta oficial es al ancla fiscal

Frente a todas estas opciones, por ahora, para ganar tiempo hasta las elecciones de medio término en octubre próximo, la dupla Milei-Caputo insiste en su estrategia preferida: el ajuste fiscal como ancla de estabilización y bandera política electoral. Desde el inicio de la gestión, presenta el superávit primario y financiero como la prueba de que el plan avanza. 

Este resultado se alcanzó licuando jubilaciones, salarios públicos y programas sociales, paralizando la obra pública y recortando las transferencias a provincias. La contracara es una economía estancada, consumo doméstico deprimido y aumento de la conflictividad social. 

Milei confía en que el “ancla fiscal” convencerá a los inversores de que el programa es sostenible. Pero los antecedentes relativizan esta apuesta: en 2001, el equipo económico logró equilibrar las cuentas públicas mediante un fuerte ajuste, y sin embargo el país terminó en default, con el sistema financiero en ruinas y la economía en depresión. El equilibrio fiscal no genera confianza si el resto del esquema es inviable.

El presidente Javier Milei junto al secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, cuando visitó el país en abril pasado.

La carta desesperada de un crédito directo del Tesoro de EE.UU.

El FMI no es un actor pasivo en esta crisis. Es, de hecho, el principal acreedor externo de la Argentina y uno de los pocos proveedores de divisas frescas posibles en el corto plazo (le falta desembolsar 6.000 millones de dólares del crédito total de 20.000 millones). 

El Fondo ha convalidado hasta ahora el ajuste fiscal, incluso cuando las metas de acumulación de reservas no se cumplieron. El organismo eligió priorizar el equilibrio fiscal como señal de “buena conducta”, pese a que la corrida cambiaria expone que el ajuste por sí solo no estabiliza nada. Ante esta perspectiva, crece la especulación sobre una posible asistencia del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

En una entrevista en Córdoba con el diario La Voz del Interior, Milei respondió a una pregunta sobre si esperaba una inyección de fondos provenientes de Estados Unidos: "Teníamos claro que este año iba a ser muy complicado y ya habíamos empezado a desarrollar estrategias para cubrir los pagos que tiene Argentina el año que viene, que son 4.000 millones de dólares en enero y 4.500 millones de dólares en julio. Con lo cual nosotros venimos trabajando, esas negociaciones demandan tiempo, pero bueno hasta que no esté confirmado no hacemos anuncios. Pero sí estamos trabajando muy fuertemente, estamos muy avanzados y es cuestión de tiempo también".

Se trataría de una línea contingente de crédito que funcione como ancla de confianza. Existen apenas dos antecedentes:

  • En 1995, tras el estallido del Efecto Tequila, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos armó un paquete de 20.000 millones de dólares en garantías y préstamos a México, combinados con aportes del Fondo Monetario Internacional. Esa asistencia permitió frenar la corrida sobre el peso mexicano y estabilizar el sistema financiero.
  • En 2002, en plena crisis bancaria y cambiaria de Uruguay, el Tesoro estadounidense concedió un préstamo puente de 1.500 millones de dólares, también coordinado con el Fondo Monetario Internacional. El préstamo evitó el colapso del sistema bancario y estabilizó las reservas.

Estos rescates tuvieron un componente clave: el respaldo político directo de Washington. No fueron sólo dólares. Fueron un mensaje a los mercados de que esos países no caerían. Y esa señal bastó para frenar la corrida.

Hoy, en la city, circula la hipótesis de que si la situación se descontrola, el Tesoro de la administración de Donald Trump podría montar una asistencia similar para Argentina. Por ahora, es pura especulación alimentada también por Milei.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Milei espera que lo rescate del naufragio financiero y cambiario.

La clave en este momento de la crisis es la debilidad política

En este punto emerge el siguiente dilema: ¿alcanza el ancla fiscal para frenar la corrida o hace falta un ancla política? La experiencia local y regional indica que ningún programa de estabilización sobrevive sin respaldo político sólido. La convertibilidad de los noventa se sostuvo durante casi una década porque contó con una coalición de poder amplia, respaldo de los organismos internacionales y un contexto internacional favorable. 

El ciclo de crecimiento iniciado en 2003 con Néstor Kirchner combinó superávits gemelos con una fuerte reconstrucción del poder presidencial y alianzas con gobernadores, empresarios y sindicatos. 

Milei, en cambio, carece de mayoría legislativa, mantiene relaciones conflictivas con los gobernadores, se enfrenta a las principales cámaras empresariales y sindicatos, y muestra fisuras internas en su gabinete. Esa debilidad política es el núcleo de la desconfianza que potencia la corrida. Los mercados no dudan solo de los números fiscales; dudan de la capacidad de Milei de sostenerlos en el tiempo.

El actual estadio de la corrida cambiaria no es sólo un fenómeno financiero. Ya lanzada, en este caso por la escasez de dólares en el Banco Central debido a la estrategia absurda de no acumular reservas, la pérdida de poder político se vuelve clave. 

Las herramientas clásicas de gestión monetaria y cambiaria pueden ganar tiempo, pero ninguna resolverá el problema mientras persista la debilidad política de Milei. La obsesión por el ancla fiscal se revela insuficiente en ausencia de un ancla política que transmita previsibilidad y capacidad de conducción. 

Sin señales de gobernabilidad, cohesión del gabinete y acuerdos básicos con el sistema político, cualquier intento de estabilización, con otro plan económico que incluya una devaluación, está condenado a naufragar.