La Argentina sigue sin tener acceso al mercado voluntario de crédito internacional. La colocación del Bonte (bono del Tesoro) en pesos, a un plazo de cinco años, suscrito en dólares, exclusivamente para inversores del exterior, y bajo legislación local es una emisión realizada en la plaza doméstica.
La simulación para demostrar confianza de inversores extranjeros, diseñada por el equipo económico, salió el tiro por la culata. La tasa de interés convalidada fue de 29,5% anual, con una tasa efectiva de dos puntos adicionales de 31,8% anual, para juntar apenas 1000 millones de dólares, lo que dejó en evidencia la fragilidad cambiaria y financiera del gobierno de Javier Milei:
* La tasa de interés anual es altísima, puesto que los inversores la calculan en dólares -por eso entregaron billetes verdes- y no en pesos.
* Cuando el deudor paga este nivel de tasa de interés es porque enfrenta una elevada probabilidad de incumplimiento.
* El gobierno exhibe, otra vez, desesperación por sumar dólares que, pese al supuesto shock positivo de un nuevo acuerdo con el FMI y en los mejores meses de liquidación del complejo agroexportador, sigue perdiendo reservas.
* El tipo de cambio fijado en la licitación fue de 1148 pesos.
* La participación en cantidad de fondos fue importante (146) pero el monto involucrado de cada uno de ellos fue magro: unos 7 millones de dólares. Se parece a un gesto simbólico de apoyo político de las finanzas globales al gobierno de Milei más que de convencimiento sobre la sustentabilidad económica del plan liberal-libertario.
Como se mencionó el domingo pasado, Argentina no puede emitir deuda en dólares en el mercado internacional de capitales desde enero de 2018, y la colocación de los Bontes no abrió esa puerta.
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La jugada financiera distractiva del ministro de Economía, Luis Caputo, no engaña a la mayoría de los financistas. La reacción de las variables financieras luego de la emisión de Bontes lo confirma. Estuvo en línea con esta fragilidad, que no puede ser ocultada con insultos y desvaríos teóricos de Milei.
El riesgo país continúa en el umbral de los 650 puntos, el tipo de cambio oficial no bajó al piso de la banda pese a las intervenciones indirectas del Banco Central, las reservas internacionales siguen en terreno negativo, y se aceleró la dolarización del ahorro privado.
La primera vez fue un fiasco, y la segunda será peor
El recorrido de esta nueva etapa de endeudamiento público es tan similar a la del período de gobierno de Mauricio Macri que provoca incredulidad. Con el mínimo criterio de racionalidad financiera se sabe cuál será el desenlace final de esta historia porque se conoce cómo culminó la anterior.
Los ejecutores son los mismos. Luis Caputo, Santiago Bausilli y Pablo Quirno Magrane, hoy ministro de Economía, presidente del Banco Central y secretario de Finanzas, respectivamente.
Los tres conformaron el equipo de endeudadores de la administración macrista-radical 2015-2019: emitieron deuda por unos 100 mil millones de dólares y fueron protagonistas principales del acuerdo con el FMI por un monto insólito de 57.000 millones de dólares, de los cuales se desembolsaron 44.500 millones.
También emitieron bonos en pesos pagaderos en dólares, igual que ahora.
Uno de los grandes economistas del siglo pasado, el estadounidense John Kenneth Galbraith, enfatizó la naturaleza cíclica de la euforia y el pánico financieros, y cómo la "memoria corta" de los inversores puede conducir a repetir patrones de comportamiento insensatos.
Se estima que estos ciclos, en promedio, son cada diez años. El caso argentino, con el equipo endeudador de Caputo, muestra que es más corto.
Con el Bonte, Caputo repite el libreto financiero
Quienes están alejados del mundo financiero están convencidos de que los participantes de este negocio son personas dotadas de un saber superior. Si esta evaluación fuera correcta, Caputo no habría tenido adhesiones a la emisión del Bonte.
Se trata de una colocación muy parecida a la que realizó con títulos denominados Botes, en 2016 y 2018, con vencimientos en 2023 y 2026, respectivamente. Estos papeles de deuda también podían ser suscriptos en dólares o en pesos. El monto total alcanzó los 9100 millones de dólares (con los Bontes de Milei apenas sumó 1000 millones).
El analista de la firma Porfolio Profesional Martín Cordeviola indicó que los Bontes todavía no fueron acreditados en las cuentas de los clientes, y el dólar mayorista subió 2,3% desde el tipo de cambio de suscripción (1148 pesos), a 1174 pesos. Menciona entonces que, en la primera rueda de cotización, los tenedores de Bontes deberían ofrecerlo, al menos, a 102,3 pesos (tasa nominal anual de 28,6% y efectiva de 30,6%) para compensar esta pérdida cambiaria.
El horizonte de los Bontes se vislumbra parecido al saldo de la operación de 2018, que fue ruinoso para grandes fondos de inversión del exterior, destacándose entre ellos Templeton y Black Rock.
Michael Hasenstab, estrella financiera de Templeton, hizo una gran apuesta a este bono a tasa fija en pesos. Caputo lo emitió para frenar la corrida cambiaria, sin éxito. Templeton perdió unos 1500 millones de dólares invirtiendo en los bonos de Caputo.
La consultora Vectorial recuerda que Templeton quedó luego “encepadoˮ y reperfilado con Macri, y posteriormente refinanciado a partir del acuerdo con acreedores privados realizado en 2020, en el gobierno de Alberto Fernández.
Una cosa aprendió Caputo al cambiar la denominación del título público con las mismas condiciones de emisión: en las semanas de desesperación porque se estaba hundiendo el gobierno de Macri fue Botes, y ahora, para eludir la misma asociación de desesperación, es Bontes.
El Banco Central sigue siendo un colador de dólares
Pocas veces, después de concretado el apoyo del Fondo Monetario Internacional, el mundo de las finanzas muestra indiferencia a los miles de millones de dólares que recibe el país. Esto sucedió con el rescate realizado al gobierno de Milei a pesar de que estuvo involucrado un monto de dólares extraordinario.
El reciente informe Evolución del Mercado de Cambios y Balance Cambiario, elaborado por el Banco Central, correspondiente a abril pasado, refleja que el acuerdo con el FMI no frenó la corrida cambiaria. Sólo desaceleró la velocidad de la pérdida de reservas.
En ese mes, según el reporte de la entidad monetaria, las “Personas humanas” compraron billetes por 2048 millones de dólares y efectuaron ventas por 111 millones. En la plaza cambiaria operaron 1 millón de individuos comprando billetes, mientras que vendieron unos 309 mil.
El colador de dólares del Banco Central no se detuvo en el mes que acaba de culminar: las reservas bajaron en 2106 millones de dólares hasta los 36.854 millones, el nivel más bajo desde el ingreso de los 14.000 millones del FMI, Banco Mundial y BID.
Una vez más se prueba que Caputo hace lo que mejor sabe hacer: endeudar y dilapidar dólares del Banco Central; lo hizo antes durante el gobierno de Macri y lo vuelve a hacer ahora en el gobierno de Milei.
Déficit creciente del Balance Cambiario de Milei
La Cuenta corriente cambiaria de abril pasado fue negativa en 636 millones de dólares, acumulando once meses de déficit por un total de 12.299 millones de dólares, monto similar al auxilio financiero entregado por el Fondo.
La economía de Milei es deficitaria en dólares en el rubro Bienes (diferencia entre exportaciones e importaciones), Servicios (turismo, fletes, seguros, servicios profesionales, entre otros), Ingreso primario (intereses, utilidades y dividendos), e Ingreso secundario (remesas, entre otros)
El reporte de Fide advierte sobre este desequilibrio, talón de Aquiles de cualquier programa económico: “en este escenario de crecientes requerimientos de divisas generado por el desequilibrio de la cuenta corriente, la decisión de liberar la formación de activos externos para las personas humanas introduce un componente adicional de demanda potencial de dólares considerable, presión que siempre se ha agudizado en períodos electorales”.
Como se precisó arriba, esta dinámica dolarizadora tuvo su orden de largada en abril pasado. La dupla Milei-Caputo decidió garantizar el acceso a los dólares para atesoramiento de los particulares y mantener cautivas operaciones de la cuenta corriente de las empresas, por ejemplo las transferencias de utilidades que se postergan para el año que viene.
Atraso cambiario y apertura importadora
Los economistas de Fide indican que esta “decisión luce contradictoria con el objetivo de atraer inversión externa de riesgo, financiamiento imprescindible para ampliar la capacidad productiva y de generación de saldos exportables que contribuyan a aliviar la restricción externa”.
Ricardo Arriazu, uno de los economistas de la city que más respalda la gestión de Milei, advirtió, en ese sentido, que “Argentina, para la sustentabilidad futura, necesita 100.000 millones de dólares de reservas”.
En un evento organizado por el Mercado de Valores de Buenos Aires señaló que esa acumulación no puede depender del saldo comercial: “Obviamente a eso nunca lo vamos a conseguir por la cuenta corriente, eso tiene que venir por la cuenta capital, que es confianza”. Explicó que el ingreso de capitales externos será fundamental para reforzar el balance del Banco Central y dar respaldo al sistema económico.
El sendero que está transitando Milei es el opuesto. Se basa en el atraso cambiario y en la apertura importadora como anclas antiinflacionarias, que no permiten dejar atrás el déficit de la cuenta corriente cambiaria. Y este déficit deteriora la confianza de inversores para que el ingreso de dólares sea por vía de la cuenta capital, como dice Arriazu.
La apreciación cambiaria, la caída en los precios internacionales de las principales exportaciones del país y la desaceleración del comercio y crecimiento global, muestran un horizonte de evaporación del saldo comercial positivo. Esto consolida el desequilibrio externo y, por lo tanto, debilita la solvencia de la economía de Milei.