El ministro de Economía, Luis Caputo, anunció que el país regresaba al mercado de deuda. El presidente Javier Milei lo festejó. No es así: se trata de otro anuncio oficial con el objetivo de engañar. La emisión de nueva deuda será sólo para la plaza local. El desafío relevante es la colocación de deuda en el mercado internacional. Esta puerta sigue cerrada y el indicador del riesgo país en 650 puntos es la señal de que la clausura continúa. El principal responsable de la imposibilidad de un acceso fluido al financiamiento voluntario internacional es Caputo. No sólo por el fiasco de su actual gestión, sino sobre todo por la que tuvo en el gobierno de Mauricio Macri.
Tampoco la tiene fácil para conseguir dólares vía emisión de títulos públicos en la plaza doméstica. Los eventuales compradores de los bonos para el mercado local, bancos, compañías de seguros y grandes empresas, están siendo presionados desde el Palacio de Hacienda y el Banco Central para que entreguen sus dólares, divisas necesarias para que el gobierno de Milei pueda pagar los vencimientos de capital e intereses por unos 4500 millones de dólares en enero próximo.
Caputo tiene la tendencia de hacer anuncios de eventos financieros que no están definidos. El propio Macri reveló que informó el acuerdo con el FMI, en abril de 2018, por sugerencia de Caputo, pese a que no estaba cerrado, y recién se concretó en junio de ese año. Es la esencia de Caputo como mesadinerista con dinero público. No hubo crédito de 20 mil millones de dólares de un grupo de cuatro bancos (JP Morgan, Bank of America, Santander y Citi). Tampoco existe certeza de que se instrumente la línea de financiamiento de 5000 a 7000 millones de dólares que anunció hace unos días. Y aparecen versiones muy firmes de que el Tesoro de Estados Unidos no volverá a auxiliar el barril sin fondo de dólares de la economía liberal-libertaria.
El culpable es Caputo
Milei no pudo acceder al mercado voluntario de crédito internacional en los dos primeros años de gestión, pese a que Caputo lo había convencido, antes de ser elegido, de que era una tarea fácil para él. No lo logró. Es su principal fracaso como trader de las finanzas públicas. El motivo es el propio Caputo.
Cuando fue ministro de Finanzas y luego presidente del Banco Central, en el gobierno de Macri, exprimió hasta agotar al máximo el crédito internacional, tanto de fondos y bancos del exterior como de organismos internacionales, siendo el más relevante el FMI. En total, fueron 100.000 millones de dólares en apenas dos años (2016-2018), un ciclo de endeudamiento desaforado equiparable al endeudamiento extraordinario (en dólares constantes) de la última dictadura militar, que lo hizo en siete años.
La última emisión de deuda en el mercado internacional fue en enero del 2018 por 9000 millones de dólares, y después Wall Street bajó la persiana de la deuda argentina. A los pocos meses, Caputo salió desesperado a pedir un acuerdo inédito con el FMI por un total de 57.000 millones de dólares, de los cuales se desembolsaron 44.500 millones. De esta forma, Caputo, que recibió una economía desendeudada del gobierno de CFK, condición fundamental para poder emprender esa carrera desenfrenada de emisión de nueva deuda, dejó a la Argentina expulsada del crédito voluntario en los mercados internacionales.
El Caputo de Macri
Para entender el desastre realizado en el frente del necesario financiamiento externo para evitar grandes perturbaciones en la estabilidad económica, resulta relevante recordar la gestión de Caputo en la administración macrista. Comenzó como secretario de Finanzas, luego fue ascendido a ministro de esta área para culminar como presidente del Banco Central. En esta carrera en la función pública dejó el siguiente tendal:
- Fue el encargado de la capitulación ante los fondos buitre, aceptando las condiciones impuestas por el juez Thomas Griesa y convalidando pagar más de lo que pedían y además todos los gastos por el litigio en los que incurrió el líder de los buitres Paul Singer durante los diez años que duró el juicio.
- Fue el responsable de conducir un ciclo de endeudamiento público externo intenso, que supera el desplegado durante la dictadura militar.
- Entregó a doce grandes bancos internacionales comisiones por 63,1 millones de dólares por la colocación de deuda.
- El especialista Javier Llorens calculó que, con el rápido pase de manos en cada una de las ocho emisiones de bonos de Caputo por un total de 43.687 millones de dólares, de abril de 2016 a enero de 2018, esos bancos se alzaron con 550 millones adicionales.
- En total, sumando las comisiones y las ganancias obtenidas por haber conseguido los bonos a una paridad más baja que la obtenida con la posterior venta en el mercado, los bancos recaudaron unos 610 millones de dólares gracias a los servicios de Caputo.
- Emitió el descabellado bono a 100 años por 2750 millones de dólares, a una tasa efectiva de 7,9 por ciento anual. Ese título fue entregado a un grupo de bancos elegidos a dedo para su distribución (HSBC, Citi, Santander y Nomura), que cobraron 3,3 millones de dólares en comisiones directas.
- Entre los 148 fondos de inversión que compraron el bono a 100 años, se encuentra Noctua Asset Management LLC, radicada en Delaware, plaza de opacidad financiera, que es una firma offshore de Caputo. Noctua se alzó con 5 millones del total de la venta directa de esos papeles de deuda.
- Esa firma offshore de Caputo quedó al descubierto con la filtración conocida como Paradise Papers, información que ocultó en sus declaraciones juradas.
- Dilapidó 15.000 millones de dólares de reservas del Banco Central.
Dejó una bomba financiera
Cuando en 2020 se hizo el balance de la experiencia macrista, los datos eran contundentes: la deuda externa pública pasó de unos 192.000 millones de dólares a cerca de 233.000 millones sólo entre fines de 2016 y fines de 2017, con un salto de más de 40.000 millones en un año. Esa dinámica disparó la carga de los intereses sobre el presupuesto nacional, empujó la deuda pública al 85 por ciento del PIB en 2018 y dejó a la economía al borde del default.
El gobierno de Alberto Fernández heredó esa bomba y reestructuró, primero, los bonos bajo legislación extranjera y, luego, la deuda con el FMI. Pero el daño en el vínculo con el mercado de crédito internacional ya estaba hecho.
Por eso Caputo I, el de Macri, es el principal responsable de que la Argentina de Milei no haya podido volver al mercado voluntario de crédito internacional en los últimos ocho años. Dejó detrás de sí un paisaje de bonos públicos que tuvieron que ser reestructurados en plazos y condiciones porque eran impagables, un acuerdo fallido con el Fondo Monetario y un historial de endeudamiento que convirtió al país en un paria del mercado de crédito internacional. Sobre este paisaje se monta hoy la gestión Milei–Caputo II.
Milei contra Macri… con Caputo al lado
En su última intervención pública ante empresarios, en un encuentro organizado por El Cronista en La Rural, Javier Milei fue explícito a la hora de criticar al gobierno de Macri. Dijo que cuando Cambiemos llegó al poder, en vez de hacer el ajuste fiscal “aumentó el déficit” y que, lejos de corregirlo con reducción del gasto, lo financió “solamente con endeudamiento”.
Esa frase podría haber salido de la boca de cualquier economista crítico del ciclo 2016-2018. Pero la pronunció un Presidente que tiene como ministro de Economía justamente a Luis Caputo, el arquitecto central de esa estrategia de endeudamiento. Milei, que como diputado advertía que “la deuda son impuestos futuros” y denunciaba los acuerdos con el FMI como un mecanismo para socializar pérdidas privadas, hoy se apoya en el mismo funcionario que arrojó a la Argentina a los brazos del Fondo.
Aquí aparece la paradoja de este momento político: Milei contra Macri en el discurso, Caputo I contra Caputo II en la práctica. Pero al mismo tiempo confía en el mismo equipo económico que diseñó la bicicleta financiera, el bono centenario y el acuerdo récord con el FMI.
El plan que nunca llega
Cuando Milei lo convocó al gabinete, Caputo II prometió que, a diferencia de lo ocurrido con Macri, esta vez el ajuste se haría de entrada, en shock, para recuperar la confianza de los mercados y lograr el regreso a las fuentes de financiamiento voluntario. El plan era sencillo en su narrativa: superávit fiscal (dibujado, pero el mercado quiere creer), inflación a la baja, acuerdo ampliado con el FMI y riesgo país cayendo a niveles compatibles con la emisión de nueva deuda a tasas razonables.
Pero la realidad fue otra. A dos años del inicio del gobierno, no pudo emitir un solo bono en los mercados internacionales. La economía sigue atada a la renegociación permanente con el FMI. Mientras tanto, el riesgo país se mantiene en una meseta que impide el regreso a los mercados: ronda los 650 puntos básicos, muy por encima de Brasil, México, Colombia o Uruguay, que se mueven en un rango entre 75 y 230 puntos. El propio Caputo admitió que necesita que el riesgo baje a la zona de 500 puntos para conseguir financiamiento externo, cosa que todavía no ocurrió.
El mismo funcionario que quemó la credibilidad de la Argentina en la plaza financiera internacional apuesta hoy a que esos mismos mercados confíen en su programa. Pero los inversores miran el cuadro completo: ven la continuidad de nombres, la persistencia de la recesión, la fragilidad política del gobierno y la dependencia creciente con el FMI y ahora también con el Tesoro de Estados Unidos.
Continuidad más que ruptura
La comparación Caputo I con Caputo II puede inducir a pensar que hay una disputa sobre el modelo económico. Pero, al mirar los números y las trayectorias, aparece más continuidad que ruptura. El núcleo del esquema es el mismo: apertura financiera, búsqueda obsesiva de la “confianza” de los mercados, endeudamiento como ancla del programa y ajuste sobre el mercado interno.
El Caputo I apeló al crédito barato con la promesa de que la economía crecería lo suficiente como para que la deuda se licuara. El Caputo II apuesta a que un violento ajuste fiscal y una recesión restauren la reputación financiera del país que él mismo dinamitó, de modo de volver a tomar deuda para disminuir las presiones sobre el tipo de cambio.
El riesgo país en los 650 puntos funciona como recordatorio de que la película es conocida. Los mercados ven pasar ministros, discursos y planes, pero identifican un patrón: endeudamiento acelerado, fuga, crisis, recesión, vuelta al FMI y nuevo ciclo de promesas. A lo que se le suma la resistencia a acumular reservas en el Banco Central, divisas necesarias para garantizar el pago de la deuda. El hecho de que el protagonista sea dos veces el mismo –Caputo– no ayuda a revertir esa percepción.
En esta trama, la verdadera disputa no es entre el Milei que se desmarca de Macri ni entre el Caputo que endeudó y el Caputo que ajusta, sino entre este modelo de financiarización permanente y una alternativa que ponga en el centro la capacidad productiva, el empleo y la generación genuina de divisas, algo que este experimento liberal-libertario ni siquiera tiene en carpeta.
