De hermanos a enemigos: cómo implosionó la extraña relación Trump-Musk

06 de junio, 2025 | 04.55

Cuando Donald Trump se reunió en privado con asesores de la Casa Blanca el miércoles, había pocos indicios de que el presidente estadounidense estuviera cerca de una ruptura pública con Elon Musk, el empresario multimillonario que le ayudó a ganar un segundo mandato.

Dos fuentes de la Casa Blanca dijeron que Trump expresó confusión y frustración en la reunión sobre los ataques de Musk a su amplio proyecto de ley fiscal. Pero se contuvo, según los representantes, porque quería preservar el apoyo político y financiero de Musk antes de las elecciones de mitad de mandato.

El jueves por la tarde, el estado de ánimo de Trump había cambiado. No había hablado con Musk desde que comenzaron los ataques y estaba furioso por una diatriba "completamente desquiciada" —según un asesor de la Casa Blanca— del máximo ejecutivo de Tesla en X, su red social.

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Musk había atacado el proyecto de ley fiscal de Trump como imprudente y una "abominación repugnante". Prometió oponerse a cualquier legislador republicano que lo apoyara. El proyecto de ley cumpliría muchas de las prioridades de Trump al mismo tiempo que añadiría, según la Oficina Presupuestaria del Congreso, 2,4 billones de dólares a la deuda pública estadounidense de 36,2 billones de dólares.

En privado, Trump había calificado a Musk de volátil. El jueves, dijo a su equipo que era hora de contraatacar.

Sentado junto al canciller alemán Friedrich Merz en el Despacho Oval, Trump dijo a los periodistas que estaba "muy decepcionado" con su antiguo asesor. Musk reaccionó rápidamente en las redes sociales, y el tira y afloja empezó.

"La forma más fácil de ahorrar dinero en nuestro presupuesto, miles de millones y miles de millones de dólares, es poner fin a los subsidios y contratos estatales de Elon", publicó Trump en Truth Social, su red social. En cuestión de minutos, Musk dijo que podría ser el momento de crear un nuevo partido político y respaldó una publicación en X de Ian Miles Cheong, un destacado partidario de Musk y activista de derechas, pidiendo la destitución de Trump.

La relación entre Trump y Musk en su momento álgido no tenía precedentes en Washington: un presidente que concedía a un ejecutivo tecnológico multimillonario acceso e influencia dentro de la Casa Blanca y en todo su Gobierno. Musk gastó casi 300 millones de dólares en apoyar la campaña electoral de Trump y otros republicanos el año pasado.

Durante meses, Musk ha jugado a ser a la vez un infiltrado y un disruptor, dando forma a las conversaciones políticas entre bastidores, amplificando la agenda de Trump a millones de personas en internet y atacando la burocracia y el gasto federal a través de su autodenominado Departamento de Eficiencia Gubernamental.

La semana pasada, Trump organizó una despedida para Musk y dijo que "Elon no se va de verdad".

Ahora no solo se había ido, sino que se había convertido en uno de sus principales críticos. Horas después de los comentarios de Trump en el Despacho Oval, un tercer cargo de la Casa Blanca expresó su sorpresa por el giro de Musk. "Tomó al presidente y a todo el Ala Oeste con la guardia baja", dijo.

Musk no respondió a los correos electrónicos en busca de comentarios sobre el deterioro de las relaciones. Su organización de gasto político independiente, America PAC, y la portavoz Katie Miller no respondieron a las llamadas y mensajes de texto solicitando comentarios.

En un comunicado, la Casa Blanca calificó la ruptura como un "episodio desafortunado de Elon, que no está contento con el 'gran y hermoso proyecto de ley fiscal' porque no incluye las políticas que él quería".

DE ALIADOS A ADVERSARIOS

La ruptura entre Musk y Trump provocó el jueves una caída del 14 % en el precio de las acciones de Tesla y generó incertidumbre entre los aliados de Trump en el Congreso, que están trabajando para aprobar el monumental paquete de gasto, al que se oponen los demócratas y un pequeño número de republicanos.

La ruptura podría cambiar el futuro de ambos. Para Trump, perder el respaldo de Musk amenaza su creciente influencia entre los donantes del sector tecnológico, el público de las redes sociales y los votantes masculinos más jóvenes, grupos clave a los que ahora puede resultar más difícil llegar. También podría complicar la recaudación de fondos de cara a las elecciones de mitad de mandato del año que viene.

Para Musk, lo que está en juego es aún mayor. La ruptura podría intensificar el escrutinio de sus prácticas empresariales, lo que podría poner en peligro los contratos con el Estado y dar lugar a investigaciones de las autoridades reguladoras, lo que a su vez podría amenazar los beneficios de sus empresas.

Algunos amigos y socios de Musk quedaron atónitos por el desenlace, y varios de ellos habían expresado recientemente su confianza en que la alianza perduraría, según otras dos fuentes familiarizadas con el asunto.

La ruptura se había estado gestando durante semanas, según las dos primeras fuentes de la Casa Blanca, pero el punto de ruptura fue una cuestión de personal: la decisión de Trump de retirar la candidatura de Jared Isaacman, el candidato elegido por Musk para dirigir la NASA.

«No estaba contento» con Isaacman, dijo una de las fuentes de la Casa Blanca sobre Musk.

Isaacman, un empresario multimillonario y aliado cercano de Musk, era considerado clave para impulsar la visión de Musk sobre la exploración espacial y las empresas espaciales comerciales. Tras el rechazo de su nominación, Isaacman publicó en X: «Estoy increíblemente agradecido al presidente Trump, al Senado y a todos los que me han apoyado».

La medida fue vista dentro de la administración como un desaire directo a Musk, dijeron las dos fuentes, lo que indicaba una pérdida de influencia política y una profundización de la brecha entre él y el equipo de Trump.

Antes del episodio de Isaacman, los principales asesores de la Casa Blanca ya habían comenzado a limitar la influencia de Musk, reduciendo discretamente su autoridad sobre las decisiones relativas al personal y el presupuesto. El propio Trump reforzó ese mensaje a principios de marzo, cuando dijo a su gabinete que los secretarios de los departamentos, y no Musk, tenían la última palabra sobre las operaciones de las agencias.

Al mismo tiempo, Musk comenzó a insinuar que su etapa en el Gobierno estaba llegando a su fin, al tiempo que expresaba su frustración por no poder recortar el gasto de forma más agresiva.

Sus amenazas y quejas sobre el proyecto de ley de Trump se hicieron más sonoras, pero dentro de la Casa Blanca pocos creían que pudieran alterar seriamente el curso de la legislación, incluso aunque algunos se mostraban preocupados por las repercusiones que podrían tener en las elecciones de mitad de mandato las advertencias de Musk de recortar el gasto político, según las dos primeras fuentes de la Casa Blanca.

Aun así, una cuarta fuente de la Casa Blanca descartó el impacto de las palabras de Musk en el proyecto de ley estrella del presidente.

«Estamos muy seguros», dijo. «Nadie ha cambiado de opinión». Pero en la Casa Blanca había desconcierto por cómo una relación que solo la semana pasada se había celebrado en el Despacho Oval había dado un giro tan radical.

El tiempo dirá si la brecha puede repararse. Los asesores de la Casa Blanca han programado una llamada entre ambos para el viernes.

Con información de Reuters