Astrónomos han observado dos galaxias -ambas con casi las mismas estrellas que la Vía Láctea- acercándose antes de su inevitable fusión en una época en la que el universo tenía aproximadamente una quinta parte de su edad actual, en lo que calificaron como una escena parecida a la de dos caballeros en una justa.
Las galaxias, observadas con dos telescopios instalados en Chile, se vieron tal y como eran hace unos 11.400 millones de años, aproximadamente 2.400 millones de años después del Big Bang que dio origen al Universo.
En el corazón de una de las galaxias reside un cuásar, un objeto muy luminoso alimentado por gas y otros materiales que caen en un agujero negro supermasivo. La intensa radiación electromagnética desatada por el cuásar perturba las nubes de gas y polvo de la otra galaxia, denominadas nubes moleculares.
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Las nubes moleculares dan origen a las estrellas. Pero los efectos de la radiación del cuásar convirtieron las nubes de la región afectada en "minúsculas y densas nubes demasiado pequeñas para formar estrellas", explicó el astrofísico Sergei Balashev, del Instituto Ioffe de San Petersburgo, coautor del estudio publicado el miércoles en la revista Nature.
Es la primera vez que se observa un fenómeno de este tipo, afirmó Balashev.
Las estrellas se forman por la lenta contracción bajo la gravedad de estas nubes, formando pequeños centros que se calientan y se convierten en nuevas estrellas. Pero la galaxia afectada por la radiación del cuásar se quedó con menos regiones que pudieran servir de viveros estelares, lo que redujo su tasa de formación estelar.
La interacción entre las dos galaxias recordó a los investigadores una justa medieval.
"Estas galaxias se acercan rápidamente, como caballeros que se enfrentan en una justa. Una de ellas, el cuásar anfitrión, emite un potente haz de radiación que atraviesa a la otra galaxia, como una lanza. Esta radiación 'hiere' a su 'oponente' al perturbar el gas", explicó Pasquier Noterdaeme, astrónomo y coautor del estudio, del Instituto de Astrofísica de París.
Los agujeros negros supermasivos se encuentran en el corazón de muchas galaxias, incluida la Vía Láctea. Los investigadores estimaron la masa del que sirve de motor al cuásar estudiado en esta investigación en unos 200 millones de veces la de nuestro Sol.
La intensa fuerza gravitatoria del agujero negro supermasivo atrae hacia sí gas y otros materiales. A medida que este material gira en espiral hacia su interior a gran velocidad, se calienta debido a la fricción, formando un disco que emite una radiación extremadamente potente en dos direcciones opuestas, denominadas haces bicónicos.
La luz ultravioleta de uno de estos haces es la que causó estragos en el gas de la galaxia compañera.
Este agujero negro supermasivo es mucho mayor que el que se encuentra en el centro de la Vía Láctea -llamado Sagitario A*, o Sgr A*-, que posee aproximadamente 4 millones de veces la masa del Sol y está situado a unos 26.000 años-luz de la Tierra. Un año-luz es la distancia que recorre la luz en un año, o 9,5 billones de km.
Con información de Reuters