Argentina frente al riesgo de una guerra comercial global

Los efectos de la suba de aranceles decidida por Trump podrían ser profundamente negativos para el resto del mundo, especialmente para economías como la argentina.

04 de abril, 2025 | 13.09

Las recientes decisiones del presidente estadounidense Donald Trump de elevar los aranceles a las importaciones provenientes de diversos países amenazan con desatar una guerra comercial a escala global. Aunque estas medidas buscan reducir el déficit comercial de Estados Unidos, sus efectos podrían ser profundamente negativos para el resto del mundo, especialmente para economías como la argentina, que dependen de las exportaciones para generar divisas y sostener el equilibrio del mercado cambiario.

El principal riesgo de una escalada proteccionista es la desaceleración del crecimiento económico global. Si las grandes potencias comerciales entran en una dinámica de represalias cruzadas, el comercio y la inversión internacionales se contraerán, reduciendo la demanda global de materias primas como el petróleo, la soja o el trigo. De hecho, en los últimos dos días, el precio del petróleo cayó cerca de un 11% y el de la soja un 4%, alcanzando sus niveles más bajos desde 2020. Para Argentina, esto implica menores ingresos por exportaciones y un agravamiento del deterioro del intercambio comercial, que ya venía mostrando signos negativos en los primeros meses del año.

En una economía altamente dependiente de las exportaciones agroindustriales y energéticas, la caída de los precios internacionales impacta directamente en la oferta de divisas. Si, al mismo tiempo, se mantienen niveles elevados de importaciones —producto de un tipo de cambio real apreciado y un rebote productivo—, el déficit externo se ampliará aún más, incrementando la vulnerabilidad macroeconómica.

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Este posible empeoramiento de la cuenta corriente constituye, además, una señal clara del atraso cambiario. El Banco Central ha mantenido una política de crawling peg, con ajustes del tipo de cambio cercanos al 2% mensual durante gran parte del año pasado, y del 1% mensual en lo que va de este año, mientras que la inflación mensual se ha ubicado entre el 2% y el 3%. Esta dinámica inflacionaria —similar a la observada en la segunda parte del gobierno de Mauricio Macri tras la crisis cambiaria, y en los primeros tramos del gobierno de Alberto Fernández antes de la llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía— ha derivado en una apreciación real del tipo de cambio, deteriorando la competitividad, incentivando importaciones y profundizando los desequilibrios externos.

Si bien el objetivo de este esquema ha sido utilizar el tipo de cambio como ancla nominal para moderar la inflación, su sostenibilidad en el contexto actual resulta cada vez más incierta. Una eventual guerra comercial global podría acelerar la necesidad de una corrección cambiaria más abrupta. La experiencia reciente demuestra que recurrir al atraso cambiario como herramienta para controlar la inflación no solo es ineficaz, sino que también genera tensiones acumuladas que, tarde o temprano, terminan desestabilizando la macroeconomía.

Ante este escenario, Argentina debe anticiparse. Reconocer el atraso cambiario y rediseñar el esquema de ajuste del tipo de cambio contribuiría a amortiguar posibles shocks externos. Por supuesto, esto podría tener efectos inflacionarios. Pero, ¿quién dijo que bajar la inflación en Argentina era una tarea sencilla o que se resolvía únicamente con ajuste fiscal?

* Profesor UNC e Investigador CONICET