Lamelas … para congraciarte con el Imperio

28 de julio, 2025 | 10.20

Es curiosa como provocativa la polisemia que plantean algunas palabras, como también la ambigüedad o doble sentido que proporciona el lenguaje popular, más desafiante todavía es cuando ciertos gestos o manifestaciones provienen de diplomáticos cuya impudicia supera toda imaginación, como fuera el caso del Canciller de Menem (Guido Di Tella) que, así como le enviaba de regalo para la Navidad en 1994 libros del osito Winnie the Poo a los niños kelpers habitantes de las usurpadas Islas Malvinas, hablaba y promovía con total desparpajo mantener “relaciones carnales con Estados Unidos” que, según parece, es el tipo de relaciones internacionales que nos propondría el futuro embajador norteamericano en nuestro país, Peter Lamelas.

De aquella oligarquía rural a nuestros días

Cerca de dos centurias han transcurrido desde que se fueran conformando las bases de una oligarquía rural que se propuso administrar colonialmente un país modelado por el Imperio de turno, por aquellos días España pasando luego a los dominios británicos hasta, avanzado el siglo XX, acoger -dócilmente- a los Estados Unidos del que no adoptó su política agropecuaria de “farmers”, en orden al reparto de tierras en favor de un industrialismo en ciernes, sino consolidando el latifundio parasitario constituido por la apropiación inescrupulosa -sin hacerle asco a nada- de “vidas y haciendas”.

Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

Los derechos hereditarios fueron modelando su decurso hasta nuestros días, si bien con los desgajamientos derivados de la abolición del mayorazgo -que constituía en único heredero al primogénito varón, para conservar la unidad económica en función de la titularidad de los campos- fue expandiéndose dentro de “las familias” terratenientes los dueños de las tierras, que daban en llamarse “productores” cuando lo común era la improductividad y la dilapidación suntuaria de las fortunas heredadas.

Siempre quejosos de toda contribución al bien común o a la satisfacción de las necesidades del país o de su población cuando algún gobierno le reclamaba tributar con tal propósito, erigiendo en consecuencia al Estado como su enemigo toda vez que se excedía de los únicos cometidos que le reconocía: defender la propiedad privada -la suya- y ejercer el poder de policía garantizando el orden para asegurar sus privilegios.

Entre las representaciones de esa clase propietaria rural se ha distinguido la Sociedad Rural Argentina (SRA), que mantiene incólume esa prosapia “aristocrática” y todos los años la exhibe con orgullo en la “Exposición” que organiza -en otro predio usurpado- en el barrio de Palermo de la ciudad de Buenos Aires, en donde recibe con beneplácito al presidente de la Nación en su acto inaugural, en tanto y en cuanto se alinee con sus intereses sectoriales.

El sábado pasado, como ocurriera en 2024, cruzaron discursos en clara sintonía y ostensible connivencia Nicolás Pino (presidente de la SRA desde 2021) y Javier Milei, reeditando el primero los elogios al gobierno, una hipócrita fe democrática y los mangueos tradicionales de baja o supresión de impuestos (expresando cínicamente que las “retenciones eran un flagelo para la sociedad en su conjunto”), a los que sumó otros, novedosos si se quiere, en dirección a una reforma laboral y a la creación de un “fondo de cese laboral” que, en la práctica, se encaminan a la derogación del Estatuto del Peón Rural (sancionado por Perón el 17 de octubre de 1944 y remozado por Cristina en el “Nuevo Estatuto del Peón Rural” el 27 de diciembre de 2011), en pos de generar empleo y terminar con la “industria del juicio”.

Sorprende el nivel de impudicia discursiva, cuando en el ámbito rural el trabajo marginal (sin registración y sin derechos) duplica en promedio al que se verifica en el resto de la actividad privada, alcanzando tasas de informalidad de hasta el 70 % u 80 % en ciertas regiones o producciones, y los más altos índices de trata de personas con fines de explotación laboral (léase desempeño en condiciones análogas al trabajo esclavo). A pesar de lo cual, en relación a la conflictividad laboral propia existente en los diversos sectores de economía, la litigiosidad es ínfima estando a la cantidad de causas judiciales en términos comparativos y en función de la gravedad de los incumplimientos a la legislación vigente.

El primer mandatario no se quedó atrás en elogios a la elite agropecuaria, dispensa de favores que reflejaban las medidas anunciadas y diatribas a “la casta” política (en la que él y sus allegados revistan en primera fila, aunque trate de disimularlo) pero, especialmente, a quienes catalogó de “parásitos mentales que defienden la siniestra justicia social”, que invocan “derechos sociales” a los que considera una herejía frente al dios Mercado y que osan a postular que “donde hay una necesidad nace un derecho”, lo que califica como “un disparate imposible de cumplir”.

Ya en campaña electoral, apeló a lo que denominó “el adagio de Sarmiento de civilización o barbarie” reclamando apoyo del atildado público que seguía embelesado sus palabras, para enfrentar al “kirchnerismo” que, en su opinión -que como se sabe, no admite otra-, mentía al acusar a su liberalismo de cipayo y vendepatria. Oponiendo y reivindicando a la “generación del 37” (de 1837) que se enfrentó al “tirano restaurador” -omitiendo su deriva en la entrega de la Nación a los intereses portugueses e ingleses- y a la “era dorada” de fines del siglo XIX y comienzos del XX como demostración de su “patriotismo” -de cartón pintado, si tan sólo recordamos la subordinación de ese entonces al Imperio británico-, para cerrar su intervención con una advocación a La Torá y a Moisés con una pretensión alegórica a su rol de “guía” anarcocapitalista hacia un destino signado por las “fuerzas del cielo”.

Hacer memoria es imperioso

En una nota que publiqué en agosto de 2024 evocaba la historia de la Sociedad Rural Argentina (fundada en 1866) y uno de cuyos socios fundadores fue José Toribio Martínez de Hoz (abuelo del ministro de Economía de la Junta Militar entre 1976 y 1980, articulador del terrorismo de Estado para habilitar su Plan Económico); y que, en sus inicios, financió la Campaña del Desierto (1878-1885), beneficiando a sus socios estancieros con la apropiación de millones de hectáreas -genocidio de poblaciones originarias mediante- y estuvo siempre ligada -cuando no directamente asociada- a las dictaduras impuestas por los golpes de Estado en el siglo XX, incluso a la más criminal que consagró el terrorismo de Estado en 1976, como explícitamente lo expuso en una solicitada publicada el 24 de marzo de 1977:

“LA SOCIEDAD RURAL ARGENTINA (SRA) AL PAÍS. En el primer aniversario del gobierno de las Fuerzas Armadas (…) En lo económico, la inflación descontrolada y el desorden fiscal eran insostenibles. Se estaba al borde de la cesación de pagos; en suma, el país se desintegraba. En esos momentos todos estábamos dispuestos a dar cualquier cosa por tener garantías mínimas de vida y de bienes, por volver a respirar aire puro. Fue en tan graves circunstancias que las Fuerzas Armadas tomaron las riendas del país con patriótico empeño, para evitar la desarticulación total. (…) Es indispensable reforzar el proceso dándole otro ritmo, lograr definiciones y tomar decisiones que hacen al fondo del mismo y que son necesarias para proyectar a la Nación hacia su modernización, conforme al plan económico inicialmente enunciado. En efecto, debemos desarmar el andamiaje creado por casi 35 años de una lenta pero sistemática estatización socializante, que en definitiva ha demostrado su fracaso, (…) Este proceso requiere el apoyo y sacrificio de todos los sectores, sacrificios que deben hacer no sólo los empresarios y los obreros, sino especialmente el Estado, dando el ejemplo a través del reordenamiento presupuestario, que ya ha comenzado, la liquidación de las empresas estatales y el redimensionamiento de la burocracia. Ahora no debe dominarnos la impaciencia (…). La Sociedad Rural Argentina reitera frente a los productores y la ciudadanía en general su apoyo a toda acción que signifique completar el proceso iniciado el 24 de marzo de 1976, para poder lograr así los fines propuestos, que en definitiva son los grandes objetivos nacionales.”

En otra nota de ese mismo año recordaba, que en aquel primer aniversario del golpe del 76’ la Sociedad Rural Argentina estaba presidida (1972-1978) por Celedonio Vicente Pereda (familiar de Marcos Pereda Born, actual vicepresidente de la SRA), quien fue uno de los referentes de la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias (APEGE), entidad patronal que el 16 de febrero de 1976 declaró un lockout general, considerado como uno de los antecedentes directos del golpe de Estado concretado el 24 de marzo de ese año y que, entre los lemas convocantes a ese paro empresario, consignaba: “porque todos los argentinos son víctimas de un proceso que conduce inexorablemente a la disgregación y el caos”, “constante aumento del poder sindical” y la “entrega del país al sindicalismo continuando su camino hacia el marxismo”.

El tiempo pasa, pero deja enseñanzas para quienes tienen memoria y están dispuestos a ejercitarla, siendo una elemental ayuda para orientarnos en el presente como también para tomar las debidas prevenciones sobre el futuro.

Argentina en el mundo

La retórica oficialista atrasa un poco más todos los días, como se pone en evidencia al acudir a estereotipos anacrónicos en los cuales pretende se debate el destino del país o, en otro sentido, cuando se estigmatizan valores fundantes de la evolución de las sociedades de occidente en aras de reconfiguraciones que se retrotraen a épocas en las que eran negados hasta derechos de primera generación (civiles y políticos).

Una de las recurrentes y panfletarias consignas del gobierno es la lucha contra “el colectivismo”, “la sovietización” o “los zurdos”, como si estuviéramos viviendo en plena “guerra fría” entre los EEUU y la URSS, partiendo de una concepción bipolar del mundo y con la consiguiente necesidad de definir un enrolamiento inexorable en una contienda geopolítica semejante.

La remanida demanda de “hacer integrar a la Argentina en el mundo”, se plantea desde esa errónea conceptualización y en función de un incondicional alineamiento con los intereses hegemónicos e imperialistas de Estados Unidos, sin guardar ningún recato -y menos básicos cuidados- por quedar inmersos en conflictos internacionales de consecuencias imponderables, con el sólo afán de mostrarse como los más disciplinados y obsecuentes mandaderos imperiales.

De allí que se haga absoluta abstracción de la multipolaridad mundial, como de la exigencia de promover y fortalecer los bloques regionales desideologizando las relaciones entre los países, el comercio internacional y los diversos intercambios de experiencias en los que deben primar los intereses nacionales sin mengua de los valores, principios e idiosincrasia que nos nutren como Nación soberana.

Un cipayismo vergonzante

Un médico de origen cubano, quien se define como "cubano de nacimiento, americano por la gracia de Dios", es el postulado por Donald Trump para ser embajador en nuestro país; cuyas declaraciones, ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, generaron ecos resonantes, silencios vergonzosos y explicaciones oficiales vergonzantes.

Asumiéndose en un rol vicario, en una suerte de futuro representante virreinal del soberano imperial, el cubano supremacista norteamericano definió a la “Argentina (como) un jugador clave en el hemisferio occidental, y (que) nuestra relación es vital para la estabilidad regional”, enunciando que su misión diplomática estaría guiada por el lema “America First” en función de los intereses estratégicos de EEUU. Una suerte de reformulación y reafirmación de la “Doctrina Monroe” (por James Monroe, presidente de ese país) que, allá por 1823, proclamaba “América para los americanos”, en ostensible alusión a los norteamericanos.

Entre otras consideraciones, Lamelas decía: “Trump me pidió trabajar con su amigo Javier para construir una grandeza sin precedentes (…), “[t]enemos que seguir apoyando a Javier Milei para construir una mejor relación entre nuestros países”; y abundando para que no quedarán dudas sobre el tipo de trabajo al que hacía referencia, desvergonzadamente sostuvo: “tenemos que seguir apoyando a la presidencia de Milei, a través de las elecciones de medio término y hasta el próximo período.”

El aspirante a embajador también afirmó, que va a recorrer las 23 provincias “para dialogar con los gobernadores” y para “vigilar que no hagan acuerdos con los chinos”, con la excusa de que ese tipo de concertaciones podían dar lugar a actos de corrupción de los chinos, aclaró, quizás anticipándose a lo que después señalara en un comunicado la Embajada de China en Argentina: que Lamelas "no vea en China un espejo que refleje nada más que su propia lógica hegemónica”.

Sobre Cristina Fernández, principal referente político de la oposición, no se ahorró opiniones de notorio sesgo injerencista, tanto al anticipar la interlocución que se propone con el Poder Judicial: “asegurarme de que Cristina reciba la justicia que bien merece”, agregando que “si no fuera política, estaría en prisión” ((en una cárcel y no con prisión “domiciliaria”); como asumiendo una temeridad intolerable, al afirmar: “Obviamente, que nosotros sepamos, no estuvo involucrada en el bombardeo a la AMIA, pero definitivamente sí estuvo involucrada de alguna manera en su encubrimiento"; y hasta llegó a plantear, implícitamente, algún grado de involucramiento en la muerte de Nisman, cuyo suicidio insisten en convertirlo en crimen y al extinto fiscal en un mártir de una causa en la cual ostensiblemente defeccionó, estando a las probadas “distracciones” y “direccionamientos” recibidos en la tarea y cometido del Ministerio Público que ejercía.

Al día siguiente de las arrogantes e injerencistas manifestaciones de Peter Lamela, ninguno de los diarios de circulación nacional -excepto Página 12- publicaron nada a ese respecto, tampoco se conocieron declaraciones críticas de los dirigentes políticos del gobierno, cercanos al mismo o que fungen como “opo/oficialistas”. Es más, con total descaro el vocero presidencial (Manuel Adorni) pretendió restarle relevancia e incluso no exigir condena alguna del gobierno, aduciendo que Lamela aún no había sido nombrado embajador y como si eso -que es sólo cuestión de días- restase entidad a las atrevidas expresiones que, además, daban cuenta de cuál sería su papel en su futuro destino diplomático.

Está a la vista, salvo para quien no quiera ver, cuál es el “patriotismo” que profesan en el Gobierno nacional y que alientan sus “bases” empresarias corporativas, al igual que la vocación de genuflexión que los inspira ante el menor atisbo de alineamiento que les instruyan sus mandantes imperiales. En suma, bien puede sostenerse que los anima un lema analogable al título de esta nota.