La doble mutación del imperio Magnetto

El Grupo Clarín cierra un año histórico con Cristina presa, Telefónica como parte de sus activos y el monopolio de los servicios convergentes. La gran estafa que denunció Milei, camino a consagrarse con éxito bajo su gobierno. Un libro que acaba de salir detalla la estrategia de guerra que prioriza el negocio y relega la batalla por la audiencia.

26 de noviembre, 2025 | 00.05

Aunque Javier Milei lo asocia a una gran estafa en el tuit fijado que mantiene desde hace casi 9 meses, el Grupo Clarín cierra un año de gloria para su proyecto político-empresario. Bajo el liderazgo de Héctor Magnetto, un jefe que lleva casi 45 años al mando de la empresa, Clarín pasó de ser un diario a un gigante de las telecomunicaciones que incide como nadie en la disputa política. Mientras la economía argentina atravesaba crisis tras crisis, Clarín crecía y crecía. Con casi todos los gobiernos.  

Sin embargo, 2025 es el año de la consagración y quedará en la historia para el comando de la calle Tacuarí. Clarín, que ya era un actor político, económico y cultural determinante, se quedó con los activos de Telefónica y se convirtió en el principal grupo de comunicaciones convergentes  de la Argentina. 

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Hoy es el único operador con presencia en los mercados de TV abierta, TV paga, radio, diarios, revistas, fabricación de papel, conectividad de banda ancha y  telecomunicaciones fijas y móviles. El único autorizado, además, para prestar servicios convergentes. La caracterización aparece en “Política, negocios y periodismo. 80 años de Clarín”, un libro de Guillermo Mastrini, Martín Becerra y Ana Bizberge que acaba de publicar la editorial de la Universidad Nacional de Quilmes. Reconocidos expertos en comunicación, profesores e investigadores, Mastrini, Becerra y Bizberge hacen una exhaustiva reconstrucción de la historia de Clarín en un cruce que muestra con mucha claridad el lazo que une a las empresas de comunicación con la política. Entre los méritos del libro, hay uno que se destaca: traduce al lenguaje del poder la estrategia de construcción empresaria que se montó bajo el catecismo de la libertad de expresión. 

Tal como reveló El Destape en exclusiva en febrero pasado, Milei quería que un grupo de empresarios amigos se quedaran con la filial local de la compañía de capitales españoles. Pero el holding lo madrugó con un viaje de su socio David Martínez a España y todavía está pendiente que el informe de objeción de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia que se conoció en junio pasado deje de ser letra muerta y tenga un efecto real.

La consecuencia está a la vista: el segundo año de Milei en la Presidencia le permitió a Magnetto a los 81 años pasar a la ofensiva como nunca y en dos ámbitos al mismo tiempo, los negocios y la política. La compra de Telefónica, que el Gobierno objeta desde hace meses en forma testimonial, tiene una trascendencia histórica. En palabras de los autores, Clarín consigue así unificar en una sola compañía a las dos firmas que nacieron de la controvertida privatización que en 1990 decidió el estado argentino. Con Milei en la Presidencia, el Grupo Clarín ocupa el lugar que el Estado había tenido en el mercado de las telefónicas hasta Menem. 

Con el mexicano David Martínez de Fintech como socio minoritario, la empresa que tiene a Magnetto como CEO y principal accionista consuma la mayor concentración en la historia de las comunicaciones en Argentina y convierte el mercado local en uno de los más concentrados de América Latina, por encima de O Globo y Televisa en algunos aspectos.

En paralelo, Magnetto descorcha desde hace casi 6 meses, cuando se conoció el fallo de la Corte Suprema que ordenó la detención de Cristina Fernández de Kirchner y la inhabilitó de por vida para ejercer cargos públicos. La condena contra la enemiga principal que tuvo Magnetto desde 1981, cuando asumió la conducción plena de Clarín, fue un regalo que le hicieron Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti. Los tres jueces de la Corte Suprema -algunos muy cercanos al Grupo- convalidaron lo actuado por jueces y fiscales amigos de Mauricio Macri, incluido Julián Ercolini y la familia Mahiques que viajaron a la mansión de Lago Escondido junto a Jorge Rendo en un avión pago por el holding. La ex presidenta repitió en más de una oportunidad que está presa por decisión de la derecha mafiosa: se refería a Magnetto.

Lejos de la lectura entre cándida y cínica que habla de independencia de poderes, los autores no dudan en inscribir la condena a Cristina como parte de la guerra entre Magnetto y la ex presidenta. Pero además reconstruyen con detalle la historia política de Clarín, desde el momento de su fundación en 1945. Primero en vida de Roberto Noble, con el apoyo a la Unión Democrática, la cercanía al peronismo, el aval al golpe de 1955 y el respaldo al desarrollismo de Arturo Frondizi. Después con la adhesión al plan de la dictadura militar y el terrorismo de Estado, la compra de Papel Prensa y una línea editorial que no se distinguía de lo que publicaban los medios que estaban en manos de la dictadura. Más adelante, llegaría el crecimiento del grupo con todos los gobiernos: Radio Mitre bajo el alfonsinismo, Canal 13 bajo el menemismo, la fusión Cablevisión Multicanal en el último día de gobierno de Néstor Kirchner, Telecom con Macri y Telefónica bajo Milei.

El único conflicto sin retorno fue el que el gigante de las telcos mantuvo con Cristina Fernández por Telecom y hoy resulta en una victoria absoluta para Magnetto. Ese punto de inflexión, que mencionan Mastrini, Becerra y Bizberge, marca la encerrona en la que quedó el kirchnerismo. Una paradoja, que marcan los autores, porque Cristina rechazó sus presiones pero su marido firmó antes de irse del poder la fusión que fue central para poner a Clarín en el camino hacia la convergencia.

“Clarín fue menos crítico del autoritarismo del dictador Videla que del autoritarismo atribuido a la presidenta constitucional CFK”, dicen los autores. Y más adelante, marcan un dato que en el contexto actual tiene implicancias inéditas. “La principal fortaleza fue sostener la amplitud frente a los vaivenes de la política nacional y, al mismo tiempo, mantener la amenaza contra aquellos que se cruzaran en sus planes”, dicen. 

Surfista notable en medio de la inestabilidad argentina, Clarín muestra a través de su historia una forma de construcción de poder de indudable éxito. Su capacidad de adaptación y su claridad para crecer en relación a la política y el poder quedan fuera de duda. Sin embargo, este Clarín no es el mismo. Cambió el eje de su negocio, de la prensa escrita a las telecomunicaciones, y resignó la prioridad de sostener una audiencia en función de un poder opaco, el mecanismo principal para disciplinar a los actores de la política y la justicia.  

En base a un cúmulo de información que combina informes corporativos y públicos con entrevistas a directivos y periodistas que pasaron por el Grupo, el análisis de los autores aporta una lectura política de un holding que atraviesa la historia argentina y deja muy clara una conclusión en el capítulo final que se titula: “Los gobiernos pasan, Clarín aumenta su poder”:“Hoy no hay sorpresa alguna sobre la linea editorial de las numerosas empresas del Grupo, a la que adscriben todos sus editores, opinadores, columnistas y la mayoría de sus fuentes. Esto es posible porque en los últimos 25 años el modelo de negocios y la estructura de ingresos del Grupo Clarín ya no depende de la seducción y fidelización de audiencias diversas sino de los segmentos de conectividad. La expansión corporativa a esos mercados fue catapultada por la previa masividad e influencia de los medios de comunicación y la explotación política que hizo de esos atributos la conducción del Grupo. Desde entonces, los contenidos están subordinados a los negocios, justo al revés de lo que ocurrió hasta el cambio de milenio”, explican.

Mastrini, Becerra y Bizberge marcan con precisión la mutación empresaria. Recuerdan que, en sus primeras décadas, Clarín enhebró una identidad que se mimetizaba con la de las clases medias y populares, para las cuales diseñaba productos y opciones apropiadas. Pero en los últimos 20 años, afirman, su reconversión como operador de conectividad, telecomunicaciones fijas y móviles, sumada a la dificultad de sostener su masividad en los entornos digitales, relegaron la producción de contenidos periodísticos y de variedades del Grupo y resintieron las inversiones en nuevos formatos y productos que atiendan las necesidades de información, entretenimiento y formación de públicos. El proyecto cultural fue subordinado a la lógica de acumulación.

Clarín tiene también desafíos por delante. La conducción de Magnetto a lo largo de tantos años siembra interrogantes acerca del día después. El grupo sostiene que está preparado para la transición pero, cuando Magnetto abandone su puesto, el gigante quedará expuesto a un escenario incierto que marcan los autores:la renovación dirigencial y el surgimiento de nuevas plataformas de carácter global. La paradoja está en un grupo que obtiene la mayor parte de sus recursos del mercado interno pero achica su audiencia con la lógica del periodismo de guerra, la confesión monumental que Julio Blanck le hizo a Fernando Rosso en una entrevista para La Izquierda Diario.

¿Clarín defiende intereses nacionales o se limita a ser un grupo de presión en función de sus objetivos político-empresariales? Son preguntas que encuentran respuestas antagónicas porque, en su apuesta desenfrenada por  acumular rentabilidad a cualquier precio y con cualquier alianza, Clarín perdió el monopolio del sentido común. 

Su olfato económico, dicen los autores, no se tradujo al olfato político porque Magnetto se cansó de fracasar sus apuestas. El contador de Chivilcoy puede responder que no le hizo falta porque, según la frase que se le atribuye, él tiene más poder que un presidente que resulta casi una anécdota. En este caso, Milei.