En el peronismo celebraron la postergación, el primer objetivo que se habían trazado

En el bloque de senadores del peronismo celebraron la postergación para febrero del tratamiento de la reforma laboral, el primer objetivo que se habían trazado con la CGT. La convicción es que al Gobierno cada vez le resultará más difícil avanzar.

19 de diciembre, 2025 | 00.10

En el bloque Popular -ex Unión por la Patria- celebraron como un gran primer paso el anuncio de la jefe de la bancada de senadores de La Libertad Avanza, Patricia Bullrich, de patear la discusión de la reforma laboral para febrero. De hecho, obligar a una postergación fue el objetivo que se propusieron cuando recibieron a la conducción de la CGT, que este jueves encabezó una movilización de rechazo en la Plaza de Mayo. Desde un primer momento, la convicción fue que a medida que pase el tiempo, Javier Milei se aleje de la estela del triunfo electoral y la realidad económica y social quede expuesta en primer plano, le será más complicado avanzar con una legislación que atenta contra la situación de los trabajadores. "Cierra una empresa por hora y más de 400 trabajadores son despedidos todos los meses", subrayó el co-secretario general de la CGT, Jorge Sola, desde el escenario en la Plaza.

Entre los senadores del peronismo creían que se habían dado un combo de motivos para que el oficialismo decidiera pasar el tratamiento para más adelante. Desde los cuestionamientos presentados por algunos aliados hasta la sorpresa que se llevaron en Diputados por la fallida votación del Presupuesto. Aquí también habían incorporado a la reforma laboral algunos temas por la ventana que hacían ruido al momento de aprobar todo como un paquete como la derogación de varios estatutos de actividades. "En principio, el primer planteo fue que no consiguieran un tratamiento exprés. Llegaron con el ímpetu de llevarnos por delante y no lo consiguieron", explicaban desde la bancada Popular.

El peronismo se negó a integrar la comisión de Trabajo en desacuerdo con el reparto de lugares, dado que proporcionalmente le correspondían siete vocalías y les otorgaron cinco, en virtud del acuerdo que Bullrich pergeñó con el resto de las bancadas. Pero Juliana Di Tullio, Mariano Recalde y Jorge Capitanich, entre otros, participaron de las exposiciones como puede hacerlo cualquier senador y expresaron el rechazo a diferentes puntos de la ley. El articulado daba para un debate de semanas y no de apenas unas horas como el que se pretendía imponer desde La Libertad Avanza. "Son como 50 leyes juntas", sostenían desde el peronismo.

Así y todo, desde la bancada Popular eran moderadamente pesimistas respecto a la suerte que podría haber corrido la reforma en el recinto si se hubiera tratado el viernes 26, como era la intención inicial del oficialismo. "Había senadores que no tenían idea de lo que se estaba votando e iban a levantar la mano por el solo hecho de acompañar al Ejecutivo", sostenían, de acuerdo a las opiniones que habían escuchado. El bloque Popular cuenta con 28 integrantes y necesitaba otros nueve votos para asegurar el rechazo. Decían no tener la certeza de ningún otro voto por fuera de los 28 y contaban con alguna esperanza respecto a cinco senadores. Es decir, en el mejor de los casos todavía les faltarían otros cuatro respaldos para ir a disputar el rechazo en la hipotética sesión del viernes próximo. 

"Ellos vinieron a llevarnos puestos. Bullrich quería convertirse en la Margaret Thatcher del sindicalismo y se pegó un porrazo", celebraba un sindicalista que participó de las conversaciones con el bloque. "El sólo hecho que haya tenido que retroceder a nosotros nos fortalece", aseguraba. La movilización y el documento sindical, sobre el que Bullrich ironizó a media tarde, le terminó resultando un búmeran. De todos modos, gracias a la composición digitada de la comisión, consiguió emitir dictamen, pero a discutir recién a partir del 10 de febrero.

La idea que prevalecía tanto en las bancadas del peronismo como en las centrales sindicales era que el gobierno de Milei atravesará una situación diferente para entonces. Con una economía que no arranca, con lsalarios anclados y un contexto de empresas en dificultades que bajan sus persianas y dejan trabajadores en la calle. En esas circunstancias, suponían en el peronismo, al oficialismo le será mucho más difícil que ahora volver a la carga con una reforma que tiene como principal objetivo facilitar los despidos. También le quedará a la principal oposición presentar para entonces una propuesta que aparezca como superadora ante un Gobierno que, por momentos, parece pelear consigo mismo.