El Presidente de la nación repite un dicho popular con insistencia: “Roma no paga traidores”.
Aunque ya fueron publicados numerosos artículos sobre el pretendido origen de la frase que utiliza Javier Milei para justificar su desaire y desprecio a los que se perfilan como aliados provisorios, nada se dijo sobre su equivocada interpretación y sus consecuencias.
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Durante el siglo II a. C. las tribus celtíberas oponían efectiva resistencia a las huestes romanas que avanzaban sobre el territorio occidental del Duero. Quinto Servilio Cepión, procónsul romano, sobornó a tres oficiales celtíberos para que mataran a su general, Variato, durante la noche. Cuando volvieron a Quinto con intenciones de cobrar lo convenido, se produjo el episodio que da origen al refrán. Ni siquiera los que promueven la traición estarían dispuestos a recompensarla.
¿Quiénes serían esos sujetos de convicciones monetizables en nuestro país? ¿Bullrich, Ritondo, Santilli? También algunos más. Sorprende la afectación en sus funciones cognitivas de la que hace gala el Presidente cuando paga con tantas monedas de oro a los colaboracionistas de los que se sirve, mientras vocifera su mantra para las multitudes. Roma no paga traidores… ¡pero yo sí!
Ampliando la cuestión de los problemas de interpretación respecto a la lealtad debida, no serían patrimonio exclusivo de Milei en las élites dirigenciales de nuestro país.
"Hemos tenido elecciones provinciales. Durante los comicios, dirigentes de LLA se ocuparon de decir barbaridades sobre mi persona. Recibí agresiones y difamaciones. Entonces, ¿piden que los acompañemos y me difaman?“ reprochaba poco tiempo atrás en televisión Sáenz, gobernador de Salta. “La lealtad es una avenida de ida y de vuelta, no es unilateral. La lealtad requiere compromiso y reciprocidad y yo siento que las provincias fuimos muchas veces por esa avenida pero no volvieron hacia nosotros, no fueron recíprocos”.
Una voz herida por las promesas incumplidas o por el eco de las ilusiones de lo que pudo haber sido. Una aventura vivida de forma unilateral con un personaje de novela o la intimidad imaginada desde el living de casa con el presentador de noticias que ves todos los días en la pantalla.
Antes de pensarse como pares o socios políticos, deberían explicar a sus votantes qué lealtad se establece entre un gobernador radical y un presidente libertario, o algunas de todas las otras complicidades estrafalarias perpetradas. Todo esto remite más a conexiones parasociales que a negociaciones políticas.
Las relaciones parasociales son vínculos unilaterales en los que individuos desarrollan sentimientos de amistad, intimidad o apego hacia una figura mediática (usualmente actores, celebridades, en tiempos recientes streamers), sin que exista reciprocidad alguna. Hacen referencia a interacciones que se perciben por el usuario como personales, aunque se encuentran mediadas por las tecnologías de la comunicación y se caracterizan por una enorme asimetría entre las partes (Horton y Wohl, 1956). El ejemplo más claro sería el de los fanáticos y una celebridad adorada.
Es una asimetría estructural lo que las caracteriza: una de las partes no se da por enterada de que forma una relación en la que tiene una influencia enormemente desproporcionada. Dicho en criollo, “Milei, a estos gobernadores, ni los juna”.
No son iguales los juegos de la política que los juegos de la farándula. Eso deberían tener en cuenta los gobernadores y tantos otros cuando se acercan pretendiendo una negociación política con un mandatario que parece seguir viviendo en sus días de panelista, añorando su etapa de influencer y conferencista, pensando que si publica un tweet lo hace a título personal (absurda justificación para “difundir” aquel problemático cripto emprendimiento). Algunas semanas atrás, De Loredo publicaba una declaración acusando recibo de haber entendido la diferencia, es tan desmesurada la asimetría en las relaciones parasociales que no existen las pretensiones de reciprocidad que suponían Sáenz y otros actores en su definición acerca de la lealtad con Milei: la única vía para que el Presidente te sonría es la sumisión. Si no lo entienden, busquen boletas de color amarillo en las próximas elecciones nacionales o un bloque PRO en las cámaras a partir de diciembre.
Por algunos pasillos comienza a oírse el rumor de un armado alternativo entre los gobernadores provinciales. Cuesta sostener la condescendencia obligada por el violeta.
En lugar de pretender reciprocidades con un mandatario que sólo tolera lo que somete, convendría a los representantes provinciales ahondar en los conceptos de federalismo de concertación y de lealtad federal. Lo primero les proporciona la histórica herramienta de los Pactos, con el fin de proteger los intereses de sus coterráneos. Lo segundo, pone a su disposición más de quince fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que decide receptar y adecuar el principio de lealtad federal al modelo nacional, imponiendo en todas las partes del estado federal una conducta leal que tome en consideración los intereses del conjunto.
Por estos caminos podrían evitarse ser acusados de traidores o andar rogando consideraciones electorales, omitiendo patéticas manifestaciones públicas de desconsuelo. Con algo de suerte, ideas más íntegras podrían llevar a nuestras élites a tropezar con el concepto de dignidad, característica que deberían empezar a exigir los votantes argentinos.
. Horton, D. & Wohl, R. (1956). Mass Communication and Para-Social Interaction: Observations on Intimacy at a Distance. Psychiatry, 19(3), 215-229. doi:10.15 21/00332747.1956.11023049