Las 4 dudas que ahogaron la euforia de Bessent y Milei.

El intento de Milei de sostener la calma con dólares prestados, anuncios grandilocuentes y gestos hacia Washington terminó en un retroceso veloz: las restricciones volvieron en tres días, el mercado siguió castigando y la interna oficialista amenaza con cobrarse la cabeza de Caputo, mientras crece la incertidumbre a un mes de las elecciones.

28 de septiembre, 2025 | 00.05

Es todo tan vertiginoso que los mismos funcionarios, voceros, trolls y chupamedias que el lunes al mediodía celebraban el comienzo de una nueva era para la Argentina, el viernes por la tarde explicaban que un endurecimiento de las condiciones para comprar divisas no es un cepo. Lo que iba a ser para siempre no duró ni hasta el fin de semana. No consiguieron calmar la zozobra los tuits del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su secretario del Tesoro, Scott Bessent, ni las declaraciones de las autoridades del FMI, ni la liquidación extraordinaria de 7000 millones de dólares del agro, que tiene un costo de 0,28 por ciento del PBI, equivalente al de implementar la ley de emergencia en discapacidad.

A pesar de la compra récord de reservas, facilitada por ese regalo de 1500 millones de dólares a un puñado de empresas exportadoras, el riesgo país volvió a pasar los mil puntos, volvieron a caer las acciones y hasta los bonos supuestamente garantizados por la Casa Blanca, creció nuevamente la brecha y el gobierno se vio obligado a restablecer la restricción cruzada, apenas 72 horas después de la bendición, en cuanto se calmó la euforia que hizo emocionarse a Luis Caputo, que se está volviendo especialista en conseguir golpes de efecto que lo salven sobre la hora, pero va a necesitar más que eso para no ser el primer fusible. Al mejor ministro de Economía de la historia se le mojó la pólvora.

Caputo saldrá eyectado de su sillón más temprano que tarde. Será una medida de último recurso para preservar a Karina Milei cuando la presión para hacer algo más que cambios cosméticos en el corazón de la toma de decisiones se haga insoportable. Puesto a elegir entre el arquitecto de la economía o la arquitecta de la política, todos saben cuál va a ser la decisión del Presidente. Sin embargo eso difícilmente le sirva para mejorar el rumbo de su gobierno, porque lo que ha quedado en evidencia esta semana es que las cosas están mucho más rotas de lo que sabemos, por un lado, y por el otro que el corazón del problema de Milei no es su mala sustentabilidad económica sino su pésima sustentabilidad política. 

Cuatro dudas llenan de nubes el horizonte de este experimento, que a pesar de la seguidilla de fotos, declaraciones, anuncios y de la compra contante y sonante de divisas, este fin de semana no parece de mejor salud que hace siete días sino más bien todo lo contrario, porque ya no quedan botones rojos que apretar, ni señales que dar, ni promesas que hacer. Desde ahora, y demasiado pronto, a un mes exacto de las elecciones de medio término, es cara a cara con la realidad. Milei mandó a cabecear al arquero antes del entretiempo. Tres de esas dudas se refieren a asuntos que están fuera de su alcance. Son variables sobre las que no tiene control. La última, que sí depende de él, es, sin embargo, la que más problemas le trae.

La primera duda gira en torno al propio paquete de ayuda. Lo que en una primera lectura del posteo del secretario del Tesoro Bessent en X el miércoles por la mañana parecía un compromiso estratégico incondicional con el pasar de las horas comenzó a tomar otro cariz, menos espectacular. En principio, porque la idea original era que las señales del gobierno norteamericano alcanzaran a estabilizar la situación hasta las elecciones del 26 de octubre y que luego un eventual triunfo oficialista ayudara a bajar el riesgo país hasta niveles compatibles con el rollover de la deuda sin tener que invertir un solo dólar. Podía fallar y falló. No está pasando.

Por ahora, el único mecanismo de cooperación financiera concreto para el que existen conversaciones técnicas es el SWAP de monedas por un valor de alrededor de 20 mil millones de dólares. Dos fuentes del gobierno de Milei confirmaron a El Destape que “es probable” que ese dinero se utilice para cancelar la herramienta equivalente que existe con China. Pero cambiar un SWAP por otro no debe computarse como un servicio de los Estados Unidos a la Argentina sino, por el contrario, como una condición que trae beneficios netos al país acreedor y significa un perjuicio para los intereses nacionales, por generar intermediaciones indeseadas y costosas en el comercio bilateral con nuestros principales socios comerciales.

La segunda duda gira en torno al apoyo interno que pueda tener el paquete de Bessent. El martes, en el breve encuentro de 18 minutos en una sala donde ni siquiera estaban las banderas de los dos países, el presidente de Estados Unidos se mostró reiteradas veces desinformado sobre la situación concreta de la Argentina y Milei, pidiendo varias veces el voto para su “reelección”, por lo que es razonable dudar sobre la solidez de los compromisos que dejó en un posteo de redes sociales su secretario del Tesoro. Por otra parte, el anuncio de una ayuda multimillonaria a la Argentina generó rispideces políticas, económicas y sociales que pueden impactar en las chances de que todo suceda tal como lo escribió Bessent.

Esta semana, en Político, un medio que está muy al tanto de la rosca, el pasilleo y lo que sucede en los despachos más importantes de Washington DC, publicó una nota lapidaria que da cuenta de la resistencia que encuentra este plan. “El apoyo prometido por Trump a la Argentina provoca ira entre los republicanos”, es el título del artículo. La bajada detalla que hay “poderosos grupos agrícolas y sus aliados republicanos en el Congreso están haciendo sonar la alarma sobre el acuerdo”. El resto es peor. Una fuente de la Casa Blanca en off the record dice que “la estrella de Milei se está apagando en algunos rincones de la administración” norteamericana y que la ayuda es “impulsada principalmente por el Tesoro”, sin más apoyo.

“Milei está acabado políticamente, su hermana es corrupta, su ministro de finanzas es un traficante de información privilegiada, se patinaron 15 mil millones de dólares del FMI y otros 15 mil millones de reservas del Banco Central en sostener una moneda de mierda y ahora el Tesoro quiere que los contribuyentes de Estados Unidos dupliquen su apuesta en esa estupidez” (o “en ese estúpido”), dice un testimonio entrecomillado de esta fuente en off, que concluye diciendo que el presidente argentino “era un fraude, traicionó a todos los conservadores y los libertarios que lo apoyaron y ahora lo tapó el agua”. ¿Hasta dónde podrá cumplir Bessent los compromisos que asumió sin consultar y sin apoyo?

En las últimas horas se filtró una foto del secretario del Tesoro utilizando su teléfono durante la Asamblea de la ONU en la que se puede leer el contenido de la pantalla, que muestra un mensaje de la secretaria del Tesoro, Brooke Rollins, donde ella le reclama: “Ayer rescatamos a la Argentina y, a cambio, la Argentina eliminó los aranceles a las exportaciones de granos, lo que redujo su precio y vendió una gran cantidad de soja a China, en un momento en el que normalmente estaríamos vendiéndole. Debido a esto, los precios de la soja siguen bajando. Esto le da a China más influencia sobre nosotros”. La posibilidad de que el rescate prometido no exista, sea insuficiente o llegue tarde también suma incertidumbre al escenario.

La tercera duda pasa por el resultado electoral. Cada vez parece más difícil que La Libertad Avanza tenga el triunfo contundente a nivel nacional que prometía hace unos meses. Ahora en la Casa Rosada hablan de un empate técnico con Fuerza Patria, un espacio político que no tiene representación en todas las provincias, pero cuando se desguazan atentamente los números que ellos mismos tienen, parece difícil hacer esa suma. Según reveló en este medio Jonathan Heguier, el “Excel” sobre el que trabajan en el comando de campaña los pone segundos lejos en la provincia de Buenos Aires y en Santa Fe, palo a palo en Córdoba y primeros en CABA pero con una diferencia menor a la esperada. Son números optimistas.

Más allá de los sondeos, que no hicieron nada en mucho tiempo para ganar nuestra confianza, hay otros datos que dan cuenta de la dificultad que tiene el oficialismo por delante. Este año ya se disputaron elecciones en diez distritos: ganaron solamente uno, ciudad de Buenos Aires, con apenas el 30 por ciento y abstencionismo récord. En Chaco se colgaron de la boleta del gobernador Leandro Zdero y ganaron la provincial, pero Zdero ya le está haciendo ojitos al nuevo armado federal Provincias Unidas. Los libertarios de Milei quedaron segundos lejos en la provincia de Buenos Aires, en Salta, en Misiones y en Jujuy. Terceros en Formosa y Santa Fe. Cuartos en Corrientes. No compitieron en San Luis.

Eso no significa que vaya a irles igual de mal en la elección nacional, pero sí nos da pistas importantes de que nunca, ni en su mejor momento, fueron la fuerza arrasadora que quisieron vendernos. Y ahora están lejos de su mejor momento. El fantasma del juicio político no se despejó y también lo ven desde Washington. De acuerdo a Diego Genoud y a datos del politólogo Pablo Salinas, Milei necesita entre 42 y 45 puntos a nivel nacional para garantizar un tercio de diputados que le permitan gobernar bloqueando el funcionamiento del Congreso, como hasta ahora. En 2017, cuando Macri hizo su mejor elección y parecía que iba a quedarse 20 años, sacó 41,75 por ciento, ganando PBA y palizas en CABA, Córdoba y Santa Fe.

No le dan los números. Tampoco si miramos la única memoria feliz de La Libertad Avanza, el triunfo electoral de 2023. Allí se topó, en las primarias y en las elecciones generales, con un techo férreo del 30 por ciento. El 56 por ciento del ballotage fue una foto de un sólo día que no volvió a verse desde entonces, y vivió casi dos años como un espectro alimentado por encuestas falopa de opinión pública. Si existió, brevemente, durante sus primeros días de gestión, la posibilidad de fundar una nueva alianza social duradera sobre ese 56 por ciento, Milei la dilapidó rápidamente con sus decisiones políticas y económicas, que son las que nos trajeron hasta acá en primer lugar. Y de eso se trata la cuarta duda, que es la más importante de todas.

Es la única en la que Milei depende de sí mismo. Por eso es la más importante de todas. Los aliados locales y extranjeros, los inversores, los empresarios, los dirigentes de la oposición no están mirando principalmente las reservas ni las tasas ni el precio del dólar ni el riesgo país: están mirando a Milei. En concreto, ¿qué va a hacer Milei? ¿Qué va a hacer para ganar las elecciones que él mismo convirtió prácticamente en un plebiscito definitivo sobre su gestión? Pero también, ¿qué va a hacer si gana? ¿Cómo va a encarrilar un país que en dos años se le salió de las manos? ¿Con quiénes va a hablar, a quiénes va a acercarse para construir gobernabilidad? ¿Será capaz de hacerlo? ¿Podrá cambiar para salvarse?

Las primeras respuestas a esas preguntas no son buenas. La escandalosa maniobra con la baja de retenciones dejó un tendal político en las zonas donde pesa con más fuerza la actividad agropecuaria, que es uno de los electorados clave que debe movilizar el gobierno para buscar un resultado digno. Milei no solamente cagó a los productores que venían reclamando la baja de retenciones al anunciar una medida que los dejó afuera del negocio, también los humilló. Fueron, durante algunas horas intensas, el hazmerreír en las redes sociales. Y por último, tras el desfalco y la humillación, la subordinación a Washington es prácticamente una garantía de que las retenciones no van a volver a bajar en el largo plazo.

Eso en cuanto a la posibilidad de remontar un resultado electoral que aparece, a priori, como probablemente adverso. Respecto a lo que suceda el día después, cuando hablan de gobernabilidad los yanquis están pidiendo lo que en otra época llamábamos “gobierno de unidad nacional” pero en este caso podríamos hacer una excepción y decirle “de unidad extranjera”. Esperan que algún gobernador asuma como jefe de Gabinete, que Macri aporte un par de ministros, incluso que consigan algún peronista con ganas de colaborar. El problema es que cualquiera de ellos va a poner una condición antes de sentarse a hablar ninguna otra cosa. Esa condición es correr a Karina. Y Javier Milei no está dispuesto a hacerlo