En paralelo con el portazo al Consejo de Mayo, la CGT comenzó a diseñar, en reserva, su propio mecanismo de reforma laboral para negociarlo con el ala política del Gobierno y saltearse el filtro del ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, sindicado como el mayor cruzado antiderechos y antisindical de la administración libertaria. El esquema contempla un régimen de primer empleo diferenciado del que rige para los trabajadores en relación de dependencia formales, con menos derechos y beneficios e incluso sin aportes al sistema previsional, ideado para asalariados menores de 30 años. La central obrera espera avanzar sobre esa base con el asesor Santiago Caputo, quien este miércoles recibió a solas al sindicalista Gerardo Martínez.
La iniciativa permanece por ahora como borrador a la espera de una señal de la Casa Rosada para habilitar una vía de negociaciones diferenciada del Consejo de Mayo. En ese ámbito Sturzenegger condujo el miércoles una exposición sobre la reforma laboral asentada en neutralizar a los sindicatos, reducir a su mínima expresión las unidades de discusión paritaria y asentar los salarios como ancla inflacionaria de manera formal. La charla posterior de Caputo con Martínez, jefe del gremio de albañiles (Uocra) y encargado de la diplomacia de CGT, buscó salvaguardar el vínculo y abrir una instancia de consenso sobre elementos menos ambiciosos para modificar la normativa laboral.
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Es que para el ala “política” de los libertarios (que el asesor estrella lidera), por encima del consignismo que evidencia Sturzenegger es clave avanzar con algún margen de consenso interno sobre un proyecto de formalización de millones de trabajadores que permanecen al margen de la legalidad y de simplificación de los esquemas de ingreso y egreso del mercado laboral. En varias oportunidades, y a contramano de la prédica del ministro de Desregulación, Caputo les hizo saber a los sindicalistas que no es su prioridad dañar a las estructuras gremiales.
En ese punto es donde conecta el esquema que proyecta en silencio la CGT. Parte de la base de que para incluir a millones de marginados no debería ser condición perjudicar a los que tienen trabajo registrado en la actualidad. Y que con un tope etario, estimado en 30 años, podría establecerse un régimen laboral específico para ingresantes al mercado laboral con mayor flexibilidad de salarios, vacaciones, jornada laboral e indemnizaciones que los previstos en la ley de Contrato de Trabajo, y un piso más acotado de protección social. Una suerte de consagración de una jerarquía menor de asalariados que recién gozarían de los derechos plenos de los formales de la actualidad una vez superada la franja de edad establecida.
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La central obrera asume que la propuesta parte de un escenario de derrota electoral y que incluso el Gobierno podría descartarla y avanzar sobre las ideas de máxima de Sturzenegger con la posibilidad concreta de tener un Congreso favorable. Pero confía en que el sector más dialoguista del Ejecutivo eventualmente se impondrá a los “halcones” y querrá dotar a Javier Milei del abrigo de una CGT por lo menos no rupturista. Un indicio de esa alternativa fue la integración de un nuevo triunvirato de secretarios generales sin ánimo confrontativo.
El futuro inmediato sin embargo es incierto. Si bien la intención del oficialismo es presentar el 9 de diciembre su menú reformista, que incluiría los cambios laborales, el contenido permanece como gaseoso y sujeto a cambios. Ante la falta de precisiones la CGT ya hizo saber que entre sus límites figuran la ultraactividad (la cláusula que mantiene vigentes los convenios colectivos de trabajo más allá de su vencimiento y hasta tanto sea suscripto uno nuevo por acuerdo de partes), las paritarias de alcance nacional (el Gobierno promueve discusiones regionales y hasta por empresa) y la vigencia de las jornadas laborales, vacaciones e indemnizaciones como rigen en la actualidad.
Sólo el tiempo dirá si es real o fingida la promesa de Caputo de contemplar la continuidad de esos pilares y dar pie a una reforma laboral “light”, o si se impondrá la postura maximalista de Sturzenegger que alimentan grandes estudios de abogados patronales.
