Por primera vez, capturan una instantánea de una manada de mamíferos extintos hace 10 millones de años

En un trabajo realizado sobre pisadas fósiles, pudieron mostrar que esos animales, con aspecto de ciervos, pero del tamaño de un perro y con pezuñas, tenían comportamiento gregario

17 de julio, 2025 | 14.18

Hace millones de años, sobre las estribaciones de la cordillera multicolor que se encuentra al Oeste de lo que hoy es la provincia de La Rioja y en montañas bajas que mucho más tarde serían habitadas por culturas precolombinas, deambulaban manadas de mamíferos similares a ciervitos del tamaño de un perro o algo mayores y que se cruzaban con armadillos, aves, flamencos y otras especies probablemente en su camino hacia fuentes de agua y alimento. Hoy podemos asegurarlo gracias al trabajo de un equipo de paleontólogos argentinos liderado por la doctora Verónica Krapovickas que acaba de publicar la revista Scientific Reports (https://www.nature.com/articles/s41598-025-06230-3) y que por primera vez revela una nueva y sorprendente fotografía de esos tiempos remotos: la de un grupo de pequeños ungulados [mamíferos con pezuñas], hoy extintos, caminando juntos hace 10 millones de años en esos paisajes semiáridos.

El grupo, integrado por Krapovickas, Rocío Vera, primera autora, y Cristo Romano Muñoz, estudió minuciosamente cientos de huellas fósiles conservadas en las rocas de Vinchina, La Rioja, y Huaquerías, Mendoza, y pudo probar que tenían comportamientos gregarios que nunca antes habían sido documentados con precisión. 

Diagrama de las pisadas

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“Las hipótesis previas sobre movimiento en grupo se habían hecho sobre huellas de dinosaurios, que eran unos rastros paralelos y a partir de las cuales se calculó que iban a la misma velocidad y con la misma dirección  –explica Krapovickas–. Acá vemos un cúmulo muy grande de pisadas entre las que no se identifica la secuencia de pasos individual. Lo que logramos fue calcular la dirección de cada una de esas pisadas y ver si había direcciones dominantes. Pudimos probar cómo el grupo se mueve con una direccionalidad y analizar muy en detalle cuál es la forma y cómo es la preservación de las huellas para asegurarnos de que no hay una superposición en el tiempo que genera ese volumen de pisadas en forma ficticia, sino que efectivamente se produjeron en un lapso de días”. 

Como les ocurre a muchos de sus colegas, el camino de Vera hacia la paleontología se inició en la infancia, transcurrida en Neuquén, donde vivió hasta los seis años. Recuerda con nitidez sus vivencias en El Chocón, donde caminó entre huesos y huellas fósiles que hoy son parte de un museo de sitio. Esos tenues rastros de épocas remotas encendieron su curiosidad primigenia por el pasado de la vida. Estudió Paleontología en la UBA y se doctoró en Geología.

En campaña

Krapovickas, que nació en Tucumán y estudió en la universidad nacional de esa provincia,  se considera “una naturalista nata". “Siempre me gustaron las ciencias naturales, la naturaleza, el campo, por eso estudié biología”, cuenta. Pero fue el encuentro con Gabriela Mangano, geóloga especializada en huellas fósiles, lo que selló su fascinación por estas leves trazas de un instante ya perdido en el tiempo: "Me dije 'Yo quiero hacer lo que hace ella'". Hoy, Krapovickas es la directora del Laboratorio de Icnología [disciplina que estudia las huellas o señales de actividad dejadas en los sedimentos o rocas por organismos vivos] de Tetrápodos.

En las huellas o pisadas fósiles es posible dilucidar rasgos y comportamientos que no surgen de los huesos, por lo que ofrecen información complementaria sobre el rompecabezas del pasado remoto de la vida. “Las huellas son como una fotografía del pasado –dice Krapovickas–. La tecnología y el estudio de pisadas fósiles lo que tiene de maravilloso es que son marcas vivas de la actividad de esos animales. Cuando una ve las pisadas, el animal se estaba moviendo, puede imaginárselo y también calcularlo. Es una imagen muy viva de organismos hoy desaparecidos. En el estudio de esqueletos, uno puede tener más precisión en términos de la asignación sistemática. Como las pisadas son más generales (o sea, varias especies pueden tener un tipo de huella muy parecida), entonces solo se pueden asignar a una familia o un grupo. En este caso, hablamos de proterotéridos [de Proterotheriidae, los ‘primeros animales cuadrúpedos’], un grupo de ungulados extintos, pero no decimos qué especie en particular porque las posibilidades son varias. Y la chance de estar equivocándonos aumenta mientras más precisión buscamos. En la mayoría de los casos, se pierde precisión en la identificación de los productores, pero se gana en entender el contexto y su interrelación con otras especies. Se puede saber con qué otros animales convivieron, en qué entorno geológico, cuál era el paisaje que habitaban… Porque los huesos se trasladan, se los lleva un río o se los come un animal y los mueve, pero las huellas, no”.

Estas marcas, que a lo largo de 6000 metros en la ruta hacia Laguna Brava se advierten a simple vista, revelan una diversidad asombrosa: además de los ungulados, hay rastros de armadillos, maras, tortugas, lagartos, diversas aves (incluyendo flamencos y aves caminadoras tipo ñandú) y roedores.

Estudiando la orientación de las pisadas, los investigadores pudieron determinar por primera vez que ese grupo de proterotéridos tenía comportamiento gregario; es decir, que constituían lo que hoy llamaríamos manadas. "Los proterotéridos son un grupo extinto y nativo de América del Sur, sin relación biológica con los ungulados actuales. En este caso, pesaban entre 10 kilos y algo más de 20; eran algo así como un pequeño ciervito del tamaño de un perro, pero con pezuñas monodactilares, como las de los equinos modernos”, describe Vera. 

Al analizar la acumulación de más de 300 huellas en ambos sitios, los autores pudieron probar que tenían una tendencia direccional clara. "Lo que nosotros vemos es que los animales caminan como en eventos cronológicos”, destaca la científica.

Esta es la primera vez que se documenta de forma fehaciente el comportamiento en un grupo de estos ungulados extintos, parientes cercanos de los macrauquénidos (como la Macrauchenia patachonica una especie de camello gigante con trompa). En el Mioceno, cuando esa manada se desplazaba por el Noroeste de nuestro actual territorio, la Cordillera de los Andes ya se había  elevado y el clima empezaba a adquirir características semiáridas similares a las actuales. El estudio geológico sugiere la presencia de sistemas de ríos y de "lagunas efímeras" que debían atraer a numerosas especies cuyas pisadas se cruzan entre sí y evidencian que eran sitios muy transitados a los que acudían en busca de agua y alimento.

Las paleontólogas Verónica Krapovickas (a la izquierda) y Rocío Vera

Martín Ezcurra, paleontólogo del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, que no participó en este estudio, explica que en paleontología de vertebrados la mayoría de los trabajos se realizan sobre las partes duras, sobre restos óseos o dientes, que aportan mucha información taxonómica y sobre lazos de parentesco, pero no tanta sobre el comportamiento de los individuos. En cambio, esto se puede inferir de la asociación o ‘rastrillado' de huellas. “En el caso de las que estudiaron en este trabajo –afirma–, pertenecen a un grupo de mamíferos que son los los ungulados nativos sudamericanos, que fue un grupo extremadamente diverso durante la Era Cenozoica, que apareció poco después de la extinción de los dinosaurios. El grupo se extinguió totalmente hace relativamente poco, unos miles de años. Durante este período, fue muy, muy diverso, tanto en lo que respecta a cantidad de especies como también en su morfología general. De allí que la información sobre su comportamiento es muy interesante, ya que como no hay representantes actuales, la única evidencia que podemos obtener surge de restos fósiles o, como en este caso, de huellas fosilizadas. Los autores estudiaron más de 350 huellas correspondientes a dos sitios de Argentina, uno en la provincia de La Rioja y otro en Mendoza, y gracias a los análisis tanto anatómicos como sedimentológicos pudieron llegar a conclusiones robustas y valiosas. La más notable e importante es que estas rastrilladas de huellas fueron realizadas de manera sincrónica, o sea, al mismo tiempo por diferentes individuos. Esto indica un comportamiento gregario, o sea animales que convivían en la misma manada, cosa que presentan muchos grupos de mamíferos actuales, como por ejemplo ungulados en los diferentes continentes. Hoy las conocemos, pero no teníamos conocimiento directo y tan claro como el que muestran los autores de este trabajo para este grupo extinto de ungulados nativos sudamericanos. La gran novedad que reviste el trabajo es haber podido desentrañar ese aspecto comportamental de un grupo totalmente extinto de mamíferos tan diverso en ese momento”. 

Verónica Krapovickas

El estudio de pisadas fósiles es una subdisciplina de la paleontología que permite ver "marcas de actividad en la roca –explica Krapovickas–. Incluso lo está aplicando ahora a homínidos en África un grupo con el que estamos en contacto . Ellos están lidiando con este mismo problema y es dilucidar cómo van perdiendo definición a medida que pasan los días, cuál es el desgaste del viento… Porque las huellas sufren una ‘meteorización’, se secan, se les forman grietas. Entonces, cuando todas tienen las mismas características y no presentan esas modificaciones, eso indica que se produjeron en un lapso muy corto y es posible advertir diferencias en términos de días, que en tiempos geológicos es lo mismo que nada”. 

Se estima que el grupo estudiado por Vera y colegas debe haber existido durante unos 40 millones de años. “Después de la época de los dinosaurios, cuando se fragmentan Pangea y Gondwana, América del Sur queda como una isla separada del resto de los continentes actuales y genera una fauna endémica única muy diferente de la del resto del mundo, como ahora ocurre en Australia –explica Krapovickas–. Pero después, cuando se forma el istmo de Panamá y Sudamérica se conecta con Norteamérica, entran los placentarios, los perezosos terrestres, empieza lo que se conoce como el ‘gran intercambio biótico sudamericano’, y la fauna se hace más homogénea, los mamíferos sudamericanos pierden fuerza y pocos grupos se mantienen hasta la actualidad. Cuando ingresan las especies invasoras, desplazan competitivamente a las locales que se van haciendo cada vez menos diversas hasta que se extinguen”.