Por segunda vez (la primera había sido antes de la pandemia, cuando obtuvo el primer premio del concurso Bright Minds Challenge, una competencia global liderada por la compañía DSM y acompañada por una coalición internacional de empresas interesadas en promover el desarrollo de tecnologías que hagan posible la producción sustentable de energía), el sistema que concibió Ernesto Calvo, exdirector del Instituto de Química, Medio Ambiente y Energía (Inquimae, de la UBA y el Conicet), para extraer litio de forma sustentable y económica es elegido por un jurado internacional entre decenas de propuestas de investigadores destacados de todo el mundo.
Ahora acaba de quedar seleccionado entre los cinco finalistas del concurso Labs4Climate, “un llamado internacional a presentar innovaciones que pueden ayudarnos a lograr emisiones cero”, la primera edición de Labs4Climate, organizado por NetZero Tech Ventures en colaboración con Chevron. El ganador se conocerá el 3 de junio, después de que cada uno presente su propuesta en vivo.
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“Hace un par de meses, la hija de un científico del Balseiro que está trabajando en Israel me escribió y me dijo que estaban organizando este concurso y me invitaban a presentarme –cuenta Calvo, entusiasmado por este nuevo reconocimiento–. Envié toda la documentación y ahora me avisaron que quedé entre los cinco finalistas”.
El premio consiste en una suma de dinero para el investigador y, no menos importante, abre la posibilidad de que Chevron invierta hasta un millón y medio de dólares en el desarrollo del proyecto.
La idea, ya patentada, es una alternativa disruptiva a los métodos ancestrales y actuales de extracción de litio que se basan en la evaporación. El sol es gratuito, pero muy lento: lleva entre seis meses y un año que se evapore el agua de la salmuera en la que está disuelto el metal y quedan barros contaminantes. De modo que Calvo y su equipo se preguntaron si era posible utilizar la tecnología de las baterías para extraerlo.
En ocasión de ganar el anterior premio, Calvo y Florencia Marchini, que trabajó con él, explicaban que la batería tiene dos electrodos: uno, positivo, absorbe iones litio (átomos cargados positivamente) desde la solución acuosa hasta el seno del electrodo (un óxido que tiene sitios en la red cristalina en los que se puede «meter» y «sacar» litio, como una esponja); el otro puede capturar reversiblemente aniones (de carga negativa), en particular cloruros, que son los que mayormente están presentes en la salmuera. Eso se logra aplicando una corriente, es un método electroquímico. En una primera etapa se llena el reactor con salmuera, y en la siguiente etapa se vacía la celda, se llena con una solución de recuperación en la cual simplemente invirtiendo la polaridad de los electrodos se van a liberar los iones capturados en la etapa anterior. Para todo el proceso, utilizarían energía solar en un lugar (las salinas), que recibe 2600 kw/hora por metro cuadrado, de modo que el litio no solo permitiría el almacenamiento de energía renovable, sino que el método de extracción también sería sostenible. Además, aunque para obtener una tonelada de litio hay que procesar cientos de miles de metros cúbicos de salmuera, con el método diseñado por Calvo y su equipo el agua de las salinas volvería a su lugar de origen.
“Nosotros primero hicimos la prueba de concepto y ganamos ese premio en Amsterdam –cuenta Calvo–. Ahora estamos desarrollando los reactores para ensayar cómo se aplicaría la tecnología para extraer litio en gran escala. Logramos tener lo que se llama un mínimum viable product (MVP), o sea un prototipo de tamaño mínimo que permite hacerse todas las preguntas y encontrar cuáles son los parámetros críticos como para después llevarlo a escala industrial”. Con ese fin, se asociaron con la compañía Laring (Laboratorio Argentino de Investigación Galvanotécnica) creada por químicos egresados también de la Facultad de Ciencias Exactas que hace tratamiento de superficies, cromado, niquelado, anodizado. “Con ellos estamos creando la empresa LitiAR Sociedad Anónima para desarrollar estos métodos electroquímicos para la extracción de litio –destaca Calvo–. A partir de ahí, lo que sigue es buscar socios que tengan dos características: que no solamente puedan invertir en cantidades mayores, sino que también tengan la capacidad de hacer ingeniería en gran escala. Eso está ocurriendo en Australia y en Estados Unidos con empresas que estoy seguro que están detrás nuestro en el desarrollo la tecnología, están haciendo lo que nosotros hacíamos hace cuatro o cinco años”.
Y concluye: “La Argentina tiene opciones propias, no es necesario ir a buscar tecnología a otros países. INVAP hizo satélites, radares… Ahora nos vuelven a seleccionar a nosotros en una competencia internacional… Quiere decir que en el país hay capacidades que hay que preservar. Se llego a LitiAR y al reconocimiento internacional porque un grupo de investigadores y becarios de Conicet y la UBA trabajaron durante años para lograrlo. Esto muestra el valor económico de la inversión en la ciencia. Pero a veces pareciera que es más fácil ser valorados afuera que acá”.
Los restantes cuatro finalistas son el profesor Yossi Paltiel, de la Universidad Hebrea, el profesor Wei Liao, de la Universidad Estatal de Michigan State, el doctor Nir Tzabar, de la Universidad Ariel, y el estudiante doctoral Erez Ruck, del Instituto Technion, de Israel.