Paleontólogos hallaron en la Patagonia los restos de un nuevo dinosaurio carnívoro, pero lo asombroso no se detiene allí, sino que entre sus mandíbulas conservaba parte de lo que habría sido su última comida. El ejemplar, bautizado Joaquinraptor casali, pertenece a la familia de los megaraptores, un grupo de depredadores que habitaron Sudamérica, Asia y Australia durante el Cretácico.
El fósil fue encontrado en la provincia de Chubut y tiene unos 70 millones de años. Lo que llamó la atención de los investigadores fue que entre los huesos de su cráneo apareció un fémur de cocodrilo del mismo período. Esta coincidencia podría revelar una escena congelada en el tiempo, y es la del depredador en plena cacería, antes de ser enterrado por sedimentos. “El comportamiento fosilizado, si es que realmente se trata de eso, es tan poco frecuente que hay que celebrarlo cuando ocurre”, explicó Matthew Lamanna, paleontólogo del Museo Carnegie de Historia Natural de Pittsburgh y Explorador de National Geographic.
Cómo fue el descubrimiento
El descubrimiento fue liderado por Lucio Ibiricu, del Instituto Patagónico de Geología y Paleontología, quien relató que todo comenzó cuando su colega Bruno Álvarez encontró un pequeño fragmento de hueso que sobresalía de la roca. Lo que siguió fue un trabajo minucioso que permitió recuperar el cráneo, los brazos, parte de las piernas, costillas y vértebras del Joaquinraptor, uno de los megaraptores más completos hallados hasta ahora.
El animal medía más de siete metros de largo y pesaba más de una tonelada. Con un hocico alargado, brazos robustos y garras curvas, probablemente atrapaba a sus presas con fuerza y precisión. Los científicos describieron la nueva especie el 23 de septiembre de 2025 en la revista Nature Communications, destacando su importancia para entender cómo vivían los grandes depredadores del final del Mesozoico.
“Los megaraptores son un misterio principalmente porque la mayoría de sus fósiles están muy deteriorados”, señaló Lamanna. A diferencia de otros hallazgos fragmentarios, este ejemplar ofrece una ventana más completa a la vida de estos cazadores que prosperaron en regiones donde los tiranosaurios no existían.
Fernando Novas, paleontólogo del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, celebró el hallazgo y destacó su valor científico: “El nuevo descubrimiento ofrece interesantes novedades sobre la supervivencia de los dinosaurios megaraptoridos hasta el final del Mesozoico”.
En este sentido, la hipótesis de que el cocodrilo era efectivamente su presa ganó fuerza, y es que los huesos se encontraron articulados y sin signos de haber sido arrastrados por corrientes, lo que sugiere que el depredador fue enterrado poco después de su última cacería. “Este es un aspecto sensacional del descubrimiento”, agregó Novas, “y me imagino que puede constituir una instantánea fotográfica de la interacción ecológica entre dos grupos depredadores diferentes”, cerró.
