La deuda no se trata solamente de una cuestión de dinero o de economía, sino una medida de carácter político y sobre todo socio cultural. Al contrario de lo que plantea y celebra el gobierno de Javier Milei como más libertad, la deuda esclaviza y condiciona, y cuando se extiende en el tiempo se vuelve un método de control y disciplinamiento que impacta sobre las formas de vida, expectativas, posibilidades y proyectos de las personas. Dicho razonamiento aplica al nuevo acuerdo que logró Caputo con el Fondo Monetario Internacional, que suma 20 mil millones de dólares a la deuda Argentina, pero también a la reforma macro económica y el proyecto de financiarización de la economía doméstica que ha trasladado el régimen de endeudamiento a las casas y a las billeteras, en un doble movimiento tan audaz como explosivo.
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En la Argentina libertaria las personas dejaron de usar tarjeta de crédito o las herramientas bancarias ordinarias para financiar proyectos grandes como una vivienda, un vehículo, bienes de consumo durable como electrodomésticos o computadoras, o bienes de capital para pequeños emprendimientos, estudios o un viaje. La particularidad de la situación que atraviesa nuestro país es que los créditos no se trasladan a un mayor acceso a bienes y servicios.
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Mayoritariamente se utilizan para consumos puntuales en supermercados, kioscos, panaderías o almacenes, el pago del alquiler, impuestos y servicios, o deudas contraídas previamente. El endeudamiento se volvió en los últimos meses la principal estrategia de supervivencia ante la consolidación de un panorama de deterioro estructural del poder adquisitivo y una economía familiar en emergencia.
Según datos publicados por el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPYPP), a fines de 2024, nueve de cada diez familias tomaron algún tipo de deuda en dicho período. En ese marco, más de la mitad de los créditos se usó exclusivamente para comprar alimentos; el 41,4% de los hogares se vio obligado a usar sus ahorros para cubrir gastos cotidianos; un tercio tuvo que recurrir al pedido de préstamos a familiares o amigos; y más del 10% depende de la entrega de alimentos y bienes que realizan las organizaciones sociales, religiosas o el propio Estado para sobrevivir.
En el siglo XXI la deuda puede generarse en diferentes formatos: algunos más tradicionales como tarjetas de crédito, préstamos bancarios, y créditos de financieras, y otros vinculados a un esquema de financiarización de la economía mayormente informalizada como prestamos informales, billeteras virtuales, apuestas online, y estafas piramidales. No casualmente se pondera el achicamiento de las funciones del Estado, la destrucción del Banco Central y la desregulación de los mercados, apuntando a un modelo de autogestión de los individuos y el surgimiento de opciones de financiamiento por fuera de las normas e instituciones tradicionales.
La deuda como mecanismo de control social
En este formato acelerado de financiarización de la vida cotidiana, que LLA vende como un éxito de la batalla cultural, la deuda se vuelve una constante a considerar en la dimensión material, de modo que está hiper presenta en las conversaciones, la opinión pública y la planificación presupuestaria familiar; y en una dimensión más simbólica, en relación a la producción de nuevas subjetividades neoliberales que incorporan y naturalizan la idea del riesgo, el cálculo, la incertidumbre, y la adrenalina típica de los tópicos y entornos financieros. Es que la deuda, como columna vertebral del capitalismo contemporáneo, puede ser considerada un fuerte dispositivo político y cultural de control y disciplinamiento.
Al respecto, el filósofo francés Gilles Deleuze analiza, en su texto "Postdata sobre las sociedades de control", que en las sociedades contemporáneas los sistemas de control ya no se basan en dispositivos de encierro físico, confinamiento o instituciones cerradas (cárceles, escuelas, hospitales, manicomios), como ocurría en las sociedades disciplinarias. La paradoja del mundo que nos rodea es que son los propios sujetos quienes eligen cada día y se auto infligen, de forma inconsciente pero no por ello menos eficiente, los mecanismos de control y vigilancia. De esta manera somos monitoreados y manipulados a través de las redes sociales, plataformas digitales, métricas y lógicas del rendimiento, la imposición del emprendedurismo, la consigna del ser “tu propio jefe”, la gratificación a corto plazo, la idea de éxito financiero como salvación, el consumo, las finanzas, y las deudas, todos elementos adictivos que nos atan al sistema y nos empujan a una competencia permanente por recursos y oportunidades.
“El funcionamiento de los mercados es ahora el instrumento del control social y conforma la raza impúdica de nuestros amos. El control es a corto plazo y de rápida rotación, pero también continuo e ilimitado, mientras que la disciplina era de larga duración, infinita y discontinua. El hombre ya no es un hombre encerrado, sino un hombre endeudado”, advierte el escritor francés. Las deudas se han convertido en el más eficaz mecanismo de control de las personas ya que impactan directamente en la vida efectiva y material, y al mismo tiempo individualizan las responsabilidades y fragmentan la capacidad de agencia de las personas.
El concepto de gubernamentalidad de Michel Foucault puede aplicar a este modelo de ejercicio del poder descentralizado y un sistema productor de sujetos disciplinados, auto gobernados, auto regulados, a través de sutiles dispositivos, como el endeudamiento, disfrazados bajo la ilusión de una libertad para elegir, que influyen en la conducta de los individuos, en la organización social y en las diferentes esferas institucionales. La deuda genera un estado permanente de dependencia económica, sacrificio, hiper productividad, alerta, incertidumbre, por lo que deja de ser un problema netamente económico para convertirse en una máquina de producción de sujetos deudores con su correspondiente moralidad.
Feminización del endeudamiento
Las mujeres suelen endeudarse más que los hombres en todo el mundo. Existen diversos factores que lo explican pero el principal es la menor independencia económica de quienes suelen ser jefas de hogar y el principal sostén de sus familias en contextos de bajos recursos. El informe denominado “Endeudamientos, géneros y cuidados en la Argentina”, elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Ministerio de Economía, entre octubre y noviembre de 2022, subraya que los hogares encabezados por mujeres con hijos e hijas a su cargo son los que más necesitan financiamiento.
Según los resultados del relevamiento, casi el 60% de los hogares sostenidos por mujeres manifestó haber recurrido a financiamiento, frente a un 50 % de hogares sostenidos por varones. El fenómeno de feminización de las deudas se vincula directamente con la desigualdad estructural que enfrentan las mujeres en el acceso a los recursos. Además, las identidades feminizadas son quienes más sufren la falta de acceso al mercado formal, los mayores niveles de desempleo y menores remuneraciones, situación que está relacionada con la solicitud de financiamiento: según el estudio el 69% de las trabajadoras informales solicitaron algún tipo de financiamiento frente al 49% de trabajadoras formales.
Tal como indican los datos del archivo de la CEPAL, la desigual distribución de las tareas de cuidado condiciona a las mujeres, dado que son las principales responsables de su gestión mental y financiera, y quienes destinan gran parte de sus recursos a la compra de alimentos, medicamentos y al pago de deudas. El peso de ser las únicas a cargo de la gestión monetaria del hogar, los cuidados y las estrategias de financiamiento, en momentos de crisis económica y altas tasas de inflación, pueden conducir a espirales de endeudamiento y situaciones de alta vulnerabilidad financiera.
El documento evidencia, en este sentido, cómo en hogares de ingresos bajos predomina el uso del financiamiento como estrategia para sostener consumos corrientes como la compra de alimentos, el pago del alquiler, o servicios de educación y salud: el 63,8% de los hogares utilizó los créditos/préstamos para gastos en comida y medicamentos, un porcentaje que asciende al 65,4% en el caso de hogares sostenidos por mujeres. La gestión cotidiana de la deuda se termina transformando en una forma de trabajo, un trabajo de la deuda, realizado principalmente por las mujeres, en la sombra, de forma solitaria, gratuita y como un síntoma de las economías financiarizadas.
El escenario se complejiza dado que, por su mayor vulnerabilidad económica y las responsabilidad familiares y del hogar, que pueden limitar sus oportunidades laborales y su capacidad de generar ingresos, las mujeres suelen recurrir a fuentes de financiamiento informales y prestamistas. Estas salidas y opciones por sus características desreguladas, a menudo terminan generando deudas significativas: dependen de acuerdos privados, se piden en condiciones asimétricas, y tienen una mayor opacidad en sus términos. Justamente la evidencia indica que los hogares encabezados por mujeres recurren en mayor proporción (17,2%) que los varones (13%) a fuentes informales.
Estafas piramidales y telares de la abundancia
Las crisis económicas suelen llevar a un aumento de las actividades fraudulentas, informales, ilegales. Esto pasa especialmente en una economías financiarizadas, donde la especulación y las actividades financieras eclipsan y remplazan la inversión en la economía real. En el contexto actual de Argentina existe una relación directa entre los niveles de endeudamiento de las familias y la vulnerabilidad a caer en estafas o apuestas online, fomentada por la presencia territorial y capilaridad de los estafadores. Ante la falta de oportunidades y la reducción del poder adquisitivo, especialmente jóvenes y mujeres, intentan buscar soluciones rápidas y ganar dinero fácil para sus problemas financieros, lo que los hace más susceptibles a caer en la ludopatía y las estafas online exacerbando el quiebre financiera de las personas y sus familias.
Las mujeres particularmente suelen ser más atraídas por propuestas colectivas o esquemas piramidales como los "telares de abundancia" o los mandalas del dinero, que, bajo el disfraz del empoderamiento financiero, los discursos feministas y un imaginario new age, prometen multiplicar las inversiones a través de una supuesta red de economía solidaria en la que las ganancias dependen de la incorporación permanente de nuevos miembros. La venta de estos “círculos de hermanas” como redes de apoyo y solidaridad entre mujeres, apelando al sentido de comunidad y paridad, facilita que las mujeres confíen y se sumen. No casualmente los esquemas piramidales y los negocios de marketing multinivel (MLM) buscan predominantemente reclutar mujeres madres en situación de vulnerabilidad económica e informalidad, como una oportunidad para trabajar desde casa y administrar los propios horarios.