En el país, los robots domésticos todavía son percibidos como bienes de lujo y su presencia está lejos de ser masiva. Aunque existen dispositivos como aspiradoras robotizadas o asistentes virtuales, su adopción depende del poder adquisitivo y de las barreras de importación, lo que deja a la mayoría de los hogares argentinos fuera del alcance de estas tecnologías. Algunas empresas comienzan a dar los primeros pasos en la producción y comercialización de robots para distintos usos, pero enfrentan desafíos estructurales: falta de financiamiento, escasa capacitación y una política pública todavía incipiente para impulsar el sector.
Lo que antes eran GPS que guiaban por voces configurables por afinidad y cámaras de estacionamiento integradas en autos, hoy vuela en drones y toma forma de humanoides. Las posibilidades parecen infinitas aunque el contexto del país no acompañe del todo. En este escenario, el país enfrenta el desafío de construir un ecosistema donde la robótica no solo llegue a los hogares, sino también transforme el trabajo, la economía y la vida cotidiana.
Países como Japón, Corea del Sur o Estados Unidos llevan a la vanguardia su desarrollo, ya sea para automatizar procesos, para mejorar la línea de producción de fábricas o en inteligencia artificial, invirtiendo miles de millones para su desarrollo. Pese a este panorama globalizado, la presencia de estos dispositivos en Argentina está lejos de alcanzar la escala que se observa en otras economías más desarrolladas. Entre tantas preguntas, sobresalen: ¿cuán lejos estamos de que la robótica transforme realmente la vida en los hogares y en los espacios de trabajo?
Actualmente, los robots domésticos son percibidos como dispositivos de lujo, pero la historia de la tecnología demuestra que su costo tiende a reducirse con el tiempo. Un ejemplo claro son las aspiradoras robotizadas, que pasaron de ser un producto exclusivo a tener opciones más accesibles para el público general. "El avance en sensores y software ha permitido que estos dispositivos sean cada vez más eficientes y económicos", afirma Taihú Pire, investigador del CONICET y director del laboratorio de robótica del Instituto CIFASIS.
En Argentina, el acceso a esta tecnología depende en gran medida de la economía del país y del poder adquisitivo de la población. A diferencia de otras regiones donde los robots domésticos están ampliamente difundidos, en el país su penetración sigue siendo baja. "La falta de producción local y los costos de importación limitan su masificación", agrega el especialista.
El investigador destaca que el desarrollo de la robótica en Argentina es limitado y está impulsado mayormente por el sector académico. "En el país, los avances provienen de grupos de investigación que trabajan en universidades y centros del CONICET, pero sin una articulación con la industria, el impacto es restringido", sostiene. Mientras que en países como China o Estados Unidos la robótica se desarrolla con una fuerte inversión estatal y privada, en Argentina el sector industrial aún no ha incorporado la automatización como un eje central de su crecimiento.
Existen pequeñas empresas tecnológicas que comienzan a incursionar en el sector. Indama y Shibot, por ejemplo, han desarrollado soluciones robóticas para distintos rubros, pero su alcance es limitado. Según Pire, la falta de financiamiento y políticas de incentivo frena el crecimiento de esta industria. "Para que la robótica tenga un impacto real en el país, es fundamental generar un ecosistema donde las empresas tecnológicas puedan trabajar en conjunto con la academia", explica.
Para Franco Davicino, Product Manager de Big Dipper Technology, restan unos 10 años para ver robots "en la gran mayoría de los hogares" del país. Su proyección se basa en los avances que ya se observaron de la inteligencia artificial y la producción de equipos.
Para Franco Davicino, Product Manager de Big Dipper Technology, restan unos 10 años para ver robots "en la gran mayoría de los hogares" del país.
Impacto en el trabajo, la economía y nuestra privacidad
La automatización ha sido una constante en la historia del trabajo. En la industria, los robots ya cumplen funciones específicas en fábricas, sobre todo en cadenas de montaje y manufactura. Sin embargo, la robótica tiene el potencial de transformar otras áreas, como la agricultura y los servicios. En el sector agropecuario, por ejemplo, la aplicación de robots permitiría un uso más eficiente de los recursos. "Hoy en día se están desarrollando robots capaces de detectar malezas y aplicar herbicidas únicamente sobre las mismas y no sobre todo el cultivo, reduciendo el impacto ambiental y los costos de producción", señala Pire.
Los robots autónomos permiten abordar tareas que resulten tediosas o peligrosas para las personas como es el caso de robots de exploración espacial o acuática, o para operaciones de búsqueda y rescate de personas en áreas hostiles como en los casos de derrumbe de un edificio.
Uno de los aspectos más debatidos en torno a la incorporación de robots en la vida cotidiana es el impacto en la privacidad. "Estos dispositivos recopilan una gran cantidad de información sobre los usuarios, desde el diseño de sus hogares hasta sus rutinas diarias", explica Pire. En países con legislaciones avanzadas, existen normas estrictas para proteger estos datos, pero en Argentina la regulación aún es incipiente.
Esto abre la puerta a posibles vulneraciones de la privacidad si los datos recopilados por estos dispositivos son utilizados sin el consentimiento de los usuarios.
En los últimos años, algunas empresas argentinas han comenzado a interesarse en el desarrollo de robots, sobre todo en el ámbito de la automatización industrial y comercial. Big Dipper, una de las principales empresas tecnológicas del país, se ha vuelto referente en gran parte del mercado de robots industriales y está impulsando su aplicación en distintos sectores.
Davicino, de Big Dipper Technology, explica que "el empresariado argentino recién en los últimos años comenzó a ver la robótica como una inversión estratégica". Según Davicino, el principal obstáculo para su adopción masiva sigue siendo el costo y la falta de capacitación para integrar estos sistemas en distintos rubros.
Si bien la robótica ya es una realidad en distintos sectores de la economía mundial, en Argentina su desarrollo aún es incipiente y enfrenta desafíos estructurales. La falta de inversión, la escasa articulación entre la ciencia y la industria, y la ausencia de regulaciones claras en materia de privacidad son algunos de los obstáculos que impiden su expansión.
El G1: El robot del momento, entre la versatilidad y costos accesibles
Uno de los desarrollos más prometedores es el G1, un robot humanoide que se distingue por su versatilidad. "Puede aplicarse en distintos campos según la necesidad del cliente", comenta Davicino. Además, su costo es considerablemente más bajo en comparación con modelos anteriores como el H1, que superaba los 100.000 dólares. Hoy, el G1 tiene un precio de entrada de 30.000 dólares, lo que lo hace más accesible para diversas industrias.
En el ámbito industrial, el G1 puede desempeñar tareas repetitivas en líneas de montaje, especialmente en sectores como la automotriz y la producción a gran escala. En seguridad, se proyecta como un acompañante o reemplazo progresivo para guardias en el futuro. En el hogar, su implementación inicial podría enfocarse en el cuidado de adultos mayores.
A pesar de los avances, Davicino señala dos barreras principales para la adopción masiva de la robótica en el país: "El miedo de las personas por falta de conocimiento y el costo todavía elevado". Aunque los precios han disminuido, la masificación de esta tecnología aún requiere tiempo y mayor accesibilidad económica.
"Basándonos en los avances de la inteligencia artificial y la producción de equipos, dentro de 10 años podríamos ver robots en la gran mayoría de los hogares", proyecta Davicino. El ritmo de adopción dependerá de la evolución en costos y la aceptación del público.