Shock por el cometa 3I/ATLAS que revolucionó la astronomía y despertó teorías conspirativas

Descubierto en julio, este visitante interestelar con trayectoria hiperbólica y brillo inusual generó debate entre científicos y aficionados, porque podría revelar la verdad sobre la formación de sistemas planetarios antiguos.

13 de noviembre, 2025 | 20.37

En julio pasado, el descubrimiento de 3I/ATLAS, un cometa con origen interestelar, conmocionó a la comunidad astronómica y despertó una ola de especulaciones en redes y foros. Se trata del tercer objeto interestelar detectado por la humanidad, con una trayectoria hiperbólica que indica que nunca volverá a nuestro sistema solar.

Con una velocidad aproximada de 60 kilómetros por segundo, este cometa no orbita el Sol, sino que lo atraviesa en un viaje fugaz. Su brillo y composición resultaron inusuales, lo que generó un interés científico sostenido y también teorías conspirativas sobre su posible naturaleza artificial. El Laboratorio Nacional de Investigación de Astronomía Óptica-Infrarroja (NOIRLab) aportó datos clave que confirmaron que 3I/ATLAS es un cometa natural.

Su brillo variable se debe a la sublimación de materiales volátiles como agua, metano y amoníaco al recibir el calor solar, generando chorros de gas y polvo que modifican su luminosidad y color. Estas reacciones químicas explican los destellos y cambios de color en su coma, que algunos interpretaron erróneamente como señales artificiales. Las agencias espaciales descartaron cualquier indicio de propulsión o maniobras inteligentes.

La controversia se intensificó cuando Avi Loeb, astrofísico de Harvard, sugirió que podría ser una sonda enviada por una civilización avanzada. Loeb argumentó que, según sus cálculos, el cometa debería haberse fragmentado en 16 pedazos si fuera natural, y al no observarse fragmentos, propuso que “los científicos deberían considerar la posibilidad de que no se trate de un cometa ordinario”.

Sin embargo, esta hipótesis fue rápidamente desestimada por otros expertos. Qicheng Zhang, del Observatorio Lowell, afirmó que “todas las imágenes que he visto muestran un cometa de aspecto bastante normal y saludable”. Además, los astrónomos señalaron que Loeb malinterpretó parámetros orbitales y subestimó la masa expulsada por los chorros de gas.

Las teorías sobre el origen del cometa 3I/Atlas

Jason T. Wright, profesor en la Universidad Estatal de Pensilvania, fue aún más crítico: “En sus artículos y en su blog, regularmente demuestra desconocimiento de conceptos bien establecidos de la ciencia planetaria, malinterpreta artículos y llega a conclusiones erróneas”. Los especialistas del NOIRLab explicaron que las variaciones en el color de la luz reflejada por el cometa se deben a cambios de temperatura y a la sublimación de compuestos helados, lo que provoca una transición cromática del verde al azul intenso, captada por telescopios sensibles.

Así, lo que parecía un cambio súbito de color no es más que un fenómeno natural, sin indicios de inteligencia artificial o tecnología avanzada. Para la comunidad científica, 3I/ATLAS representa una oportunidad única para estudiar la materia prima de sistemas planetarios antiguos. Su núcleo contiene partículas de polvo y hielos atrapados desde el origen del universo, funcionando como una cápsula del tiempo cósmica.

Mediante espectroscopia, se confirmó que el cometa posee moléculas comunes en cometas del sistema solar interior, como cianuro de hidrógeno, monóxido de carbono, agua y metano. Estas coincidencias sugieren que los procesos de formación planetaria siguen patrones universales, incluso en sistemas estelares distantes. El equipo de NOIRLab destacó que observaciones del Very Large Telescope (VLT) detectaron estas moléculas familiares, reforzando la idea de que 3I/ATLAS es un visitante natural con composiciones similares a las de nuestro entorno cósmico.

El cometa 3I/ATLAS es el tercer objeto interestelar detectado por la humanidad.

A diferencia de ‘Oumuamua y 2I/Borisov, los dos objetos interestelares anteriores, 3I/ATLAS es más masivo, más luminoso y posiblemente más antiguo. La NASA y la ESA estiman que se formó hace unos siete mil millones de años en un sistema estelar que ya no existe o que cambió drásticamente. Su paso por el Sistema Solar interior es una oportunidad irrepetible para que diferentes sondas espaciales tomen imágenes detalladas antes de que el cometa se aleje definitivamente. Estos datos permitirán entender mejor cómo se agrupan los compuestos volátiles en cometas interestelares y si presentan diferencias con los que orbitan el Sol.

El seguimiento de 3I/ATLAS es un desafío tecnológico: al desplazarse tan rápido y con una órbita única, los astrónomos coordinan telescopios distribuidos globalmente para monitorearlo en tiempo real. Los radiotelescopios analizan los gases liberados, mientras que los instrumentos ópticos e infrarrojos observan variaciones en brillo y estructura.

Cuanta más información se recolecte antes de su partida, mejor será la comprensión de los procesos de formación en otros sistemas planetarios. Aunque el cometa no volverá, su legado científico perdurará en los modelos que expliquen la evolución de cuerpos celestes en el cosmos.

Para el público general, la historia de 3I/ATLAS es una muestra del poder de la curiosidad y la ciencia para desentrañar misterios. Lo que comenzó como rumores sobre civilizaciones avanzadas terminó siendo un profundo estudio sobre el origen de la materia cósmica. En su estela de gas y polvo, 3I/ATLAS deja claro que incluso lo más extraño y lejano puede tener una explicación natural, y que esa explicación suele ser mucho más fascinante que cualquier ficción.

Cuando en diciembre el cometa alcance su punto más cercano a la Tierra, los telescopios terrestres seguirán observándolo en detalle. A medida que se aleje y su brillo disminuya, los científicos analizarán cada dato obtenido para reconstruir su historia y ampliar nuestro conocimiento sobre otros mundos.