La propuesta invernal de Mishiguene lleva la gastronomía porteña a otro nivel. Con una carta que rinde homenaje a la cocina de raíces inmigrantes, el restaurante recupera sabores tradicionales con una mirada contemporánea. Entre sus platos más destacados, el pastrón reafirma su lugar como ícono culinario de la ciudad.
Un clásico reinventado: el pastrón como protagonista
Dentro de la carta de invierno de Mishiguene, el pastrón ocupa un lugar central. La preparación comienza con un costillar vacuno que se cura durante diez días en una mezcla de sal, hierbas y especias. Este proceso artesanal garantiza una base aromática profunda. Luego, la carne se somete a un ahumado con leña durante cuatro horas, para finalizar con una cocción al vapor de catorce horas. En total, más de 18 horas de elaboración para lograr una textura tierna y un sabor que combina tradición y excelencia.
Este plato puede disfrutarse en dos versiones: por un lado, el pastrón con latkes, acompañado de una reducción de vino tinto, huevo frito y jalea de cebollas; por otro, el pastrón con hueso, servido junto a un risotto de farfalaj trufado y salsa demiglace. Ambas opciones condensan la esencia de una cocina que busca emocionar a través del tiempo, la paciencia y el respeto por las raíces.
La cocina inmigrante como inspiración
Mishiguene, el restaurante dirigido por Tomás Kalika, ha sabido construir un puente entre la memoria familiar y la innovación gastronómica. En su carta, los sabores del Medio Oriente se fusionan con técnicas y productos locales, dando lugar a una gastronomía identitaria, profunda y emocional. El menú de invierno refuerza ese enfoque con platos pensados para reconfortar en los días fríos.
El recorrido comienza con los mezze, pequeños platos ideales para compartir, entre los que se destacan el hummus con puerros asados, la stracciatella con higos y miel de dátiles, o la melena de león, un hongo especiado que sorprende por su textura. También se ofrece una versión del kibbe de pesca del día y una sopa de kneidalaj, que recupera recetas del recetario judío tradicional.
Entre los principales, el ojo de bife y el cordero braseado sobresalen por su cocción lenta y la intensidad de sus sabores. Sin embargo, el pastrón continúa siendo el símbolo de Mishiguene, no solo por su complejidad técnica, sino por su capacidad de narrar una historia ancestral con cada bocado.
Una experiencia que va más allá del plato
Ubicado en Lafinur 3368, en el corazón de Palermo, Mishiguene es mucho más que un restaurante: es una celebración de la herencia culinaria de las comunidades inmigrantes que marcaron la identidad porteña. Su reconocimiento internacional, con ocho años dentro del ranking de los 50 mejores restaurantes de América Latina, confirma el impacto de su propuesta.
Además del restaurante principal, Mishiguene cuenta con tres espacios adicionales: Mishiguene Café, Mishiguene Rotisería y Mishiguene Obrador, donde también se puede disfrutar de los sabores que caracterizan esta cocina de autor. La ambientación, el servicio y la calidad de cada preparación hacen de Mishiguene una experiencia integral, ideal para quienes buscan redescubrir la ciudad a través de su historia culinaria.
En ese contexto, el pastrón se consolida como el emblema de una propuesta que rescata la memoria de los antepasados y la transforma en un viaje sensorial, con identidad porteña y alma universal.