Cómo confrontar con los libertarios desde la filosofía: "Invalidar el cuestionamiento puede resultar conservador"

Una entrevista con el filosófo Lucas Soares sobre la importancia de la filosofía en la actualidad, las grandes preguntas de esta época y la potencia de los cuestionamientos libertarios. 

02 de abril, 2025 | 00.05

Responder en 100 páginas una pregunta en apariencia siemple como "¿Qué es la filosofía" parece algo de otra época o habla, al menos, de otra relación con el tiempo. Esa es la invitación de Lucas Soares en el libro Qué es esa cosa llamada filosofía, editado recientemente por Siglo XXI y donde el autor propone coordenadas para pensar por fuera de la velocidad propia de este tiempo hipertecnologizado. 

¿Por qué la apuesta por la filosofía hoy?

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Porque creo que aporta algo que para mí es central, que es aprender a pensar de otras maneras sobre ciertas cuestiones. Ir contra el pensamiento conservador. Generalmente tenemos una manera muy unidireccional de pensar las cosas y la filosofía las pone en entredicho y enseña a pensarlas de otras maneras. Abre las perspectivas; genera un sismo en la manera tradicional de pensar. Y aplicarlo a cuestiones epocales es central porque hoy estamos guionados por un pensamiento automatizado, maquinal, algorítmico y el pensar artesanal que implica la filosofía hace detenerte y que pienses por qué estamos siendo pensados, que te preguntes por qué ese pensamiento maquinal está pensando por nosotros. Me parece que es una época que necesita un poco más de tensión reflexiva, más silencio, más capacidad de argumentación y de fundamentación. La filosofía es un tipo de gimnasia mental que nos entrena para aprender a sospechar y pensar más lento. 

El libro hace base en los filósofos griegos y antiguos, ¿por qué volver a las fuentes?

Es un pensamiento actual en el sentido de que pensamientos forjados en el pasado pueden intervenir más precisamente sobre el presente. Es un pensamiento que se está revisitando constantemente. Autores que trabajaron sobre temas comunes y que pensaron de forma diferente o parecida y que en ese revisitar constantemente los mismos problemas, obviamente actualizados a la época, los prolongan, los plantean de otra manera. En ese sentido Heráclito puede ser tan actual como Derrida o como Byung-Chul Han o Agamben o Judith Butler. Hay una inactualidad actual. Como por ejemplo el caso de Nietzsche y la tragedia griega. Su primer gran libro es sobre la tragedia griega y tiene una actualidad tremenda. Tiene que ver con cuestiones que ligan lo enigmático de la condición humana, y que cambiándole el nombre de Edipo o Antígona por otro de esta época, el sustrato sigue siendo el mismo: no poder controlar lo que nos pasa. Una dimensión de emocionalidad que choca con las razones. Ahí tenés la escena de una tragedia.

Porque en definitiva siempre son los mismos temas en torno a los cuáles giran los debates: la justicia, la muerte, la religión ...

Tal cual. Pensemos la pregunta sobre qué entendemos por una buena vida. Eso se lo puede preguntar Platón en La República, como se lo puede preguntar un filósofo contemporáneo. Quizás un contemporáneo puede generar más empatía porque usa un vocabulario tecnológico digital pero para esas preguntas también puede servir Heráclito, Platón, Aristóteles o San Agustín. Creo que desde la filosofía se pueden dar iluminaciones para el presente, ráfagas que permitan iluminar nuestro tiempo de claro oscuro. Las luces y sombras del pasado permiten intervenir sobre el presente. Un ejemplo es la pregunta sobre qué significa ser un ser humano, que es una pregunta que podemos decir socrática y que bien nos la podemos hacer hoy en un contexto de convivencia con la Inteligencia Artificial, de un pensar algorítmico, en un contexto de un ser humano que ya está a punto de transformarse en un cyborg. ¿Qué qué es ser un ser humano hoy? ¿Es lo mismo que pensaban los los filósofos del siglo XVIII o del siglo XVII o lo que pensaban los griegos?

Los superricos del mundo hoy están invirtiendo todas sus fortunas en intentar prologar la vida... 

Sí o la tecnología de criopreservación que congela el cerebro en tubos de nitrógeno apenas morís y lo descongelan dentro de muchos años y lo transplanatn a un cuerpo seguramente robótico. El problema es el cuerpo en el sentido de que sus tejidos y los órganos corporales se van corrompiendo. El tema es cómo vencer la muerte. Otra vez, es un problema que aparece en la tragedia donde el conflicto es que hay un sujeto que quiere ser más que humano, que quiere ser como los dioses. Que no termina de asumir los límites que impone la humanidad es el gran tema de la tragedia.

¿Cuáles pensás que son las grandes preguntas de esta época?

Para mí hay una pregunta filosófica por la aceleración tecnológico digital e informativa que nos está nos está aplastando psíquicamente. Esta cuestión de no poder tener tiempo para digerir los contenidos. Nuestra mente como una pantalla que scrollea todo sin detenerse, sin pausa. Creo que ahí hay un espacio de reflexión filosófico entendiendo la filosofía como un pensar más artesanal. Un pensar que va contra un pensar más industrial, automatizado, a toda prisa. Otra es la pregunta por el sentido de ser un ser humano. ¿Qué significa ser un ser humano hoy? Es una pregunta básica, elemental, pero que no sé bien qué significa.

No sé qué va a quedar de lo humano en la medida en que estamos cada día más maquinizados e hipotecando nuestro pensamiento en máquinas informáticas, en una gran inteligencia que encima plantea una nueva herida narcisística de la humanidad en lo que para la filosofía fue siempre el núcleo del humano. Desde la filosofía griega a la moderna ese núcleo es el intelecto, es la inteligencia. Por su puesto que después aparecen otras filosofías que le dan muchísima importancia a la dimensión emocional, sensitiva, corporal, pero siempre hay una especie de preminencia intelectualista en la forma de pensar lo humano. Es como que nos dan en donde más nos duele. Hay un famoso reportaje a Elon Musk en el que dice que en diez años la IA va a superar al más inteligente de los hombres y las mujeres. Estamos viendo un bebé que recién nació y ya hace millones de cosas por nosotros. Además dejamos nuestras huellas en el ecosistema digital que hace que ni siquiera tengamos tiempo de desear cosas.

No hay tiempo para la espera...

En el libro insisto mucho en lo del pensamiento artesanal que implica la filosofía a la hora de pensar su objetos, sus perplejidades esenciales. Pero también el tipo de trabajo artesanal que implica hacer filosofía de una manera para más rigurosa, independientemente que lo hagas de forma ametur o en una carrera o en talleres. Porque la filosofía te ubica en un espacio de reflexión más lento, más artesanal donde los textos tienen mil capas geológicas de lectura. Entrás en el universo textual que te propone la filosofía, entendés apenas un 10 por ciento, volvés sobre esos textos con ayuda a veces de manuales, comentadores... Pero es un tipo de lectura muy lenta, muy lenta.

Va muy a contramano del momento histórico porque requiere tiempo y pocos objetos por el hecho de volver una y otra vez al mismo texto 

Hay algo que tiene que ver con el objeto libro, que por suerte pervive, que también establece un buen maridaje con el pensamiento filosófico. Las filosofías están instanciadas en textos. Los textos tienen nombres propios: es el pensamiento de Nietzsche, el pensamiento de Heidegger... Pero es nuestra puerta de entrada a la filosofía, los textos. A mí me interesa que el libro sea como una especie de escalera que te lleve a los textos. Después tirala.

A lo largo de todo el libro proponés que la filosofía es un reorganizar las preguntas de otra manera y me pregunto hasta donde hay un gesto filosófico en los cuestionamientos de las ultraderechas en el mundo. ¿Hay algún límite?

A mí la interrogación filosófica que viene a cuestionarlo todo siempre me parece de una potencia atendible. Pensemos en los libertarios que vienen a cuestionarlo todo, nosotros tenemos que argumentar contra eso. Tenemos que argumentar por qué el número de 30 mil. Nos exige. Argumentar implica dar fundamentos. Establecer una narrativa que sea consistente. Me parece que invalidar el cuestionamiento es algo que puede resultar conservador. No le tengo miedo al cuestionamiento. A lo que le tengo miedo es a la opinión infundada, a que establezcamos una narrativa que no tenga fundamento. No veo un límite para el cuestionamiento y me parece que la historia de la filosofía puede ser pensada como la historia de una sospecha que no para de extremarse, donde siempre aparece uno o una que sospecha más que el otro.

Pensemos en Descartes que cuestionó el fundamento de todas sus opiniones antiguas. Nietzsche también, al poner en entredicho el sentido que le dio a todas las cosas. Si vamos a las raíces del pensamiento filosófico, ese preguntar no tiene límites porque si no reprimimos el cuestionamiento y terminamos en la condena socrática, terminamos matando a Sócrates. 

Los antiguos filósofos griegos convinieron en un concepto de verdad bien interesante, porque la entendieron como algo fluctuante, frágil e inestable. ¿Qué de esa concepción podría servir para aplicar a la realidad actual en relación a los debates sobre la verdad, la posverdad y la diseminación de noticias falsas?

Uno podría pensar que el gran aporte de la sofística a la filosofía fue darse cuenta de que el discurso construye realidad. Que en la narrativa lo que importa es la persuasión, algo del orden de la verosimilitud. Y diría que, en el buen sentido, ese es el discurso que ganó. Porque el otro discurso es "hay alguien que tiene el monopolio de la verdad" ese monopolio de las verdades puede llamarse Dios, verdades absolutas, la Justicia, el Bien y en la medida que yo sé, "síganme a mí, yo los voy a gobernar". 

En un punto diría que la historia de la filosofía bascula entre esas dos concepciones. Pensadores que parten del supuesto de que hay una Verdad y sobre esa base edifican su teoría y otros que creen que eso surge del lenguaje, del discurso. Me parece que la realidad muestra que en el fondo estamos todo el tiempo en un conflicto entre narrativas donde se trata de ver cómo cada uno puede justificar de manera más sólida y convincente. Pero ahí no es un todo vale. Hay aconteciemiento históricos que validan más una posición que otra porque sino podemos caer en el relativismo. El conflicto entre narrativas sí implica poder encontrar consensos. Podríamos decir que hasta la llegada de los libertarios había cierto consenso respecto de lo que vivió Argentina en su golpe cívico militar. Si uno ve el movimiento de la sociedad, del devenir sociopolítico de la realidad global, lo que ve es eso: consensos en torno a narrativas y de golpe se rompen los consensos y empieza la batalla en la que estamos ahora.