A los 80 años, Rod Stewart encendió el Movistar Arena con un show elegante y glamoroso

A los 80 años y con la energía intacta, Rod Stewart volvió a Buenos Aires para ofrecer el primero de sus tres shows en el Movistar Arena.

23 de octubre, 2025 | 10.01

A los 80 años, Rod Stewart volvió a Buenos Aires con la elegancia intacta y la energía que solo los grandes conservan. La última vez que había pisado un escenario argentino fue en 2023, en GEBA, pero esta vez el reencuentro fue más íntimo y deslumbrante: el primero de sus tres shows totalmente sold out en el Movistar Arena fue una verdadera celebración dorada, una noche de glamour, nostalgia y rock perfectamente orquestado.

Desde que las luces se apagaron y la pantalla gigante encendió su figura entre destellos dorados, quedó claro que lo que estaba por venir no era un simple concierto, sino una fiesta de despedida con el brillo de un cabaret elegante. Stewart apareció impecable, micrófono en mano y sonrisa de veterano encantador, abriendo con "Infatuation", uno de esos clásicos que se sienten grabados en la memoria colectiva. En segundos, el público, que llenaba el estadio de punta a punta, ya estaba de pie, coreando y moviéndose con la misma devoción con la que lo hicieron décadas atrás.

La banda que lo acompaña merece un párrafo aparte: un ensamble impresionante, mayoritariamente formado por mujeres, con una potencia escénica y musical que se robó más de una ovación. Las coristas, dueñas de voces monumentales, se turnaban los micrófonos con soltura y complicidad; las instrumentistas, virtuosas y seguras, daban vida a cada arreglo con guitarras, violines, percusión y hasta un arpa que sorprendió a todos cuando irrumpió en medio de un tema. Era un espectáculo en sí mismo: mujeres talentosas sosteniendo, con brillo y precisión, el andamiaje musical de una leyenda.

El oro no envejece: Rod Stewart y una noche bañada en luces

Durante casi dos horas, Rod desgranó 22 canciones icónicas que repasaron buena parte de su historia. Maggie May”, “Da Ya Think I’m Sexy?”, “Forever Young” y “The First Cut Is The Deepest” fueron coreadas a todo pulmón, en una comunión que trascendía generaciones. Entre tema y tema, Stewart bromeaba, agradecía al público argentino y coqueteaba con su propia edad, sabiendo que sigue siendo un frontman de pura raza, dueño de un magnetismo imposible de fingir.

El despliegue visual fue tan protagonista como la música: trajes brillantes, luces cálidas, pantallas que proyectaban imágenes retro y una puesta escénica dominada por el dorado, color que parecía resumir la atmósfera de la noche. Todo tenía el toque justo de glamour británico, ese equilibrio entre lo refinado y lo festivo que Stewart lleva en la sangre.

Rod Stewart: el caballero dorado del rock.

El cierre fue una postal inolvidable: mientras sonaban los últimos acordes de “Sailing” y luego una emotiva versión de "Dont Cry for me Argentina" (con homenaje a Eva Perón incluído), cientos de globos multicolores comenzaron a caer desde el techo del estadio. Rojos, amarillos, azules, verdes. El público los lanzó al aire, los hizo rebotar, los explotó con risas y gritos, como si fuera la cuenta regresiva de Año Nuevo. Stewart, con los brazos abiertos, se despidió sonriendo, en medio de ese carnaval de color.

Al salir, la sensación era unánime: fue una noche que resumió una carrera, una época y una forma de entender el espectáculo. Rod Stewart sigue siendo un showman de otra galaxia, un dandy del rock que, incluso a los 80, sabe cómo hacer que el tiempo parezca un detalle menor frente a una ovación que no se agota.