Cuál es el papel de la ciencia en las sociedades modernas

Algunos de los nombres más destacados del escenario internacional disertaron sobre este tema en jornadas convocadas por las academias de ciencia francesa y argentina

25 de noviembre, 2025 | 18.58

La Academia de Ciencias de Francia, una de las más antiguas del mundo, se creó en 1666 durante el reinado de Luis XIV con la misión de promover el progreso de la ciencia y sus aplicaciones, y asesorar al poder en la toma de decisiones. No solo fue la primera en adoptar el sistema métrico decimal, sino que por sus salones pasaron algunos de los nombres que jalonaron la historia científica de Occidente, como Laplace, Lavoisier, Pasteur, Ampère, Pascal, Newton, Darwin, Einstein y Volta, entre otros. 

En la actualidad la integran 277 miembros, de los cuales 105 son asociados extranjeros. Entre estos últimos se cuenta uno de los nombres más destacados de la ciencia local, Alberto Kornblihtt, incorporado en 2022 en la sección de biología molecular, celular y genómica. Invitado a dar una conferencia en ese ámbito, Kornblihtt se refirió a la penosa situación que atraviesa nuestro sistema científico y eso dio pie a una iniciativa conjunta entre la institución francesa y sus equivalentes en la Argentina, la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (Ancefn) y la Academia Nacional de Ciencias, que permitió reunir a grandes investigadores de ambos países bajo la convocatoria de “El rol de la ciencia en el desarrollo de las sociedades modernas”, que se realizó en el edificio Cero+Infinito de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA

Antes de las conferencias en la Ciudad Universitaria, cinco de los académicos participantes hicieron una presentación abierta al público general sobre este tema en la Alianza Francesa de Buenos Aires. La astrónoma Gloria Dubner, el físico Fernando Stefani, la también astrónoma Catherine Cesarsky, el inmunólogo Alain Fischer y el físico (y premio Nobel de su disciplina en 2012), Serge Haroche, coordinados por la matemática y actual presidenta de la Ancefn, Alicia Dickenstein, lo explicaron cada uno desde su campo de experticia.  

Catherine Cesarsky

Cesarsky, nacida en Francia, pero formada en la UBA, ya que residió en la Argentina entre los dos y los 25 años, se doctoró en astronomía en la Universidad de Harvard y, ya en su país de origen, trabajó en la Comisión Nacional de Energía Atómica y Energías Alternativas, donde fue jefa del Departamento de Astrofísica y directora de investigación básica. También fue directora general del Observatorio Europeo Austral, cargo desde el que supervisó el funcionamiento de los grandes telescopios ópticos emplazados en el norte de Chile, y asesoró a su gobierno en materia de ciencia y energía.

La científica se refirió a las decisiones críticas que debemos tomar en esta época en que estamos sometiendo a prueba los límites planetarios. “En 2009 se reunieron investigadores de muchos países y decidieron cuáles eran los que no había que atravesar para que la vida pudiera continuar en la Tierra –afirmó en correcto español–. En 2015, ya se habían superado cuatro y en 2023, seis. Pero en vez de invertir dinero en hacer los cambios necesarios, se gasta en reparar los estragos que nuestras conductas ocasionan”. 

Observatorio Europeo Austral

También destacó que una forma en que los líderes pueden cumplir los objetivos generales de mitigación y adaptación al cambio climático es invirtiendo en universidades e investigación, así como en infraestructura social. “En estos tiempos de dificultades económicas, esa financiación impulsará la capacidad de las naciones para encontrar sus propias soluciones, también contribuirá a reducir y/o eliminar la dependencia de los países de fuentes internacionales cada vez más impredecibles (…) La infraestructura necesaria, pero para que se haga o para usarla, lo que hace falta es la gente –agregó–. De modo que lo más importante es la formación y preservación de talento. En meteorología, en hidrología, en teledetección, datos, inteligencia artificial, epidemiología climática”. 

Más adelante insistió en que para todo esto es indispensable la investigación fundamental. “Está muy bien que se tienda a desarrollar cosas que hagan ganar dinero, pero si no se hace ciencia básica, no pasa nada –destacó–. [Por otro lado] la ciencia es imprescindible para la toma de decisiones. Algunos responsables políticos optan por ignorar o eludir la realidad. Las soluciones son conocidas, hay que definir los métodos para realizarlas. Y para eso hace falta ciencia y tecnología. También se necesita coraje político, voluntad colectiva y un profundo cambio cultural. La transformación ya no es una elección, es una necesidad”.

Fernando Stefani

Stefani, profesor de física experimental en la UBA e investigador principal del Conicet ampliamente reconocido en el plano nacional e internacional, miembro fundador y director del Centro de Investigación en Bionanociencias (Cibion), se refirió a aspectos menos frecuentados de este tema: el rol clave que tiene la ciencia no solo en el crecimiento económico sostenido, sino también en el funcionamiento de la democracia y la libertad individual. 

“Las sociedades modernas guardan rasgos de las primitivas; en particular, la organización en un entorno de competencia, lo que lleva a muchos problemas –dijo–. La solución que encontramos es la democracia. Pero hoy estamos viendo, al menos en Occidente, un retroceso importante. La ciencia es clave, porque todas las comunidades están fuertemente basadas en conocimientos y tecnologías avanzadas que dan forma a nuestra vida. Si el público general no entiende de ciencia y de tecnología, la democracia está en riesgo. La pseudociencia, la superstición, el pensamiento mágico y el fanatismo fundamentalista no son cosas nuevas. El problema actual es que pensar de este modo se volvió mucho más peligroso porque la ciencia y la tecnología nos otorgan poderes formidables. ¿Quién dirige la ciencia y la tecnología en una democracia si las personas no sabe nada al respecto? En la Argentina, por ejemplo, no hay autoridades que comprendan cómo funciona la ciencia. Eso pone en riesgo la democracia”. 

Para Stefani, en el pasado había que sortear las inclemencias de la naturaleza, sobrevivir, alimentarse mejor, transportarse mejor. “Hoy, los desafíos que enfrentamos son fruto de nuestro propio desarrollo tecnológico. Siempre se menciona el cambio climático, pero también están el abastecimiento energético, la desigualdad creciente, la globalización informática y comercial, las redes sociales, la inteligencia artificial, la reducción de la biodiversidad, una población mundial envejecida, la resistencia a los antibióticos… Las soluciones vendrán con más ciencia y más tecnología. Si la población no entiende de estos temas, es prácticamente imposible resolverlos”.

Por otro lado, de la ciencia también depende nuestra libertad individual, ya que no solo es un corpus de conocimiento, sino además una forma de pensar, de entender la realidad. El método científico consiste en razonar con escepticismo, analizando opciones, y comprendiendo al mismo tiempo las limitaciones y la falibilidad humana.

El método científico no es privativo de los investigadores; todas las personas pueden y deben aplicarlo para ser realmente libres –subrayó Stefani–. Si no somos capaces de auditar a las autoridades, de interrogar a aquellos que nos dicen que algo es verdad, entonces estamos a merced de cualquier charlatán. Y esto en la sociedad moderna es un gran peligro. Las tecnologías audiovisuales, de inteligencia artificial, hacen que nuestro cerebro sea incapaz de discernir si esa persona que está hablando es real o virtual. Y de esta manera se manipulan poblaciones enteras y se genera segmentación, fragmentación, enfrentamientos e individualismos que ponen en riesgo a las democracias”. 

Acerca de la influencia de la ciencia en el crecimiento económico, Stefani destacó algo que ya anticipaba Roosevelt en 1944, cuando vislumbró que la experiencia de la oficina que coordinaba investigaciones para el esfuerzo bélico podría ser aprovechada en tiempos de paz para mejorar la salud, crear nuevas empresas y puestos de trabajo y mejorar el estándar de vida de los Estados Unidos. “Esa idea de Roosevelt dio origen a todos los sistemas nacionales de investigación e innovación modernos –comentó Stefani–. A partir de allí se crean los Institutos Nacionales de Salud (NIH), la NASA, la National Science Foundation… Mientras la humanidad siga organizada en este contexto de competencia, la única manera de lograr crecimiento económico sostenido es generando todo el tiempo actividades económicas de mayor valor. Pero además hay que hacerlo a la velocidad adecuada. Y esta velocidad se puede medir, por ejemplo, por la forma en la que aumenta la inversión de los países en ciencia y tecnología. China va el doble de rápido que Alemania y cuatro veces más rápido que los Estados Unidos. Otros países, como la Argentina, son cada vez más lentos. Esto significa que acumulamos atraso tecnológico año a año, que nuestras actividades económicas valen, en promedio, cada vez menos en los mercados internacionales. Esa es la razón más profunda del aumento de la pobreza que venimos sufriendo”. 

Y concluyó: “Esto no se modifica por acciones espontáneas ni por influencia de los mercados. Hacen falta instituciones que se dediquen a la innovación, que tomen el conocimiento generado en cualquier lugar del mundo y lo apliquen a los sectores estratégicos seleccionados por cada país, de acuerdo a donde creen que serán más competitivos de cara al futuro. Porque lo que se comience a desarrollar hoy dará frutos en 10, 15 o 20 años. Sin este tipo de estrategias, la Argentina va a seguir estancada y aumentando su nivel de pobreza, más allá de algún veranito pasajero”.

Alain Fischer

El inmunólogo francés Alain Fischer, titular de la cátedra de medicina experimental del Collège de France, una de las instituciones más prestigiosas del mundo, eligió referirse a la importancia de cultivar la ciencia para mejorar la salud de las personas. “Dado que la esperanza de vida al nacer aproximadamente se duplicó desde 1850 hasta hoy, cabe preguntarse a qué se deben estos progresos notables –propuso–. Durante el siglo XIX, estuvieron esencialmente ligados a la mejora de la nutrición, las condiciones de vivienda y el comienzo de la higiene. En el siglo XX, a una serie de avances en el conocimiento médico. El punto más importante es ciertamente la vacunación, que se estimó que ha salvado, solo en los últimos 50 años, más de 150 millones de vidas. Pero también los antibióticos y las nuevas terapias. El siglo XIX trajo los primeros enfoques experimentales y luego, durante el siglo XX, la medicina se benefició de las contribuciones de otras ciencias, como la matemática, la física, la química y la biología”.

Para Fischer, la integración de los datos individuales que permite una medicina de precisión, el descubrimiento de medicamentos con inteligencia artificial, las bioterapias a través de anticuerpos, células, tejidos y la terapia génica, sumados a progresos considerables ligados a la combinación de la robótica y la inteligencia artificial explican la prolongación de una vida saludable.

El problema es que esto es caro. Existe una correlación entre la esperanza de vida y el gasto sanitario por persona. Se tiende a una meseta: al ir más allá de los seis mil o siete mil dólares por persona y por año, añadir 1.000 dólares más trae un progreso, pero menos significativo –precisó–. Dicho de otra manera, la investigación científica es fundamental, por definición, pero también es necesaria una política que permita que estos descubrimientos e invenciones beneficien a la población. Por ejemplo, si la ayuda de USAID que Donald Trump interrumpió no se compensa, la proyección es que el número de nuevos casos de VIH en el mundo podría triplicarse o cuadriplicarse, podría verse un aumento de 15 millones de muertes por SIDA, 2-3 millones por tuberculosis, y de 7-8 millones de niños por diversas causas. Esto demuestra las consecuencias absolutamente dramáticas de las decisiones políticas”.

Los avances en la investigación fundamental son indispensables para mejorar la salud de la población a través de medidas preventivas y terapéuticas, dijo el catedrático francés. Se necesitan presupuestos de investigación estables y previsibles, preservando la libertad académica. “Para que los descubrimientos científicos se traduzcan en mejoras de la salud, lo cual requiere decisiones políticas adecuadas –subrayó–. Se necesita un buen diálogo entre expertos científicos, tomadores de decisiones políticas y ciudadanos. Es necesario que los científicos se involucren en la pericia científica para el mundo político, en la información al público (para que las decisiones de los ciudadanos sean "esclarecidas") y en la educación, absolutamente crítica para el futuro”.

Serge Haroche

Serge Haroche, Premio Nobel por haber desarrollado métodos experimentales para medir y manipular sistemas cuánticos,  destacó que vivimos en un período peligroso, pero también en un planeta paradójico en el que solo la ciencia y la educación pueden darnos respuestas a los problemas que se le plantean a nuestras sociedades. La ciencia tuvo grandes éxitos en el último siglo y continúa teniendo éxitos extraordinarios para aumentar nuestro conocimiento. Pero, al mismo tiempo, enfrenta a desafíos de orden natural, social y geopolítico, detalló.

“En la célebre fotografía conocida como el ‘Punto Azul Pálido’, tomada por la sonda Voyager cuando estaba cerca de Saturno, se ve nuestra Tierra en medio de la inmensidad del universo. Provoca asombro: la inteligencia humana y la tecnología han hecho posible este tipo de fotos, desarrollando cohetes y medios para ir a explorar el espacio por curiosidad. Por otro lado, nos confronta con la tragedia de nuestro planeta y la comprensión de que estamos condenados a quedarnos aquí. Resulta desalentador pensar que no somos capaces de ser lo suficientemente sabios con todo el conocimiento adquirido para intentar vivir en paz”, reflexionó.

Gloria Dubner

Por último, Gloria Dubner, graduada en física y doctorada en astrofísica, especializada en el estudio de las supernovas,  subrayó que la Argentina fue pionera en astronomía en toda América Latina. Hace 154 años que tiene observatorios y tuvo las primeras facultades de astronomía que recibían a estudiantes de toda la región. Luego, debido a los vaivenes políticos y económicos, se fue quedando atrás. “Hoy, cuando la astronomía atraviesa una era dorada con una tremenda producción de datos, la Argentina va retrocediendo en astronomía, como ocurre en otros aspectos –mencionó–. ¿Qué tenenos? Gente. Tenemos cabezas. Entonces, ¿cómo podemos mantenernos? Entrenando recursos humanos para aprovechar los instrumentos existentes, aportando desde el conocimiento teórico, creando soluciones tecnológicas, desarrollando herramientas informáticas y utilizando datos de archivo. (…) Es fundamental defender las universidades públicas gratuitas y de calidad, defender el sostén de doctorados y las posibilidades de intercambio posdoctorales, y mantener el sistema de ciencia y tecnología funcionando con salarios dignos para investigadores y recursos para trabajar”