Una noche con Norah Jones: cuando menos es más

Norah Jones volvió a Buenos Aires con un concierto minimalista y conmovedor que celebró la belleza de lo simple.

03 de junio, 2025 | 14.43

Una luna tímida colgaba sobre Buenos Aires el lunes por la noche, pero adentro del Movistar Arena brillaba otro tipo de luz: la de Norah Jones, que regresó a la Argentina después de seis años para ofrecer un show de esos que no se olvidan. Sin estridencias ni efectos deslumbrantes, la neoyorquina entregó una clase magistral de sutileza, con una presentación que se pareció más a un susurro cálido que a un grito de espectáculo. Y aun así, o quizá por eso, hipnotizó a una multitud que agotó entradas y que le devolvió cada nota con ovaciones sinceras y celulares encendidos.

Jones no necesita demasiado para conquistar. Basta un piano, un teclado, una guitarra y su voz, que parece flotar en un punto exacto entre la melancolía del jazz y la franqueza del folk. A lo largo de hora y media, ofreció un recorrido envolvente por su discografía, tocando piezas nuevas como “Queen of the Sea” y “Paradise”, pero también clásicos inoxidables como “Come Away With Me” y “Don’t Know Why”, esa gema de 2002 que sigue sonando como si el tiempo no la hubiera tocado.

Con una puesta en escena minimalista, Norah Jones deslumbró con su talento en el Movistar Arena de Buenos Aires.

La puesta fue mínima. Nada de pantallas LED, coreografías ni visuales recargadas. Apenas un telón, algunas luces tenues, y una banda tan ajustada como discreta. En varios momentos, el contrabajo se sumó al bajo eléctrico para aportar una profundidad de otro tiempo, como si estuviéramos en un club de jazz íntimo en Nueva Orleans y no en un estadio de más de 15 mil personas.

Norah, vestida con sencillez y elegancia, se movió entre el piano y la guitarra como quien camina por su casa. En el repertorio, hubo espacio para la contemplación, para el soul sutil y también para alguna sorpresa: cuando sonaron los primeros acordes de “Turn Me On”, que no estaba incluida en el setlist latinoamericano, el público respondió con un murmullo de asombro y gratitud. Fue uno de los grandes momentos de la noche.

El clímax emocional llegó cerca del final, cuando Jones se dirigió al público en español. “Gracias por venir, estoy muy feliz de estar acá”, dijo con una sonrisa tímida que se deshizo al ver el mar de luces que brotaron de los celulares durante una balada lenta. El gesto fue tan genuino que la artista no pudo contener las lágrimas. En ese instante, el show trascendió lo musical y se volvió íntimo, compartido, humano.

Norah Jones se presentó ante 15 mil personas en el Movistar Arena de Buenos Aires.

El cierre fue con “Don’t Know Why”, la canción que la lanzó al estrellato hace más de dos décadas y que aún hoy conserva intacta su magia. Si algo demostró este concierto es que la fuerza de Norah Jones no está en los fuegos artificiales ni en los recursos de la industria, sino en su capacidad para emocionar con lo justo. Con la dosis perfecta de piano, voz y sensibilidad.