Mientras el ministro Luis Caputo sigue negociando un salvataje financiero en Estados Unidos, en los últimos días se registró un fenómeno que no es registrado por las grandes estadísticas pero que revela el estado crítico de la economía: bajaron los precios de comida rápida en las estaciones de Once y Constitución. El motivo en la disminución es la caída de ventas generalizada que genera el desguace salarial que sufren los trabajadores. La gravedad reside en que el valor de un pancho o una hamburguesa en puestos callejeros no suele modificarse a lo largo del tiempo por el patrón de consumo representado por la demanda.
"¡Bajamos los precios!", anuncia la pintada inscripta en los puestos de comida rápida fijados en los andenes de las estaciones Constitución y Once. Desde ahora, el precio del pancho bajó a 1.800 pesos, perforando la línea de los 2.000 pesos. Según pudo averiguar El Destape, la razón de la medida no yace en la caída de costos de la mercadería, sino en la búsqueda de mantener el ritmo de ventas, amenazado por la caída de ingresos.
La curiosidad de este fenómeno se da porque los precios de la comida callejera casi que van en una línea paralela a la inflación. En Economía existe el concepto de precio inelástico, el cual se refiere a un bien o servicio cuya cantidad demandada cambia poco o nada ante una variación en su precio. Esto ocurre generalmente con productos esenciales, sin sustitutos cercanos, donde los consumidores no pueden reducir significativamente su consumo, independientemente de los cambios de coste.
Pero en los casos del pancho o la hamburguesa callejera, se podrían encuadrar en el efecto contrario: la demanda no se mueve porque los valores se mantiene permanentes a lo largo del tiempo, independientemente de la evolución de precios a nivel general, teniendo en cuenta que la demanda proviene de bolsillos de ingresos medios y bajos. Pero en la Argentina de Milei, la deflación de este tipo de productos define con claridad la precariedad de los ingresos, que no pueden ni costear valores de ente 2.000 y 3.000 pesos. El pancho o hamburguesa de regreso a casa o ida al trabajo pude incluso significar el almuerzo o cena de un trabajador.
¿Quiénes no llegan a pagar esos precios? Según estadísticas oficiales del sistema ferroviario, la Línea Roca (Constitución) transporta aproximadamente a 600.000 pasajeros diarios y la Línea Sarmiento (Once) a unos 300.000 pasajeros diarios. El sur y el oeste del conurbano bonaerense, piedra angular de la victoria del Peronismo en las últimas elecciones legislativas de la provincia.
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Inflación en el transporte público
Al estar ubicado en un mismo espacio físico, los negocios usualmente enrolados en franquicias se ponen de acuerdo para fijar precios casi idénticos. Un choripán con salsa criolla cuesta entre 2.300 y 2.800 pesos -si le sumás una botella de gaseosa, el valor asciende a 4.500 pesos-, pero dos porciones de pizza con un agua saborizada asciende a un valor de entre 4.000 y 4.500 pesos.
Saliendo del andén, el hall de la estación presenta diversas ofertas para comer de parado o parar unos minutos a desayunar, almorzar, merendar o cenar. Por la mañana, un café con medialunas cuesta entre 1.800 y 2.000 pesos en la mayoría de los puestos, mientras que la misma infusión con una factura vale 1.700 pesos.
Por otra parte, la "promo" de un sánguche de milanesa con lechuga y tomate más gaseosa promedia los 7.300 pesos, y sin bebida 5.500. La porción de pizza especial - por ejemplo, napolitana- cuesta 1.300 pesos, un pebete común de jamón y queso asciende a 2.500 pesos y uno "primavera" (con lechuga y tomate) A 3.000 pesos.
Por qué los salarios no compran ni un pancho
Un informe realizado por el Mirador de Actualidad del Trabajo y la Economía (MATE) detalló que los salarios y las jubilaciones, al mes de septiembre, “no logran recuperar nada de lo perdido” desde el inicio del gobierno de Javier Milei, en diciembre del 2023. El documento sostiene que la inflación “lleva casi cinco meses al alza”, siendo la última de agosto del 1,9%, y provoca “un valor que marca la persistencia del problema inflacionario”.
“Es un magro resultado teniendo en cuenta el alto costo social, financiero y productivo al que se sometió a la sociedad argentina con la excusa de bajar la inflación”, señaló el reporte económico. Con relación al salario del sector público, quedó 19% por debajo del nivel de diciembre del 2023 y acumula 10 meses en ese mismo nivel. De esta manera, cada trabajador del sector público perdió $ 8,1 millones desde el inicio del gobierno de Milei.
El salario del sector privado tampoco repuntó: se estancó cinco puntos por debajo del nivel que tenía al asumir Milei y, al igual que el de la administración pública, hace 10 meses que no crece. Desde diciembre del 2023, cada trabajador acumula una pérdida de $ 1,7 millones.
Con respecto a las jubilaciones, el poder de compra continúa estancado un 23% por debajo de 2023. Es decir, que cada jubilado acumula, en promedio, una pérdida de casi $4 millones.
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En cuanto a la transferencia de ingresos que se produjo en la economía argentina, el informe del Mirador de Actualidad del Trabajo y la Economía precisó que un total de $ 55 billones estuvo destinado a otros sectores de la economía como consecuencia de “la caída del costo salarial”. De ese total, entre los sectores que más perdieron se encuentran los ingresos de los trabajadores asalariados (-$40,1 billones), la recaudación de la seguridad social (-$9,4 billones), las obras sociales (-$4 billones) y los sindicatos (-$1,5 billones).
Las cifras se corresponden con otro informe, en este caso difundido por el portal de empleo Bumeran, el cual reveló que el 86% de los trabajadores afirmó que su sueldo no alcanza para cubrir necesidades básicas, y apenas un 14% sostuvo que sí puede cubrir su costo de vida.
El relevamiento hecho en septiembre muestra que la situación es crítica: al 26% el salario le dura solo dos semanas y un 24% destina el 100% de lo que cobra a pagar deudas. La encuesta apuntó que apenas un 11% logra ahorrar algo de su ingreso, generalmente montos mínimos. De hecho, el 72% de los trabajadores está endeudado, aunque el número es más bajo que en otros países de la región, donde supera el 90%.
Así las cosas, mientras Caputo todavía negocia -de forma secreta- en Estados Unidos un nuevo préstamo para estirar la agonía de su programa económico, en los andenes hay deflación por la incapacidad de los trabajadores de, simplemente, comprarse un pancho.