Valles, sierras y sabores del norte: la experiencia inolvidable de la Ruta 40 en La Rioja

Queda a 1202 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, en una provincia de tierra colorada con paisajes sorprendentes para recorrer en vehículo propio.

18 de mayo, 2025 | 15.00

La Ruta Nacional 40, arteria vertebral del país que lo recorre de sur a norte, despliega en su paso por la provincia de La Rioja uno de los tramos más impactantes y completos del noroeste argentino. Aquí, el asfalto se convierte en un hilo que conecta paisajes de belleza deslumbrante, pueblos que preservan su identidad, experiencias enogastronómicas y un patrimonio cultural profundo, todo bajo el cielo límpido de la región.

Desde el Vallecito Encantado hasta San Blas de los Sauces, el itinerario ofrece postales cambiantes y propuestas para todos los sentidos. Uno de los primeros hitos es Guandacol, donde la Cooperativa Teleras de Unay mantiene viva la tradición del tejido artesanal con lana de oveja, transformada en ponchos, mantas y bolsos. Más adelante, la Bodega Vinos de Aicuña invita a recorrer sus instalaciones y degustar vinos de autor en un entorno campestre que exige reserva previa.

Muy cerca, el Vallecito Encantado sorprende con formaciones rocosas que parecen esculpidas por el viento. Al atardecer, los colores dorados en las piedras lo convierten en un paraíso para fotógrafos y amantes del trekking. El Parque Nacional Talampaya, declarado Patrimonio Natural de la Humanidad, se impone como uno de los emblemas de la provincia, con su impresionante cañón y valor geológico y paleontológico.

Una experiencia inolvidable

Pero si hay un tramo que despierta admiración es la Cuesta de Miranda. Este camino serpenteante entre Villa Unión y Chilecito, con una altura que alcanza los 2.020 metros sobre el nivel del mar, es una sinfonía de curvas cerradas, acantilados rojizos y miradores naturales que invitan a frenar, respirar y contemplar. Su belleza natural intacta, a pesar del pavimento, la consolida como una de las postales más impactantes del noroeste.

Ya en Chilecito, la urbanidad cobra protagonismo sin perder la identidad regional. El Cable Carril de la Mina La Mejicana, con sus estaciones históricas, y el Museo Samay Huasi, antigua residencia del político y escritor Joaquín V. González, son paradas obligadas. En las afueras, Sañogasta y Nonogasta, conocidas como “Las Dos Villas”, conservan su arquitectura colonial y una fuerte tradición vitivinícola. En Concepción Viñedos Sustentables, por ejemplo, se puede conocer de cerca el proceso de vinificación biodinámica.

Famatina, con sus tonalidades ocres y la sierra nevada de fondo, es ideal para realizar cabalgatas o caminatas. Más al norte, el Cañón del Ocre deslumbra con su gama cromática y geoformas que invitan a la exploración. En Chañarmuyo, el enoturismo se vive a pleno: se puede visitar una bodega boutique, almorzar cocina regional, comprar productos locales y descansar en su Casa Huésped.

El tramo sigue en Pituil, una joya rural con casas de adobe, calles de tierra y cielos ideales para el avistaje de estrellas. El Museo del Vino Patero es un símbolo de la tradición vitivinícola riojana, ofreciendo visitas guiadas, comidas típicas y venta de productos locales. Como broche de oro, San Blas de los Sauces ofrece tranquilidad, hospitalidad y patrimonio: su iglesia histórica es una de las más antiguas de la provincia. Muy cerca, el Sitio Arqueológico de Hualco, también conocido como "pucará", se encuentra entre los mejor conservados del país.

Para quienes buscan una experiencia más completa, Entre Viñedos Resort Hotel ofrece recorridos guiados, restaurante con gastronomía local y paseos en bicicleta entre viñedos.