BEIJING, 12 oct (Xinhua) -- Proceden de distintos rincones del mundo, pero comparten el mismo valor para perseverar a través de las dificultades y brillar en lo cotidiano. Las mujeres están redefiniendo la fuerza con sus historias inspiradoras a través de los continentes y las culturas.
Sus historias trascienden las fronteras y los idiomas, tejiendo una narrativa colectiva de resiliencia, creatividad y esperanza que resuena con el espíritu de la Conferencia de Líderes Mundiales sobre la Mujer. Sus travesías no sólo representan una nota al pie de una era, sino el latido compartido de la humanidad.
HACER LAS PEQUEÑAS COSAS CON GRAN AMOR
En frente de una pequeña tienda de artesanías llamada "Oveja Azul" en Chengdu, la ciudad capital de la provincia de Sichuan, en el suroeste de China, se lleva a cabo una fiesta especial de despedida. La invitada de honor es una anciana británica, Rachel Grace Pinniger, quien pasó las últimas cinco décadas dedicando su vida a servir en el extranjero.
Nacida en 1945 en Shaftesbury, Inglaterra, en el seno de una familia de médicos, Pinniger fue la hija más pequeña. Después de graduarse de la Universidad de Bristol en 1968, renunció a una carrera estable y bien remunerada para comenzar su odisea y atravesar zonas en conflicto y áreas con desastres en toda Asia y África, con lo que persiguió una carrera médica de trabajo y educación sobre salud en 15 países en desarrollo.
En 2008 llegó a la provincia de Sichuan, en el suroeste de China, para apoyar los esfuerzos de respuesta al sismo ocurrido en Wenchuan y los programas de capacitación posterior al desastre para los supervivientes discapacitados. Al reflexionar sobre la manera en la que podría ayudarlos aún más, encontró la inspiración en sus delicadas artesanías con un rico carácter étnico y se decidió a crear canales de venta sostenibles para ellos.
En 2013, Pinniger fundó Oveja Azul, una modesta tienda de Chengdu que vende artesanías elaboradas por minusválidos o familias con dificultades. Cuando propuso abrir la tienda, muchos la desalentaron. "Todos me decían, no lo hagas, va a fracasar", recordó. Pero no fue disuadida. "Yo pensé que si fracasa luego de uno o dos años, no sería un gran problema".
Más de una década después, su tienda no sólo ha sobrevivido, sino que ha prosperado. La tienda exhibe alrededor de 20.000 artesanías de 13 grupos étnicos. En la última década, la tienda ha apoyado más de 1.000 minusválidos en Sichuan.
"La gente cree que la caridad es dar las cosas gratis", dijo Pinniger, "pero lo que realmente significa es dignidad, ser visto como capaz, no ser compadecido", dijo Pinniger, quien añadió que ver a las personas recuperar la autoestima a través de la aceptación y verlas florecer cuando son valoradas por lo que son es lo que realmente cambia vidas.
En su carta de despedida, Pinniger citó a la Madre Teresa y escribió "no todos podemos hacer grandes cosas, pero sí pequeñas cosas con gran amor".
EMPODERADA POR SER MUJER
Dentro de una bulliciosa planta de procesamiento de café en Kinshasa, la capital de República Democrática del Congo, Tisya Mukuna de 33 años se mueve con elegancia entre filas de ruidosos tostadores, con su vestido fluido y de colores vivos que contrasta con el entorno industrial. Como fundadora de La Kinoise (la mujer de Kinshasa), Mukuna es apodada afectuosamente por los locales como la "reina del café".
El viaje de Mukuna ha sido global. Estudió mercadotecnia en Francia y obtuvo una maestría en administración de negocios en Shanghai. Sus padres la imaginaron en alguna ocasión trabajando en una multinacional en Nueva York; en lugar de eso, regresó a su hogar, decidida a empezar su propio negocio.
En 2018, centró su atención a la industria del café. "Como mujer congoleña, deseaba contribuir al desarrollo de mi país".
Aunque emprender no resultó fácil. Mukuna enfrentó muchos desafíos, incluyendo falta de financiamiento, un suministro eléctrico inestable, equipo poco confiable e infraestructura deficiente. Lo más difícil fue el hecho de ser una mujer emprendedora.
Mukuna reconoció que al principio dudó de sí misma por ser una "nueva chica" en la industria y señaló que la industria del café ya era dominada por los hombres, quienes a menudo la tratan con condescendencia.
Sin embargo, "no me hicieron flaquear. En realidad, me fortalecieron", dijo Mukuna. "Precisamente, a veces sólo porque soy una mujer, es más fácil que las personas me recuerden. Puede que haya diez hombres que se acerquen por su café, pero sólo una mujer con una flor en la cabeza. Créanme, al final del día, las personas recordarán a la mujer con la flor".
Como una mujer intentando lograr el cambio y mostrar que el café congoleño es de los mejores, Mukuna se decidió a restablecer la posición de República Democrática del Congo como un destacado exportador mundial de café. En 2023, su café Robusta ganó un reconocimiento en la Feria Internacional de la Agricultura de París, con lo que recuperó el orgullo y la atención a los granos congoleños.
A través de su programa de reactivación de viejas plantaciones, Mukuna ha capacitado a agricultores, ha reactivado plantaciones abandonadas, y ha comprado granos a precios justos. Los jóvenes no tienen que trasladarse a las grandes ciudades para encontrar esperanza, dijo, sino que pueden construirla justo aquí, desde el suelo.
LA VIDA ES MÁS FUERTE QUE LA MUERTE
Al amanecer, Somaya Shomer camina por las estrechas callejuelas del campo de refugiados de al-Nuseirat, con su bata blanca ondeando como armadura. En Gaza es tanto su uniforme como su armadura, un desafío silencioso en medio de la destrucción.
Dentro del hospital de campo Al-Awda, la obstetra-ginecóloga de 34 años, quien también es madre, ayuda a dar a luz en las ruinas. El llanto de los recién nacidos se mezcla con el eco de los distantes disparos de artillería.
"En mis embarazos anteriores disfruté de cada etapa", dijo Shomer a Xinhua. "Pero en esta ocasión estoy llena de preocupaciones por mi salud, la escasez de alimentos y el conflicto en curso". Los alimentos y los medicamentos son escasos, incluso descansar es un lujo. "A veces me quedó dormida con mi ropa de trabajo", dijo.
Antes de que su embarazo actual llegara a su etapa final, Shome solía trabajar más de 50 horas a la semana. Ahora, cada día trata más de 200 pacientes, muchas de las cuales son desplazadas y están desesperadas.
A la tenue luz de una sola lámpara, coloca una sencilla ecografía sobre el vientre de una madre. La imagen parpadea, es débil, pero está viva. Afuera, el sonido de las explosiones se mezcla con los llantos de los recién nacidos, el ritmo frágil de la supervivencia.
"Mi esposo también es un doctor", dijo. "A veces nos encontramos ambos en labores, dejamos a nuestros hijos solos. Esta es una fuerte responsabilidad, pero seguimos adelante".
Cada llanto que escucha es un desafío contra la desesperación. Así que lucha para salvarlos.
"Con cada nacimiento, sentimos que la esperanza todavía es posible, que la vida es más fuerte que la muerte", dijo Shomer. "Cada recién nacido en Gaza es un mensaje de que nuestro pueblo se aferra a la vida a pesar de todas las dificultades".