Apenas tres semanas después de que su aliado Donald Trump lo forzara a aceptar un alto el fuego con la República Islámica de Irán, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ordenó atacar otro país de Medio Oriente. Bombardeó Siria, específicamente, la sede del Ejército en la capital, Damasco, y la ciudad sureña de Suwayda. Mientras en la Franja de Gaza los palestinos seguían muriendo por las bombas y el bloqueo israelíes, el premier dijo que apuntó contra el país vecino por razones humanitarias: para apoyar a la minoría drusa (también presente en Israel) tras cinco días de sangrientos enfrentamientos en Suwayda. La decisión cayó mal en Washington y, otra vez, coincidió con un momento de extrema debilidad del gobierno de Netanyahu. Perdió a dos socios ultraortodoxos y sólo sobrevivió porque logró que uno de ellos se retirara del gabinete, pero por ahora no de la coalición oficialista en el parlamento. La estrategia de la guerra constante parece seguir funcionándole al jefe de Gobierno israelí.
Hace meses que analistas y críticos de la última ofensiva militar israelí contra la Franja de Gaza acusan a Netanyahu de profundizar cada vez los ataques contra los palestinos -hasta multiplicar las denuncias de genocidio en todo el mundo- para garantizar su supervivencia política. Una tras otra, las encuestas muestran que el apoyo al primer ministro cayó dramáticamente desde el ataque de Hamas el 7 de octubre de 2023, cuando más de mil israelíes fueron asesinados y más de 200 secuestrados. Hoy, más de 20 meses después, Netanyahu se niega a negociar un acuerdo para liberar a los 50 rehenes que quedan -alrededor de 20 se cree que siguen vivos- y, en cambio, asfixia a más de dos millones de civiles palestinos que, cada vez están más desnutridos, enfermos y desesperados.
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Hace un mes, el mismo día que decidió atacar a Irán y encender las alarmas de todo el mundo, Netanyahu enfrentó una moción de censura que casi hace caer a su gobierno. La superó con promesas a sus socios ultraortodoxos, que no luego no pudo cumplir. Por eso, el martes pasado, uno de ellos anunció que abandona la coalición oficialista y dejaba al premier con la mayoría mínima en el parlamento: 61 de las 120 bancas de la Knesset. Entonces revivió el miedo en el Gobierno: si Shas, el otro socio ultraortodoxo hacía lo mismo, quedarían con 50 escaños y no sobreviviría. Le reclamaban que aprobara una ley para eximir a los judíos de este sector religioso de hacer el servicio militar obligatorio.
El miércoles, en medio de los ataques a Siria, Shas anunció que renunciaba al Gobierno de Netanyahu, pero que no lo abandonaría en el parlamento para evitar que se cayera la mayoría oficialista. Al menos por ahora. Con 61 bancas y un aliado con un pie afuera, el futuro de Netanyahu pende de un hilo.
La violencia en la Siria post Assad
Según las autoridades sirias, que no tomaron aún ninguna represalia contra Israel, al menos tres personas murieron y otras 34 resultaron heridas por el bombardeo israelí. Además, tras los ataques, la comunidad drusa siria anunció un alto el fuego en la ciudad de Suwayda. "El acuerdo establece que todas las instituciones serán restauradas y se realizarán esfuerzos para garantizar los derechos de todos los ciudadanos según las leyes justas e igualitarias" del Estado nacional sirio, aseguró el jeque Yusuf al Gharbua. La escalada en esta ciudad es una de las tantas que estalló este año, luego de la caída del 53 años de mano de hierro de los Al Assad.
Bashar al Assad no era un presidente democrático ni dialoguista. Nada más lejos. Pero como miembro de una minoría, la alawita, mantenía un control férreo (y sangriento) sobre la mayoría sunnita. El actual gobierno interino (y de facto) que asumió el poder tras su derrocamiento en diciembre pasado está liderado por Ahmed al-Sharaa, un islamista que supo tener aceitados vínculos con Al Qaeda y que, aunque prometió respetar a todas las comunidades en el país, es apoyado por grupos sunnitas armados que están atacando e intentando someter a las minorías como las drusas.
Netanyahu, un primer ministro que sostiene que Israel "no es un Estado de todos sus ciudadanos, sino del pueblo judío", prometió defender a la minoría drusa en Siria. En Israel, donde más del 25% no son judíos, más de 20.000 drusos viven en los Altos del Golán, un territorio sirio que Israel ocupó tras la guerra regional de 1967 y anexó en 1981. El miércoles temprano, en medio de los enfrentamientos en Suwayda y con noticias de más de 250 muertos, Israel decidió bombardear y más de mil "drusos residentes en Israel" -como los llama la prensa de este país- cruzaron una frontera altamente militarizada e intentaron avanzar hacia el Este para ayudar a los sirios drusos.
EEUU no logra controlar a su aliado
La Casa Blanca fue uno de los primeros en celebrar el derrocamiento de Bashar al Assad. Siria -junto a Irán, Corea del Norte, Irak, Libia y Cuba- formaba parte del Eje del Mal de la guerra contra el terrorismo de George W. Bush. Trump asumió su segundo mandato apenas un mes después de la caída del gobierno en Damasco y no dudó en aprovechar la caótica transición para convertir a un viejo enemigo en un prometedor aliado. Poco importó que el nuevo líder había sido el jefe del extremista Frente al Nusra entre 2012 y 2017, bajo el nombre de guerra Abu Mohammad al-Julani. Durante los primeros años de su mandato esa milicia era la filial local de Al Qaeda.
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De hecho, al mismo tiempo que el gobierno de Trump anunciaba que imponía sanciones contra la relatora especial de la ONU para los territorios palestinos ocupados, la abogada italiana de derechos humanos Francesca Albanese, quitaba de la lista de organizaciones terroristas extranjeras a Hayat Tahrir al-Sham (HTS), la milicia islamista heredera de Al Nusra y comandada hasta el derrocamiento de Al Assad por Ahmed al-Sharaa, el hoy presidente interino que ya consiguió su primer cara a cara con Trump en la capital saudita en mayo pasado.
Hace sólo unos días, el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, confirmó que eliminaban las sanciones contra el ahora mandatario sirio y que lo hacían para "ayudar a la construcción de una Siria estable, unida y pacífica". Por eso, el miércoles, cuando Netanyahu comenzó a bombardear el corazón político de ese nuevo socio de Washington, el gobierno republicano buscó nuevamente frenar a su aliado.
Versiones periodísticas que nunca fueron confirmadas oficialmente sostenían que Trump le pidió a Netanyahu que detenga sus ataques y evite un nuevo conflicto en la región y especialmente con un nuevo socio. Poco después y aprovechando la visita a la Casa Blanca del príncipe heredero de Bahrein, Salman bin Hamad Al Khalifa, Rubio calificó el ataque como "un malentendido entre los israelíes y los sirios" e informó que "ya se habían comunicado con todas las partes involucradas" y que "habían aceptado tomar pasos concretos para terminar con esta horrible y preocupante situación". "Esto requerirá que todas las partes cumplan con los compromisos que hicieron y eso es lo que esperamos que hagan", agregó, casi como advertencia a sus socios, tanto nuevos como viejos.
Trump anuncia "buenas noticias sobre Gaza" en pleno genocidio
Mientras intentaba frenar una nueva guerra iniciada por Israel en Medio Oriente, la Casa Blanca también buscó instalar una idea que viene vendiendo casi todos los días hace dos semanas: un alto el fuego en la Franja de Gaza es inminente. Trump afirmó el miércoles ante la prensa: "Tenemos buenas noticias sobre Gaza". No dio más detalles, pero medios locales y de Medio Oriente citaron a fuentes cercanas a las negociaciones en Qatar que la delegación israelí habría aceptado limitar su despliegue militar en el devastado territorio palestino. Hamas pedía un retiro total de las tropas; sin embargo, desde el gobierno de Netanyahu se niegan.
"Vamos a asegurarnos de que Gaza ya no represente una amenaza para el Estado de Israel en las próximas generaciones", aseguró el miércoles el jefe de las fuerzas armadas israelíes, el general Eyal Zamir, ante un grupo de periodistas que lo acompañó en un recorrido por el sur de la franja. "Continuaremos atacando y matando a milicianos de Hamas. Recientemente eliminamos a 1.300 terroristas, incluyendo a muchos que participaron del ataque del 7 de octubre. Nuestras operaciones continuarán hasta que Hamas sea derrotado y desmantelado. Nuestros logros son muy significativos", celebró.
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Tanto el ejército como el gobierno de Israel describen una realidad completamente refractaria a la lluvia de denuncias que se multiplican todos los días desde adentro y afuera de la Franja de Gaza. En los últimos días, la ONU advirtió que el número de niños con desnutrición severa está aumentando a una velocidad alarmante y, además, denunció que ese territorio palestino ocupado, que en gran parte ya está completamente destruido, se convirtió en el lugar del mundo con mayor porcentaje de chicos mutilados. De hecho, el miércoles se conoció que 10 menores pierden uno o varios miembros por día por los ataques israelíes.
Cerca de un 40% de la población de la Franja de Gaza son menores de 14 años, por lo que la ofensiva y el bloqueo militar golpea especialmente a los más chicos: a los que buscan refugio en los abarrotados campos de desplazados que en los últimos tiempos se convirtieron en objetivos predilectos de Israel, a los que caminan kilómetros sin tener donde esconderse para hacer guardia en los centros de distribución de comida que instalaron Israel y Estados Unidos y que todos los días terminan con muertos, a los que se están convirtiendo en esqueletos vivos -por ahora- porque hace más de cuatro meses Israel no deja que miles de camiones con ayuda humanitaria ingrese al territorio.
Mientras en Washington Trump sonreía y hablaba de "buenas noticias", en el sur de Gaza, no muy lejos de donde el jefe del ejército israelí se paseaba con periodistas, al menos 21 palestinos murieron aplastados y acribillados por una estampida cuando una multitud desesperada intentó entrar por las jaulas para llegar al centro de distribución de comida de la repudiada empresa de Estados Unidos, la Fundación Humanitaria de Gaza, que se encuentra en la ciudad de Khan Younis. Como siempre, los mercenarios norteamericanos culparon a Hamas por infiltrar gente armada, mientras que la defensa civil gazatí apuntó contra los estadounidenses por generar el caos y la desesperación y luego disparar.
La ONU estima que más de 800 palestinos, muchos de ellos jóvenes, ya fueron asesinados en estas circunstancias, yendo a buscar comida, agua o medicamentos desde finales de mayo pasado. También denuncia que en sólo unos días todas las organizaciones humanitarias en la franja se quedarán sin combustible lo que significará que ya no podrán alimentar los generadores que son los únicos que dan luz a los quirófanos, a las incubadoras por cinco bebés por cama, a las estaciones de diálisis, a las ambulancias y a las plantas desalinizadoras, que son las únicas que garantizan que exista un poco de agua potable.
La situación dentro de la Franja de Gaza es dramática pero está a punto de ponerse peor, mucho peor. Por eso, Estados Unidos presiona. Pero la situación interna política de Israel no cede para Netanyahu y, por eso, profundiza sus ataques a campos donde ya no cabe una carpa más de desplazados y se niega a dejar entrar ni un camión con agua potable, con fórmula para bebés o con suplementos alimentarios para evitar que más chicos se mueran de hambre. Y, por eso, los jueces de la Corte Penal Internacional en La Haya, el mismo miércoles que Netanyahu se jugaba el futuro político en el parlamento israelí y era presionado en Washington para evitar una guerra con Siria, le rechazaron el pedido para dar de baja las órdenes de arresto que emitió en su contra y en contra de su ex ministro de Defensa Yoav Gallant.