El antecedente mexicano desnuda los peligros de un préstamo de EEUU a Milei

En la víspera de su nuevo viaje a Estados Unidos, el Presidente anunció que está negociando "una ayuda" del gobierno de Trump. Un préstamo aprobado por el Congreso requiere un tiempo que Milei ya no tiene, por eso surgió la versión del Fondo de Estabilización del Tesoro. Sólo se usó una vez para salvar a un país extranjero del default: México en 1995 y Uruguay en 2002. Solo en el primero fue del tamaño que se discute hoy para Argentina.

21 de septiembre, 2025 | 20.15

En un intento por recuperar la ofensiva y tratar de generar algo de confianza tras gastar más de mil millones de reservas en sólo dos días, el presidente Javier Milei contó el viernes pasado que su Gobierno está negociando "una ayuda" económica con su aliado norteamericano, Donald Trump. Dijo que están "muy avanzados", pero reconoció que estas cosas "demandan tiempo". No es inusual que Washington entregue paquetes masivos de ayuda financiera a sus socios en el mundo, pero eso requiere pasar por el Congreso. No sólo Trump ha demostrado que prefiere esquivar sus mayorías republicanas ajustadas si puede, sino que Milei y especialmente el BCRA no tienen tiempo para esperar los largos procesos legislativos del Capitolio.

Por eso, empezó a sonar con fuerza la opción de utilizar el Fondo de Estabilización del Tesoro, una herramienta del Gobierno creada después de la crisis del 30 para enfrentar las crisis. Dos veces se utilizó para salvar a un aliado del default: México en la crisis de tequila en 1995 (USD 20.000 millones) y Uruguay en 2002 (USD 1.500 millones). Sin embargo, sólo en el primer caso se trató de un préstamo de las dimensiones que se discute hoy en Argentina.

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El caso mexicano: por qué Clinton jugó su capital político

La crisis estalló poco después de la asunción de Ernesto Zedillo, el 1 de diciembre de 1994, exactamente 11 meses después de la entrada en vigor del tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, el NAFTA, y de la insurrección armada del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Según describió por entonces el director del Institute for International Economics de Washington, C. Fred Bergsten, México se estaba quedando sin dólares por "el uso excesivo de un tipo de cambio casi fijo como un 'ancla' con el propósito de reducir la inflación interna, en vez de habilitar una política más balanceada que permita llegar de manera más rápida a un tipo de cambio que asegure que las exportaciones de México se mantengan competitivas y las importaciones no sean insosteniblemente baratas. La estrategia consiguió reducir dramáticamente la inflación (de más de 150% en 1987 a dos dígitos en 1994), pero al costo de seguir sobrevaluando el peso."

La explicación de la crisis económica aplica a la Argentina de Milei, pero con algunas diferencias importantes. Primero, ante este escenario de escasez de dólares y fuga de inversiones, Zedillo decidió cambiar el modelo económico que le había dejado su antecesor Carlos Salinas de Gortari y devaluó un 14%. También anunció un paquete de emergencia: control de precios y salarios, aumento de las tasas al 50%, una ola de privatizaciones y un paquete de 18.000 millones de dólares de ayuda de sus socios del NAFTA y bancos de crédito internacional y privados. Pero no alcanzó. Sin las bandas o el cepo que mantiene Milei, el peso mexicano se siguió devaluando hasta perder 35% de su valor. 

Segundo, Estados Unidos había decidido unir su economía a la mexicana y canadiense con el NAFTA, por lo que una nueva crisis que derrumbara al país vecino como la de la deuda de 1982, no era una opción para el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton. Corrían los tiempos del decálogo del Consenso de Washington y el carismático demócrata vio una oportunidad para arrastrar -en el sentido más literal del término- a ese dogma a su principal socio latinoamericano para convertirlo en un ejemplo para la región. 

Por eso, cuando el primer plan de emergencia de Zedillo no funcionó y la economía entró en una espiral peligrosa, Clinton le propuso al Congreso de su país que aprobara un préstamo de 40.000 millones de dólares para salvar a su vecino del Sur. Hacía solo unos meses que había perdido en las urnas la mayoría en las dos cámaras, por lo que rápidamente comprendió que no lograría aprobarlo a tiempo, quizás nunca. Ahí fue, el 31 de enero de 1995, cuando su secretario del Tesoro, Robert Rubin, anunció en una conferencia de prensa que iban a utilizar el Fondo de Estabilización del Tesoro, sin pasar por el Capitolio.

A Clinton le llovieron las críticas, pero tres semanas después lo firmó el entonces ministro de Hacienda mexicano, Guillermo Ortiz, el mismo que en 2023 fue lapidario con la propuesta de dolarización de Milei: “No tiene absolutamente ningún sentido".

El Fondo de Estabilización del Tesoro era un mecanismo creado para enfrentar las crisis internas, no salvar a terceros países y, menos, si existía la posibilidad que luego no devolvieran la plata. Rubin explicó que se trataba de la mitad del dinero pedido al Congreso -20.000 millones de dólares- y repitió una y otra vez que le impondrían "estrictas condiciones" a México para que los "ciudadanos estadounidenses que pagan los impuestos no sufran en lo más mínimo" por el préstamo. Además, consiguió que el FMI sumara otros 17.500 millones de dólares y que otros bancos internacionales llevaran el total a más de 50.000 millones de dólares.

El préstamo a México fue un tema sensible para el gobierno de Clinton hasta enero de 1997, cuando Zedillo anunció que terminaba de saldar todo el crédito, tres años antes de lo pautado. Desde entonces fue considerado por muchos economistas ortodoxos como un caso de éxito. México no utilizó el último tramo de 7.500 millones de dólares, pese a la recesión galopante que vivió ese año. El PBI se contrajo casi 6%. Los próximos años, no obstante, volvió a crecer, al menos hasta 1998, pero a un costo humano enorme, un dato que suele quedar afuera de los análisis macroeconómicos, pero que se repite como una de las causas del debilitamiento posterior del Estado y del crecimiento de la violencia criminal. 

"El programa de ajuste incluyó medidas drásticas, ciertamente dolorosas, para fortalecer las finanzas públicas", reconoció al pasar en septiembre de 1995 Zedillo cuando dio su primer informe de Gobierno y festejó haber dejado atrás el abismo financiero. 

Los peligros de repetir este modelo con Argentina

En ese mismo discurso, Zedillo también reconoció lo que los que criticaron el préstamo venían advirtiendo: las condiciones impuestas por Estados Unidos eran extremas. "La crisis debía afrontarse con rapidez y determinación. Estoy convencido de que, de haberse adoptado medidas gradualistas o, peor aún, de haber caído en la inacción, de inmediato se habrían perdido millones de empleos y se hubiera desmantelado una parte muy considerable del aparato productivo del país. La recuperación hubiese tomado varios años, quizás lustros. Frente a esa amenaza, no dudé en tomar todas las decisiones que consideré indispensables para evitar que cristalizara el peor de los escenarios", aseguró el entonces presidente mexicano, en referencia a un default. 

Las decisiones "indispensables", según Zedillo, fueron, por un lado, prometer un ajuste mucho más importante del que ya había iniciado en diciembre de 1994. El resultado de este caso de éxito macroeconómico fue la peor crisis social que hayan vivido los mexicanos en las últimas décadas: un aumento de la pobreza del 21,2% en 1994 al 37,4% en 1996, tasas de interés que se dispararon hasta el 80% y forzaron la quiebra de empresas grandes y pequeñas, de y hogares que vieron cómo sus deudas se volvían impagables. 

Por otro lado, el Gobierno mexicano tuvo que entregar como garantía su gallina de los huevos de oro: Pemex, la petrolera estatal. México hipotecó prácticamente sus exportaciones de petróleo -que por entonces rondaban los 6.500 millones de dólares al año- como garantía. El acuerdo, que en ese momento era rechazado por más del 60% de los mexicanos por considerarlo una entrega de la soberanía nacional-  establecía que los compradores del crudo pagarían a una cuenta bancaria de Pemex en un banco privado de Nueva York, quien se ocuparía luego de transferir ese dinero al banco de la Reserva Federal en esa misma ciudad. El Estado mexicano podía acceder a ese dinero sin problema, excepto que las autoridades del Gobierno de Estados Unidos decidieran que su socio latinoamericano no podía cumplir con los pagos del préstamo o, de alguna manera, violaba el acuerdo, por ejemplo, no cumpliendo las metas de ajuste.

La discrecionalidad que le permite este tipo de préstamo al presidente de Estados Unidos también lo obliga frente a su electorado y el resto del arco político norteamericano a imponer condiciones y garantías mucho más estrictas que las de un banco de crédito internacional, por ejemplo. Como dijo el secretario del Tesoro de Clinton en 1995, "este programa sólo funcionará si México toma los difíciles pasos que son necesarios para restablecer la estabilidad y colocarse en el camino de una buena situación económica a largo plazo".

En el caso de la Argentina de hoy, Milei ya hizo "el ajuste más grande de la historia de la humanidad", las tasas de interés ya rondan o superan el 50% y el Gobierno se niega a abandonar la política cambiaria como ancla para evitar una nueva disparada de la inflación. Entonces, surge la primera pregunta: ¿Trump pondrá como condición para un préstamo la sustentabilidad del modelo económico argentino o repetirá la decisión poco responsable del FMI de otorgar el crédito más grande su historia al gobierno de Mauricio Macri sin un plan económico sólido detrás?

Si la respuesta a esta pregunta es no, entonces Argentina se podría enfrentar a un escenario mucho peor que un default. ¿Qué garantía colateral le pedirá Trump a Milei para otorgarle el préstamo que lo haga sobrevivir y llegar mejor posicionado a las elecciones de medio mandato del 26 de octubre? Porque es difícil pensar que el presidente estadounidense pondrá en juego su capital político si existe la posibilidad de que Argentina no pueda pagar su deuda. El Estado norteamericano no es lo mismo que el FMI. Zedillo tuvo que hipotecar los ingresos de la petrolera estatal para que el gobierno de Clinton pueda decir, convencido, que los estadounidenses no perderían ese dinero.¿Milei estará dispuesto a sacrificar las ganancias de un activo tan estratégico para el desarrollo del país a cambio de su supervivencia política? ¿Argentina estará dispuesta a aceptarlo si el Presidente lo intenta?