Si la Guerra Fría fue la disputa para definir qué sistema político-económico era mejor, la inteligencia artificial hoy es la principal disputa tecnológica para definir quién liderará el sistema que ganó y se impuso en todo el mundo. Por eso, los dos países que encabezan esta nueva carrera son Estados Unidos, la actual potencia dominante, y China, la única nación con capacidad real de pelearle el liderazgo. Son los únicos dos con los recursos necesarios para desarrollar estos sistemas o, al menos, con el poder para obtenerlos. "Para encarar el desarrollo tecnológico necesitas modelos, sistemas e infraestructura. Eso incluye los famosos data center y el hardware", explicó a El Destape la especialista en políticas tecnológicas y directora de Salto Agencia, Natalia Zuazo, y agregó tres elementos que ponen a América Latina en el centro de este tablero global: agua, energía y minerales. "Ahí pasamos a una cuestión geopolítica", advirtió Zuazo.
El país con más data center en el mundo es Estados Unidos. Posee la mitad y necesita más minerales para seguir creciendo. Fundamentalmente dos: litio y los llamados minerales raros. El primero tiene sus principales reservas en Sudamérica, los segundo, en China.
La inteligencia artificial no sólo es vital para el progreso tecnológico material, sino también que abre un sinfín de puertas para pensar el mundo en todas sus aristas. "Es una tecnología que se está integrando en todos los sectores de la sociedad, tanto en los trámites públicos del Estado como en la salud, en la educación y en el mundo del trabajo, entre otros", explicó Zuazo. "En este contexto de crisis global o de 'policrisis', como dicen algunos autores, se están abriendo nuevos mercados. Hoy la disputa está entre quiénes puedan desarrollar la capacidad de tener esos mercados. La IA es uno de ellos", agregó.
Por eso, ni China ni Estados Unidos pueden perder esta carrera. Cada uno está presentándole al mundo su programa de desarrollo. A principios de julio el presidente norteamericano Donald Trump lanzó su "Plan de Acción sobre la IA" y, poco después, el gobierno chino de Xi Jinping presentó el suyo, titulado "Plan de Gobernanza Global de la IA", en la Conferencia Mundial de la Inteligencia Artificial a finales del mismo mes. Además, fue uno de los ejes de discusión en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai, la versión oriental del G20, que se celebró en Tianjín el 31 de agosto y 1 de septiembre pasados.
La disputa por la hegemonía tecnológica
"La gobernanza en materia de IA es una cuestión filosófica. Puede ser regulada, con normas y leyes que permitan una participación medida de los actores, o puede ser liberal, dejando y confiando en que el mercado trabaje, que te lleva a una desigualdad abismal", sostuvo Zuazo.
Antes de la pulseada actual entre Xi y Trump, el primer plan de gestión para la IA fue propuesto por la Unión Europea (UE). El bloque regional presentó su Ley de Servicios Digitales en 2020, que se promulgó dos años más tarde. Hoy los países de la UE están intentando llevar a tierra esa política de forma sincronizada, respetando una estrategia regional al respecto. Joe Biden propuso algo parecido en 2023, cuando firmó un decreto de regulación en el que quiso forzar a las empresas privadas a presentar al Gobierno sus avances antes de lanzarlos, como una manera de poner límites y de fomentar la responsabilidad pública. Ese decreto fue dejado sin efecto en enero de 2025 por el propio Trump, pocos días después de asumir su segunda presidencia.
Trump acusó al decreto de Biden de "imponer ideas radicales de izquierda", por lo que aseguró que él buscaría apuntar a la IA sin ideología, lo cual es imposible. "Ningún chatbot es 100% limpio de ideología. Siempre habrá rastros de valores, narrativas y estructuras presentes en los datos con los que se entrenan y en las decisiones de quienes los diseñan", explicó la especialista en IA, Belén Ortega a El Destape.
El programa de Trump hace foco en el desarrollo sin regulaciones y en cooperación con las big tech, mediante el cual aspira a que las grandes compañías inviertan en el desarrollo dentro de las fronteras estadounidenses, sin imponerles reglamentar cómo consiguen y usan los recursos que necesitan o cómo desarrollan y programan el contenido de sus sistemas. "Mientras ellos pongan el dinero, que hagan lo que quieran", definió Zuazo.
Xi, en cambio, propone un desarrollo controlado y contenido mediante una gobernanza global que comprometa a todos los Estados a un uso responsable de la tecnología, apostando a "compartir innovación, seguridad y estándares éticos de manera más inclusiva" entre los países involucrados, en palabras de Belén Ortega para este medio. "Promueve la colaboración internacional y el acceso compartido a normas y tecnología, sobre todo con países del G7", aseguró Ortega.
América Latina, tironeada
Para producir este tipo de tecnología se necesitan, sobre todo, minerales. Aparte de las "tierras raras" de China también está el litio, el oro blanco que se consigue en Argentina, Chile y Bolivia -el triángulo del litio, la mayor reserva del mundo- y en otras regiones del mundo. Por eso Sudamérica se volvió un campo minado de empresas inversoras norteamericanas y chinas que compiten a ver quién tiene más presencia en el país.
Hoy, China se presenta como el ganador, con inversiones de US$3.383 millones en siete proyectos de litio en el Noroeste argentino, según un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario. Sin embargo, Estados Unidos demostró que está determinado a dar batalla. "Está intentando identificar campos en los que puedan desplazar el dominio de China", explicó Rachel Ziemba, miembro senior del Center for a New American Security, en una nota para el diario español El País.
En este escenario, América Latina se vuelve una moneda de cambio para los planes de Donald Trump y Xi Jinping. La política de Trump de abrirle la puerta latinoamericana a las big tech de forma desregulada no solamente fragmentaría una gobernanza limitada de los Estados, sino que además implicaría "una mayor dependencia de las grandes corporaciones, menor margen de decisión propia y riesgo de exclusión de narrativas propias", en palabras de Ortega, mientras que el modelo chino podría representar "la posibilidad de integrarse a un bloque más solidario, acceder a desarrollos estatales y tecnologías adaptables a nuestras necesidades, y no depender únicamente del modelo occidental", según Ortega.
La excusa que utilizan los capitales norteamericanos para defender a Trump es la de la supuesta democratización del conocimiento que traería la IA al mundo. Mark Pittman, miembro directivo de la revista Forbes, escribió en un artículo en 2024 que "la IA resulta de una democratización del conocimiento tanto para empresarios como también para quienes aspiran a desarrollar su negocio y tener éxito". Para Natalia Zuazo, este argumento no se sostiene: "La democratización es la cantinela de los empresarios para escudar sus intereses. Ellos saben que no democratizan. Se aprovechan de una necesidad".