Cientos de cabras hambrientas ayudan a combatir los incendios en Cataluña

08 de agosto, 2025 | 07.00

En medio de una sinfonía de campanillas tintineantes, unas 300 cabras negras, pardas y moteadas trotan por una carretera asfaltada de Cataluña, al noreste de España, deteniéndose de vez en cuando para mordisquear con fruición los arbustos secos que bordean un bosque.

La manada, que deambula de pueblo en pueblo, forma parte de un proyecto piloto puesto en marcha en la ciudad de Mataró, que a su vez pertenece a una iniciativa más amplia financiada por la Unión Europea para mitigar el riesgo de incendios.

José Antonio Ricis, concejal de Agricultura de Mataró, dijo que el proyecto había sido un éxito y que había llegado "para quedarse".

Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

Cada verano, el calor abrasador desata incendios en países del sur de Europa que arrasan vastas extensiones de terreno a medida que se agrava el cambio climático. En Cataluña, el año pasado, a pesar de estar en el tercer año de la peor sequía en un siglo, el número de focos disminuyó, y el gobierno regional atribuyó el descenso a la mejora de las medidas de prevención de incendios, de las que las cabras son solo una parte.

Las cabras son conocidas por su voraz apetito, que les permite alimentarse incluso de plantas espinosas como cactus o cardos, lo que las hace ideales para limpiar la maleza y otros materiales combustibles con el fin de crear cortafuegos naturales.

La práctica de utilizar ganado para limpiar la maleza inflamable se remonta a siglos atrás, pero algunos agricultores están dejando de lado las máquinas preferidas en los tiempos modernos y están volviendo a las cabras y otros animales en busca de técnicas agrícolas más sostenibles. En Galicia, los caballos salvajes se encargan de esta tarea.

Francesc Teixidó y Pedro Alba, ambos de 38 años, dan instrucciones a sus perros de trabajo para que las cabras se muevan a lo largo del perímetro de una zona residencial en la comarca del Maresme, propensa a los incendios y situada junto a la costa central de Cataluña.

Hace poco, los dos socios decidieron unir sus respectivos rebaños y adoptar la vida nómada del pastoreo caprino.

La historia de Teixidó empezó hace 14 años con un pequeño experimento en el municipio periférico barcelonés de Badalona. Sin embargo, otros miembros del grupo original pronto se cansaron del exigente estilo de vida y Teixidó se quedó solo con su modesto rebaño de siete cabras.

CAMBIO DE ESTILO DE VIDA

"Cuando empecé, no era ni profesión. Yo lo tenía un poco como 'hobby', para aprender", dice Teixidó, que antes había trabajado como instructor de esquí, vela y windsurf.

"Cuando eres monitor, también te estás llevando un rebaño de niños o de personas, que además tienes que intentar que se porte todo lo bien posible", bromea, y añade que prefiere su actual sensación de libertad.

Alba también dejó atrás una vida muy diferente: había sido músico de gira, pero entonces llegó la pandemia y las restricciones para viajar se convirtieron en la norma.

Enfrentado a un cambio de carrera involuntario, dio prioridad a encontrar un trabajo en el que también pudiera pasar tiempo con su hijo pequeño, así que empezó comprando unas cuantas cabras a Teixidó tras conocerlo en una fiesta.

Aparte de poder llevar a su hijo, Alba dice que le encanta consumir leche y carne de alta calidad, pero le disgusta mucho tener que lidiar con la burocracia.

Los cabreros cobran de los municipios que recurren a sus servicios y de los queseros, que valoran especialmente la leche de las cabras itinerantes. Sin embargo, estas fuentes de ingresos también les obligan a lidiar con más burocracia relacionada con las normativas fiscales y sanitarias.

Los animales, en constante movimiento, pastan una gran variedad de plantas y no necesitan piensos suplementarios como la alfalfa, lo que da como resultado una cuajada más dulce, más grasa y más rica en proteínas, con un mayor rendimiento y sabores que cambian con la estación, explican los dos.

"Lo que era un hándicap se ha convertido en nuestra principal fortaleza", dice Teixidó, refiriéndose a la falta de residencia fija de las cabras.

La mayor parte de los ingresos procedentes de la venta de leche y de los ayuntamientos que pagan el programa de prevención de incendios se invierte en conseguir mejores equipos.

En última instancia, ninguno de los dos lo hace por dinero. "Si te pones a contar la hora, no sale", dice Alba. "Lo haces porque crees en otra forma de vida y de gestionar los montes".

Con información de Reuters