Trump vs. Obama ¿una guerra de carpetazos?

Entre escándalos judiciales, acusaciones de traición y fracturas internas, Donald Trump y Barack Obama protagonizan una feroz disputa por el poder en Estados Unidos: mientras el caso Epstein amenaza con salpicar al presidente, el Rusiagate resurge como arma de distracción en una estrategia que revela tanto la fragilidad del trumpismo como el endurecimiento de la polarización de cara a las elecciones legislativas de 2026.

27 de julio, 2025 | 00.05

En Washington se viven horas intensas. Esta semana volaron con tal intensidad los carpetazos, las acusaciones cruzadas y los adjetivos elevados de tono que vale la pena preguntarse qué hay detrás.

El caso del pedófilo Jeffrey Epstein, su misterioso “suicidio” en la cárcel (2019), mientras esperaba cargos federales por tráfico sexual y la supuesta lista con los nombres de políticos, magnates, miembros de la realeza (el príncipe británico Andrés, por ejemplo) que compartían sus perversiones y orgías, es uno de los escándalos que ahora apunta contra el presidente Donald Trump. 

Para contratacar, el magnate de la Casa Blanca reactivó otra vieja historia: la de la supuesta interferencia de Rusia (el Rusiagate) en las elecciones presidenciales norteamericanas de 2016 cuando él le ganó a la candidata demócrata Hillary Clinton.

Esta semana cuando un periodista le preguntó a Trump si su nombre figuraba en la lista de Epstein, el presidente reaccionó con un misil contra el ex mandatario Barak Obama acusándolo de “traición” y de “maniobras para alterar el resultado de las elecciones”. 

“Obama lideró un golpe de Estado, fue el líder de la banda, pero la prensa lo protegió toda la vida”, aseguró Trump. “Después de lo que me hicieron es hora de perseguir a esa gente. Obama fue atrapado directamente”, remató. 

¿A qué se refería Trump? El pasado 18 de julio, la directora de Inteligencia Nacional de EEUU, Tulsi Gabbard, aseguró tener “pruebas irrefutables” de que Obama tramó “una conspiración traicionera” vinculada con el Rusiagate. Concretamente, se acusa al ex presidente demócrata de haber dado la orden de alterar el informe que la comunidad de inteligencia había realizado sobre la supuesta intervención rusa en los resultados de las elecciones presidenciales de 2016.

Rusia negó haber intervenido y la investigación hecha por la inteligencia norteamericana concluía lo mismo: “los adversarios extranjeros no utilizaron los ciberataques a la infraestructura electoral para alterar el resultado de las elecciones presidenciales en EEUU”.

Pero esta conclusión no les gustó a los jerarcas del Partido Demócrata y el 9 de diciembre de 2016 –según rezan los documentos a los que aludió la directora de inteligencia, Gabbard- Obama ordenó cambiar esas conclusiones. La semana pasada, estas “pruebas irrefutables” fueron enviadas por Gabbard al Departamento de Justicia bajo el título: “Nueva evidencia de una conspiración de la administración Obama para subvertir la victoria y la presidencia de Trump en 2016”. Al parecer también dio la orden de hacerlos públicos.

“La intención expresa y lo que siguió después solo pueden describirse como un golpe de Estado de varios años y una conspiración traicionera contra el pueblo estadounidense”, aseveró Gabbard. ¿Puede Obama ser juzgado por traición? En principio: no. En EEUU, los presidentes, durante el ejercicio de su cargo, tienen total inmunidad y Obama, en diciembre de 2016, aún era presidente.

La oficina de Obama retrucó, a su vez, afirmando que los dichos eran “constantes tonterías y desinformación que emanan de esta Casa Blanca” y calificó a las acusaciones como “descabelladas, ridículas y un débil intento de distracción”.

¿Se trata de una guerra de carpetazos? Para algunos analistas, en Washington se ha desatado una pelea descarnada por el poder entre los dos partidos políticos más importantes, incluso, con vista a las elecciones legislativas de 2026, en las que los demócratas intentarán recuperar una o las dos cámaras del Congreso.

Para otros no hay tal guerra. “Es una estrategia comunicacional”, aseguró al ser consultada por El Destape la doctora en Historia Valeria Carbone, de la cátedra “Historia de Estados Unidos” de la UBA y de la Universidad Nacional de La Plata. “Se trata de una estrategia de distracción que abona la narrativa de que Trump es perseguido políticamente. Él siempre alude a una caza de brujas en su contra. Esas acusaciones son un uso político trumpista para aprovechar la polarización extrema y la calcificación de la grieta.”

¿Por qué Trump necesita estas estrategias comunicacionales? “El caso Epstein está haciendo mella en su base política electoral”, opinó Carbone. “Primero Trump lo usó contra los Clinton, luego, durante la campaña proselitista prometió que iba a ordenar que se publicaran los archivos porque él esperaba que en la lista aparecieran otros políticos y no él. Pero ahora su nombre también está en danza. Lo que fue una estrategia electoral se volvió en su contra y está tratando de minimizar los efectos para que no quede dañada su imagen pública”.

De grietas y fracturas

Un temor recorre las filas trumpistas. En EEUU, encuestadoras, medios de comunicación y algunos analistas aseguran que, en las elecciones legislativas del 2026 (las de medio término), es probable que Trump pierda la actual mayoría en ambas cámaras. 

En ese marco, la situación de las internas en el Partido Republicano y, dentro de él, de la propia base trumpista (MAGA) cobran gran importancia.

“Hay divisiones internas en el seno mismo de Make America Great Movement. La base de votantes está empezando a sentir las consecuencias de las políticas que Trump anunció que iba a poner en práctica cuando asumiera la presidencia. Son esas mismas medidas que ellos votaron, con los ojos más o menos abiertos, porque estaban de acuerdo y porque creyeron que a ellos no les iba a impactar. Creyeron que iban a ser aplicadas a otras personas”, explicó la historiadora.

La persecución a los inmigrantes es un ejemplo. “Las políticas trumpistas de deportaciones masivas y detención de personas o el accionar de los servicios de inmigración han afectado a votantes de Trump. Las encuestas de opinión y los testimonios recogidos por los medios de comunicación demuestran que muchos electores apostaron por esas políticas migratorias más restrictivas pensando que no los iban a alcanzar y ahora están siendo afectados. Hay muchos detenidos y muchos deportados que han votado a Trump”, analizó Valeria Carbone.

“Lo mismo está pasando en el sector de salud y los recortes masivos a los programas de asistencia para la gente sin recursos o para los ancianos –continúa-. El sector de los adultos mayores es el que más ha votado a Trump y son los primeros afectados por los recortes de estos seguros de salud. Cuando estas medidas afectan directamente a los votantes de MAGA es que se empieza a notar el resquebrajamiento por dentro de la base electoral trumpista.”

La doctora Carbone dio otro ejemplo concreto que produjo mucha ira en el electorado de Trump: las inundaciones en el Estado de Texas, a comienzos de este mes de julio, que dejaron más de 120 muertos (muchos de ellos niños) y casi 200 desaparecidos.

“Durante la gran inundación en Texas murió muchísima gente porque no se los evacuó y porque no llegaron las alarmas a tiempo para avisar que se veía esa mega tormenta y esa mega crecida. La razón fue la falta de personal, debido a los recortes presupuestarios en la agencia climatológica de EEUU. La mayoría de los texanos afectados son votantes de MAGA.” 

“Creo que Trump está acelerando la implementación de ciertos cambios, porque hay una percepción – no solo dentro del Partido Republicano sino también en MAGA- de que en la próxima elección legislativa podrían perder la mayoría en ambas cámaras. Por eso estos primeros meses de gobierno han sido tan frenéticos y todo se ha movido a tan alta velocidad”.

El terremoto está muy lejos de calmarse. Por el contrario, los efectos del caso Epstein y del accionar de Obama en el “Rusiagate” van a escalar. La política estadounidense se ha puesto al rojo vivo.