El 31 de agosto de 1997, en el túnel del Alma en París, Lady Diana Spencer perdió la vida en un accidente que marcó la historia. El vehículo involucrado, un Mercedes-Benz S280 W140, se convirtió en el centro de todas las investigaciones y debates sobre seguridad y tecnología automotriz de la época. A 25 años del siniestro, sus especificaciones técnicas siguen despertando interés por la combinación de lujo y robustez que representaba.
El automóvil involucrado en el accidente pertenecía a la flota del Hotel Ritz de París, propiedad de Mohamed Al-Fayed, y había sufrido un accidente previo en 1994. Aunque fue reparado, expertos sostuvieron que nunca recuperó su estado óptimo. La madrugada del siniestro, el S280 era conducido por Henri Paul, quien circulaba a más de 120 km/h en un tramo limitado a 50 km/h. El choque contra una columna del túnel deformó gravemente la parte delantera izquierda.
El único sobreviviente fue el guardaespaldas Trevor Rees-Jones, que llevaba puesto el cinturón de seguridad. Diana, ubicada en el asiento trasero derecho, sufrió heridas internas graves y falleció pocas horas después.
El S280 era un sedán de lujo de la Clase S, generación W140, producido entre 1994 y 1998 en la planta de Sindelfingen, Alemania. Contaba con un motor de seis cilindros en línea (M104.944), 2,8 litros de cilindrada y 193 caballos de fuerza a 5.500 rpm, con un torque máximo de 270 Nm a 3.750 rpm. Su transmisión automática 4G-Tronic (posteriormente 5 velocidades en algunos modelos) y la tracción trasera permitían una aceleración de 0 a 100 km/h en 10,8 segundos y una velocidad máxima de 215 km/h.
En dimensiones, este sedán medía 5.113 mm de largo, 1.886 mm de ancho y 1.486 mm de alto, con una distancia entre ejes de 3.040 mm. Su peso en orden de marcha era de 1.890 kg, mientras que el peso máximo autorizado alcanzaba 2.550 kg. La suspensión independiente delantera de doble triángulo y la trasera multi-link, combinadas con frenos de disco ventilados con ABS, aseguraban estabilidad y control incluso a altas velocidades.
La seguridad era una de sus cartas de presentación. El S280 estaba equipado con airbags frontales, frenos ABS, control de tracción y zonas de deformación programada en la carrocería. El habitáculo, insonorizado con vidrios dobles, ofrecía un aislamiento excepcional, mientras que la suspensión independiente en ambos ejes garantizaba estabilidad en carretera. Sin embargo, un detalle resultó determinante: ninguno de los pasajeros traseros, incluida Diana, llevaba colocado el cinturón de seguridad, lo que agravó el desenlace del choque.
Hoy, a más de 25 años del accidente, el Mercedes-Benz S280 W140 sigue siendo un ejemplo de ingeniería avanzada de los años noventa, combinando lujo, potencia y sistemas de seguridad que, sin embargo, no pudieron evitar un desenlace fatal debido a la velocidad y circunstancias humanas.