Ford Mustang GT Fastback de 1968 - Bullitt: así era el ícono cultural y uno de los mejores autos pesados

El muscle car que Steve McQueen inmortalizó en el cine sigue siendo un referente del diseño, la potencia y la cultura automotriz.

24 de septiembre, 2025 | 19.26

Pocos autos han alcanzado el estatus de mito como el Ford Mustang GT Fastback de 1968, célebre por su papel en la película Bullitt. Más que un simple vehículo, este modelo se transformó en un símbolo de libertad, rebeldía y estilo, dejando una huella indeleble en la cultura popular y en la historia de la industria automotriz.

Mecánica: el rugido del V8

En su corazón latía un motor V8 de 390 pulgadas cúbicas (6,4 litros) que entregaba alrededor de 325 caballos de fuerza y un par motor cercano a los 580 Nm. Estaba acoplado a una caja manual de 4 velocidades, que transmitía toda la potencia al eje trasero, una configuración clásica de los muscle cars de la época. El Mustang ofrecía un 0 a 100 km/h en menos de 7 segundos, cifras que en los años 60 eran sinónimo de brutalidad mecánica. Su suspensión delantera independiente y el eje rígido trasero, aunque básicos por los estándares actuales, le conferían una rudeza que encajaba con la esencia del modelo. Además, el rugido del escape sin restricciones contribuyó a que el auto fuera protagonista sonoro de una de las persecuciones más famosas del cine.

Diseño: la silueta del deseo

El Fastback de 1968 presentaba líneas musculosas y una silueta que transmitía agresividad incluso en reposo. El largo capó, la caída de techo hacia atrás y la parte trasera compacta definían un perfil inconfundible. La versión usada en Bullitt fue modificada para acentuar su carácter: parrilla sin emblema, pintura Highland Green sin cromados excesivos y llantas Torq-Thrust negras. Estas elecciones estéticas lo convirtieron en un auto sobrio y amenazante, muy distinto a los modelos relucientes que solían verse en la época. Era un vehículo que comunicaba personalidad, más cercano a un personaje que a una simple máquina.

Un ícono cultural

El Mustang GT Fastback de Bullitt se convirtió en leyenda gracias a la escena de persecución de 10 minutos filmada en las empinadas calles de San Francisco, donde Steve McQueen, amante de los autos y las carreras, condujo él mismo en gran parte de la secuencia. La crudeza de la filmación —sin efectos digitales, con saltos violentos y derrapes reales— hizo que el auto quedara grabado en la memoria colectiva. Desde entonces, el modelo no solo representó velocidad, sino también autenticidad. Fue la mezcla perfecta entre Hollywood y Detroit, entre el mito cinematográfico y la ingeniería norteamericana.

Legado y trascendencia

Más de cinco décadas después, el Mustang Bullitt sigue inspirando ediciones especiales de Ford y es pieza de colección para los fanáticos. Uno de los ejemplares originales, preservado durante años, alcanzó cifras millonarias en subastas, confirmando su valor como objeto histórico. No es solo un automóvil, es un pedazo de la cultura popular del siglo XX, que refleja la era dorada de los muscle cars y la estrecha relación entre el cine y el automóvil.

En definitiva, el Ford Mustang GT Fastback de 1968 trascendió su condición de auto para convertirse en ícono. Su mecánica poderosa, su diseño agresivo y su papel protagónico en Bullitt lo convirtieron en leyenda. Hoy, más que un vehículo clásico, es un símbolo de lo que significa la pasión por manejar.