El 8 de enero de 1995, el mundo deportivo y la sociedad argentina quedaron conmocionados por la muerte de Carlos Monzón en un accidente automovilístico ocurrido en una ruta de Santa Fe. El excampeón mundial de boxeo viajaba a bordo de un Renault 19, modelo producido por la filial local de la marca francesa, que se transformó en protagonista involuntario de aquel desenlace trágico.
El Renault 19 fue uno de los autos más representativos de la década del noventa. Concebido a fines de los años ochenta en Europa, fue lanzado en Argentina en 1993 y rápidamente ganó popularidad por su diseño moderno y sus soluciones mecánicas confiables. Se fabricaba en la planta de Santa Isabel, Córdoba, donde Renault supo consolidar un polo industrial histórico.
Desde el punto de vista mecánico, el Renault 19 ofrecía motorizaciones variadas. La gama incluía propulsores de 1.6 y 1.8 litros, con inyección electrónica multipunto en las versiones más equipadas, que entregaban potencias de entre 90 y 110 caballos, cifras más que competitivas para un sedán compacto de su segmento. El motor se combinaba con una caja manual de cinco marchas que priorizaba la elasticidad y el bajo consumo. Su tracción delantera aportaba estabilidad y un comportamiento más seguro que los tradicionales autos de tracción trasera de décadas anteriores.
El diseño del Renault 19 era sobrio y aerodinámico. Con líneas redondeadas y un coeficiente de resistencia de apenas 0,31, se destacaba en su categoría. Su carrocería de cuatro puertas lo convertía en un vehículo familiar, aunque también existían versiones hatchback de tres y cinco puertas. En el habitáculo ofrecía terminaciones modernas para la época, un panel de instrumentos claro y asientos con buena ergonomía.
En materia de seguridad, el Renault 19 reflejaba las limitaciones tecnológicas de los noventa. Carecía de airbags y control de estabilidad, y apenas incorporaba frenos a disco delanteros —ventilados en algunas versiones— combinados con tambores traseros. Tampoco era común el uso de cinturones de tres puntos en todas las plazas. Su estructura tenía refuerzos para absorber impactos, pero aún estaba lejos de los estándares de seguridad estructural que hoy exige la industria.
El accidente de Monzón puso de relieve esas carencias. En una época en la que la seguridad vial recién comenzaba a instalarse como tema de agenda pública, el Renault 19 era considerado confiable y moderno, pero no podía ofrecer la protección que hoy resulta indispensable en un vehículo.
A pesar de ello, el Renault 19 dejó una huella importante en el mercado argentino. Fue uno de los modelos más vendidos de su segmento, y su producción en Córdoba consolidó la presencia de Renault en el país. Hoy, visto en perspectiva, combina el recuerdo de un auto que marcó a una generación con la tragedia de haber sido escenario del final de una de las máximas leyendas del deporte nacional.