El momento justo después del nacimiento, conocido como la “hora de oro” o “la hora sagrada”, es mucho más que simbólico: es una ventana biológica y emocional única, llena de oportunidades. En ese primer abrazo piel con piel entre la madre y el bebé, ocurren fenómenos tan profundos como invisibles: se inicia el vínculo, se estabiliza la temperatura del recién nacido y se activan los reflejos que lo impulsan hacia el pecho.
En Argentina, los últimos datos de la Encuesta Nacional de Lactancia (ENaLac 2022) muestran que el 67,1% de los bebés son puestos al pecho dentro de la primera hora de vida, y otro 23,3% entre la primera y la vigésimo cuarta hora. Esto significa que alrededor del 90% de los recién nacidos fueron puestos al pecho durante las primeras dos horas tras nacer.
Este indicador es alentador, pero nos obliga a ir más allá del número. Porque iniciar la lactancia en ese período —y sobre todo, permitir el contacto piel a piel inmediato— no puede depender solo de la voluntad de una madre. Tiene que ser una práctica garantizada por los equipos de salud.
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La lactancia humana exclusiva salva vidas. Según la OMS, garantiza una nutrición óptima, protege contra infecciones respiratorias y gastrointestinales, reduce el riesgo de mortalidad infantil, favorece el desarrollo neurológico y tiene beneficios para la salud materna, como la reducción del riesgo de ciertos tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares (OMS, 2023).
¿Por qué es tan fundamental la hora de oro?
El contacto piel con piel reduce el estrés tanto en la madre como en el bebé, favorece la termorregulación, estabiliza las constantes vitales del recién nacido y disminuye el llanto. Además, impulsa la producción de oxitocina, facilitando la expulsión placentaria, reduciendo el sangrado posparto y fortaleciendo el vínculo afectivo. Iniciar la lactancia en esa primera hora se asocia con mayor éxito en la lactancia exclusiva y menos suplementación con fórmula.
Cada segundo cuenta en ese encuentro. Lo que puede parecer un gesto natural, tiene raíces biológicas poderosas: el bebé, con sus sentidos alerta, sigue una secuencia instintiva que va desde el llanto de nacimiento hasta el amamantamiento, pasando por fases de calma, exploración y succión.
En Asociación Civil Argentina de Puericultura (ACADP) creemos que la “hora de oro” no puede ser eludida por protocolos rígidos o hábitos hospitalarios que separen a la madre del bebé. Su alcance trasciende el nacimiento: impacta en la confianza materna, en el inicio de la lactancia y, a largo plazo, en el bienestar físico y emocional de ambos.
Por eso trabajamos para que cada parto contemple este espacio esencial. Promovemos que los equipos de salud respeten ese momento, capacitando en prácticas que prioricen el vínculo, la escucha y el acompañamiento respetuoso.
Respetar la hora de oro no es solo una buena práctica. Es garantizar que cada díada pueda comenzar su historia con el calor, la calma y el apoyo que se merecen.