La agrupación H.I.J.O.S. llega a su aniversario número 30 bajo un gobierno fascista que alterna entre el negacionismo, la justificación de los delitos de lesa humanidad y el desmantelamiento de las políticas de Estado de Memoria, Verdad y Justicia. A pesar de haber anunciado que instalaría una “memoria completa”, el gobierno de Javier Milei y Victoria Villarruel avanza con una memoria vacía o un pretendido olvido completo.
El organismo de derechos humanos que en abril de 1995 irrumpió en la escena política y social para luchar contra la impunidad de los genocidas tiene un recorrido de tres décadas que lo mantiene en vigencia en sus logros y causas pendientes. Y, sobre todo, en sus reivindicaciones políticas ante el plan económico actual de continuidad con el del terrorismo de Estado.
La verdad como bandera: SON 30.000
“Estamos en un contexto sin igual históricamente. El neoliberalismo no es una cuestión de liberalismo simple nada más. O ya no. Hay otros condicionamientos, que es la derecha recalcitrante. Una lógica dictatorial usando las herramientas de la democracia. Tenemos que hacer lo que hemos hecho siempre: continuar con nuestro legado. El de las Madres, las Abuelas, el de la generación del 60 y 70”, reflexiona Eva Arroyo, integrante de H.I.J.O.S. Jujuy e hija de Juan Carlos Arroyo, militante peronista secuestrado-desaparecido en octubre del 76 (antes ya había pasado varias veces en cada dictadura militar por los penales), y de Sofía D´Andrea, “detenida en el estado de sitio”, expulsada del país. Además, dos de sus tíos de parte de la madre tuvieron que exiliarse.
Los 30 años de H.I.J.O.S. en el contexto que atraviesa nuestro país convocan a pensar cuál es el lugar de los organismos de derechos humanos y cuál es la memoria de 30.000 luchas que puede dialogar con una sociedad que hace poco más de un año legitimó con su voto un proyecto político que comparte una matriz ideológica con los responsables del terrorismo de Estado.
Eva Arroyo sostiene que “desde H.I.J.O.S. tenemos que pensarnos un poco más allá de lo que nos está ocupando en los últimos años. Poder hacer carne de otras cosas que atraviesan a la sociedad. Y esto significa salir a la calle. H.I.J.O.S. tiene que retomar la bandera de salir a las calles con los sindicatos y las organizaciones sociales. Eso es retomar la bandera de los 60 y 70. No sólo el recordarlos”.
Desde su campaña, La Libertad Avanza incluyó en su plataforma política la discusión sobre la cantidad de víctimas del terrorismo de Estado. A 40 años de recuperada la democracia, reinstaló debates del pasado, que no solamente estaban resueltos acá, sino también ante el mundo. El proceso histórico de Memoria, Verdad y Justicia de la Argentina es reconocido por otros países. Discutir el número 30.000, mientras con despidos masivos se desmantelan las políticas de Estado de memoria, reabrió una batalla que no es solamente cultural.
30 años después de la formación de H.I.J.O.S. el fascismo es gobierno. Si bien eso no revierte que seamos el país del Nunca Más, sí nos lleva a pensar qué pasa con la Memoria en tiempos de búsqueda de olvido. Por eso Eva Arroyo también se pregunta sobre el negacionismo y las acciones posibles: “¿Cómo voltear al negacionismo? Poniendo sobre tablas. Esto es lo que decís: no. Las viejas nos han enseñado a trabajar como hormigas”, afirma. Y propone rebatir los discursos y prácticas del negacionismo e incluso de la apología de los crímenes de lesa humanidad contando la historia todas las veces que sea necesario. Decir “No fue así. Era el aparato estatal”. A la vez, reconoce que “No es sencillo, es un trabajo de base. Sembrar, sembrar y sembrar. Es lo que nos enseñaron”. Parte de esto se vio antes de las elecciones presidenciales de 2023, cuando familiares y sobrevivientes sacaron sus testimonios de las audiencias judiciales y los volvieron a contar en subtes, colectivos y esquinas para alertar sobre el agravio a la memoria que podía significar el triunfo de LLA.
A más de un año de gobierno, Eva Arroyo plantea la pelea contra el negacionismo y su plan económico, mientras que reconoce que “Hay un aparato estatal, que no es cualquiera, con el que vamos a tener que disputar ese poder. Y no sólo es el negacionismo. La única manera de evitar que los nieguen (a los desaparecidos) es nombrarlos y hoy hay que nombrarlos más que nunca. Especialmente a su proyecto político”. Contar la vida, la militancia, el compromiso, la solidaridad, en contraposición con lo que identifica en el gobierno actual como parte de una “justificación de la violencia sin fundamento, del aval del no código humano”.
Cuando Eva piensa en cómo se llegó hasta acá, encuentra que “No solamente quedaron lugares vacíos. Hubo políticas que no llegaron donde debían llegar. Hubo un gobierno que tuvo la decisión política de hacer política de Estado la lucha de los organismos, pero desde la demanda central de esos organismos. ´Dios atiende en Buenos Aires´. Y a nivel nacional los feudos se seguían sosteniendo. Blaquier aportando para las campañas políticas. Hubo un manto que nos protegió a quienes nos dedicamos a esto, pero que a su vez tapó cosas. Hacia abajo donde no pudo llegar. No pudo llegar a los pueblos originarios, a los sectores vulnerables. Hubo un cambio cultural, pero no se pudo avanzar sobre eso, la posibilidad de empoderamiento de la sociedad. Esos son los espacios vacíos que quedaron y hoy tenemos que tener una mirada crítica de nuestra construcción política porque lo que sucede con Milei no es una cuestión fortuita. El trabajo que nos debemos es el cotidiano, minucioso, el que nos enseñaron”.
Algo similar piensa Lucas Asenjo, militante de H.I.J.O.S. Capita, hijo de Jorge, desaparecido el “12 de junio de 1976 en un operativo conjunto de la Policía y Fuerzas militares en Cinco Saltos, Río Negro”. Estaba en la panza de la mamá, por lo que no llegó a conocer a su padre, cuya historia pudo saber recién a los 25 años y recuperar su apellido. “Creo que deberíamos haber estado atentos a quienes seguían en la lona a pesar de tener un gobierno popular, a los que de alguna manera no les llegó el modelo. Hay tantos lugares sin agua potable en el país… Cuando militás los derechos humanos eso no se te puede escapar, el acceso a la salud, a un trabajo digno… Las cosas que generan bronca e impotencia. Las construcciones verticalistas funcionan bien cuando son de arriba para abajo y de abajo para arriba. Hoy lo mejor que podemos hacer es estar cerca de las necesidades del pueblo”.
También sobre el tema opina Marianela, quien integró H.I.J.O.S. Madrid, hija de Mario Galli y Patricia Flynn, embarazada de dos o tres meses, y nieta de Violeta Wagner. Toda la familia estuvo en cautiverio en la ESMA. Marianela tenía un año y medio de edad y luego fue liberada. Por testimonios de sobrevivientes, pudo saber que sus familiares fueron asesinados en los vuelos de la muerte y que el bebé no habría llegado a nacer. El genocida Alfredo Astiz tuvo un especial ensañamiento con la familia Galli, dado que Mario era un marino y junto con su compañera militaban en la JP y en Montoneros. “En el momento actual de proliferación de las ultra-derechas que niegan, justifican y/o reivindican el terrorismo de Estado y el genocidio, veo muy importante estar presentes en todos los debates públicos posibles sobre este tema, no sólo a través de descargos o comunicados de prensa, sino a partir de la generación de discursos y contenidos audiovisuales y artísticos en diversos formatos, sobre todo los digitales”, dice.
Además, piensa que para fortalecer la memoria “es necesario hacer más hincapié en que la feroz represión de la última dictadura vino de la mano de cambios estructurales profundos en materia económica y social que generaron más pobreza, miseria, desigualdad y un endeudamiento externo crónico que padecemos hasta el día de hoy. Por otro lado, también creo que además es necesario crear y fijar un ´horizonte propositivo alternativo´ a partir de ideas, frases, discursos, imágenes e historias que generen impacto, debate, reflexión y curiosidad para contrarrestar los discursos autoritarios y neofascistas que, en momentos de crisis y derrumbe del capitalismo global como el que estamos viviendo, resultan ser muy esclarecedores”.
¿Cómo se piensan e incluso resignifican los organismos de derechos humanos en general e H.I.J.O.S. en particular en este momento del país? Hay un interés compartido entre los organismos de derechos humanos que es cómo abordar la transmisión de la memoria a las nuevas generaciones. Y, de alguna manera, el triunfo del gobierno de Milei y Villarruel convoca a pensar si es necesario cambiar los lenguajes, contenidos y formas de trabajar la memoria en los colegios, sindicatos y hasta en las redes sociales. “Hay que profundizar el trabajo con los jóvenes, seguir con las charlas en las escuelas. También articular con los trabajadores, con los sindicatos. Volver a explicar todo. Hay que salir del ´ghetto´ de los derechos humanos, donde nos hablamos a nosotros mismos”, enfatiza Lucas.
Las charlas en los colegios son una herramienta fundamental para transmitir la memoria, pero desde la acción y también debate. Si bien muchas se realizan en el marco del 24 de marzo, hay distintas fechas en el año que convocan a reflexionar en las aulas y a seguir contando que, por ejemplo, las Abuelas ya buscan a sus bisnietos y no solamente a sus nietos, así como los hijos a sus sobrinos y no solamente a sus hermanos.
En la actualidad, se hace necesario pensar nuevas estrategias para contar por qué se afirma que “son 30.000”, que no hubo demonios, que el Estado debe garantizar políticas de Memoria y no repetición de los crímenes de lesa humanidad. “Creo que empezaría trazando una línea histórica de lucha, para que no sea una cuestión coyuntural, somos H.I.J.O.S y siempre estuvimos parados de este lado. Hay un hilo conductor que nos trajo hasta ahora, eso nos une. En momentos de crisis es importante saber identificar al enemigo y evaluar las contradicciones principales y las secundarias. Para no girar en círculos que no resuelven”, dice Lucas Asenjo, cuando analiza cómo pudo avanzar el fascismo y qué hacer ante eso.
Algunas historias de la historia de H.I.J.O.S.
Así como las Madres, Abuelas y Familiares empezaron a agruparse en pleno terrorismo de Estado, H.I.J.O.S. (Hijos -todavía no “e Hijas” por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) surgió en democracia, pero en un contexto de impunidad para los genocidas y partícipes civiles. Con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y los indultos vigentes, pibes y pibas de una generación que iba a la escuela sin poder contar su historia, que tuvo que vivir en la clandestinidad e incluso exiliarse, se juntaron y se organizaron. Una generación para la que hubo que buscar cómo explicar que participar en política podía implicar que el Estado terrorista te secuestre, desaparezca, torture, someta a condiciones inhumanas de cautiverio y a tormentos en centros clandestinos, te viole o te robe a tu bebé. Y no decirle nunca a la familia la respuesta al reclamo de aparición con vida: dónde están. Una generación con madres y padres sin tumbas. O en fosas comunes.
La conformación de H.I.J.O.S. hizo que el duelo personal pudiera tener también una elaboración colectiva y además política. En ese país de mediados de los 90 se empezaron a conocer las historias de quienes irrumpieron construyendo una identidad ya no solamente como “hijos de desaparecidos”, sino como hijos e hijas de militantes políticos, sociales, estudiantiles, culturales y sindicales, principalmente. Sacaron del silencio social de la época de la post dictadura los nombres de las organizaciones, incluso armadas, en las que sus madres y padres resistieron al genocidio y su miseria planificada. En tiempos en los que los discursos oficiales pretendían instalar que la política era “una mierda”, H.I.J.O.S. fue parte de un entramado de organizaciones que defendían la participación política como una herramienta de transformación de la realidad.
La reivindicación de la militancia como marca del surgimiento de H.I.J.O.S. es algo que destaca Marianela Galli, “porque es necesario comprender que ellos y ellas buscaban construir, desde lo colectivo, otro proyecto de país y estaban dando una lucha política, económica, social y cultural frente a la alternancia de dictaduras militares y gobiernos ´seudo-democráticos´”.
El testimonio de las consecuencias del terrorismo de Estado hizo que los hijos e hijas de desaparecidos encontraran entre sí la forma de entenderse sin explicar. Haber pasado por lo mismo, tener las mismas ausencias forzadas, buscar justicia. Mucha irreverencia. Los hijos e hijas de la generación marcada por el “algo habrán hecho” salieron a decirle a la sociedad que sí, que algo habían hecho: luchar. Por eso H.I.J.O.S. decidió levantar públicamente las banderas de las organizaciones. Hijos de ningún demonio. Sí de militantes que fueron la resistencia organizada a un plan sistemático de exterminio ante la miseria planificada.
Lo personal y lo político pierden distancia permanentemente en las historias de quienes integran los organismos de derechos humanos de nuestro país: “El secuestro y la desaparición de mis padres y mi abuela me privó de la oportunidad y la voluntad que ellos tenían de conformar una familia y crecer rodeada de amor y cariño. A la vez, también me privó de ser criada y educada según los valores y principios de solidaridad y justicia social por los que ellos lucharon y buscaron transformar su realidad”, reflexiona Marianela Galli cuando analiza lo que hizo el terrorismo de Estado con su familia. Su padre, Mario Galli, se formó como marino en la misma promoción de Alfredo Astiz, entre otros que, como él, con el paso del tiempo pasaron a ser asesinos del pueblo. Mario, en cambio, fue uno de los marinos del pueblo y como militante político llegó a participar en la agencia ANCLA, de Rodolfo Walsh.
“Por un lado, pienso que la agrupación surge en el año 1995 cuando la mayoría de sus integrantes ya tenía o empezaba a tener conciencia de su historia y lo que significaba en ese entonces ser hijo o hija de detenidos-desaparecidos y asesinados durante el terrorismo de Estado. El contexto de impunidad e injusticia de los años 90 fue clave y los escraches irrumpieron, de manera creativa, en el espacio público y en el debate político de ese momento, interpelando a la sociedad a partir de la consigna: ´si no hay justicia, hay escrache´”, recuerda Marianela.
Entre las características de H.I.J.O.S., además del escrache, está la reivindicación política de las organizaciones militantes de los 60 y 70. Con sus debates, diferencias y coincidencias. Pero en todo está la memoria de las marcas del terrorismo de Estado en las familias. “Yo tenía 27 años y una hija, tenía una vida un poco más armada de alguna manera que el resto de mis compañeras y compañeros cuando surge H.I.J.O.S.”, dice Eva Arroyo.
“Fue un lugar especial porque fue la posibilidad de poner toda esa carga de todas las cosas que nos pasaron en un lugar positivo para la construcción. Y a nivel social fue disruptivo en la tradición de los organismos de derechos humanos, con una mirada hacia la práctica política que había llevado la generación de los 60 y 70, le digo así porque dentro de H.I.J.O.S. ya no somos solamente hijos de desaparecidos y asesinados, hoy está compuesto por otros compañeros y compañeras que no han tenido esta situación, el castigo más profundo en nosotras como las hijas de las víctimas directas del terrorismo de Estado, entonces me parece que fue disruptivo porque también planteó mirando hacia esa generación tratando de ver los errores políticos: el verticalismo, la vanguardia, un montón de cosas que se discutían en ese momento, interesantes, que se tendrían que volver a discutir, y construir otra cosa. Se habló de reconstruir el tejido social, de la horizontalidad, del camino más lento. H.I.J.O.S. interpeló a otras prácticas construcciones políticas con una lógica asamblearia, horizontal y, a su vez, donde se pudo volcar lo personal y transformarlo en algo positivo”, agrega.
Para muchas personas H.I.J.O.S. fue y es un lugar para encontrarse, donde tener cosas en común, aunque distintas, pero también iguales, “la posibilidad de ir por un mismo camino y que se entendiera lo que cada uno había pasado. Historias similares, las ausencias, eso en un inicio. Más la carga del misticismo político de los 60 y 70. La lucha colectiva me hizo aceptar en cierto modo las diferencias. A mí la militancia y mi hija me salvaron la vida. H.I.J.O.S. me formó políticamente en la lucha colectiva. Es una parte muy importante de mi vida”, cuenta Eva.
Por su parte, Lucas Asenjo resalta que la reivindicación política desde H.I.J.O.S. sobre las militancias de los desaparecidos “como sacarlos de las fotos estáticas de víctimas y ponerlos en el lugar de militantes, con sueños, con ideas, con una voluntad de hierro para llevar adelante la lucha por el mundo que querían crear es uno de mayores legados porque nos deja a nosotros y a toda la sociedad un montón de ejemplos a seguir, una esperanza de que se puede, que la lucha es el camino para transformar. Y en lo personal el orgullo de poder decir mi viejo era ´perro´ y andar por la calle con un tatuaje con la bandera del ERP. ¿Y qué?”.
Eva Arroyo vuelve sobre este punto, el de un surgimiento en democracia que permitió que los hijos e hijas (y luego también “hijes”, “hijxs”, “hij@s”) tuvieran “la hermosa posibilidad de gritar que éramos los hijos de los subversivos, salimos a discutir la teoría de los dos demonios, la efervescencia de la juventud. Tenía 8 años. Yo tenía el tesoro de los recuerdos y las vivencias con mi padre. La mayoría no las tenía. Yo me crié escuchando ese mundo mejor por el que había que sacrificar todo. Estaba ahí ese mundo. Las pérdidas no fueron solamente de los seres amados, fue también la pérdida del proyecto político. No estaban ni los que iban a hacer ese mundo mejor y se esfumó ese sueño. Fue un doble duelo. Y había que salir a decir con orgullo a decir ´yo soy ésta´. Hoy hay que retomar algunas discusiones. Hoy más que nunca hay que hablar de ellos y ellas y sus sueños y sus proyectos políticos, en este contexto de mierda”.
Algo que también identifica a H.I.J.O.S. es la oposición al olvido y el perdón: “Más allá de las cosas obvias, lo más terrible que me hizo el terrorismo de Estado fue no tener a mi viejo en las cosas simples de la vida, que me lleve a la plaza, a la escuela, a la cancha, una caricia, un feliz cumpleaños, una foto, esas cosas, la de todos los días”, dice Lucas Asenjo. “Ingresé a la agrupación en 2020. Me acompañó en el juicio por la desaparición de mi viejo, en mi búsqueda de justicia, compartió mi alegría con las condenas y con la llegada del nuevo DNI que tenía por fin el apellido que corresponde. La agrupación me dio un lugar y yo le di un lugar en mi corazón. No estuve en los escraches, ni la etapa de juicio y castigo, me toca estar hoy, dar lo mejor que tengo para que no se apague esa voz colectiva”.
30 casi 50
En 2026 la Argentina llegará a los 50 años del golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976. Hasta hoy, a 30 años del surgimiento de H.I.J.O.S., son más de 1.000 los genocidas condenados (pero con casi todos los partícipes civiles impunes), 139 las verdades encontradas en la búsqueda de hermanas y hermanos nacidos en cautiverio o secuestrados con las familias (y con cientos de casos abiertos todavía), nuestro país alcanzó avances históricos en políticas de Estado de Memoria, Verdad y Justicia, pero los retrocesos no tienen precedentes. Y sí consecuencias.
Desde el inicio del gobierno de Milei y Villarruel, que fue presentado en nombre de una supuesta “memoria completa”, lo que se profundiza desde el aparato estatal es un vaciamiento de la memoria: El olvido. Y vaciar, como ya en tantas luchas actuales se repite, es cerrar.
En cuanto a las políticas de Estado de Memoria, los despidos masivos y retiros “voluntarios” extorsivos en la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación ocasionan un vaciamiento constante, con retrocesos y daños irreversibles, que atraviesan a áreas como las de sitios de memoria, búsqueda de nietos y nietas, leyes reparatorias, archivos, querellas en los juicios por delitos de lesa humanidad, investigación, entre otras. Es un recorrido hacia el cierre de la memoria.
A 30 años de su surgimiento, H.I.J.O.S. conforma una Red Nacional y una Internacional. Entre sus principales luchas abiertas está la de llegar algún día al país por el que la generación militante de los 60 y 70 se comprometió con la lucha y resistencia, un proyecto que sigue siendo parte de nuestra Patria, con un firme Nunca Más.