Diez días atrás, OpenAI se convirtió en la compañía privada (es decir que no cotiza en bolsa) más valiosa del mundo, cuando algunos de sus empleados y ex empleados vendieron 6.600 millones de dólares de sus acciones a grupos de inversores. La compañía, desarrolladora de ChatGPT, alcanzó así un valor de mercado de 500.000 millones de dólares. Inmediatamente después de cruzar ese mojón, el CEO y fundador de OpenAI, Sam Altman, anunció que la empresa tiene intenciones de hacer negocios en la Argentina. Concretamente, OpenAI instó a una firma argentina poco conocida, llamada Sur Energy, a construir un centro de datos de capacidad monstruosa y aseguró que, cuando esa infraestructura esté operativa, comprará toda la capacidad de procesamiento de datos que ofrezca. El polo será uno de varios centros de datos, llamados Stargate, construidos en distintas partes del mundo para proveer exclusivamente a OpenAI, que hoy depende de sus competidores para poder procesar las más de mil millones de consultas diarias que recibe ChatGPT.
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Con este desarrollo, que implica inversiones globales por 500.000 millones de dólares (de los que a la Argentina le tocará el 5%: 25.000 millones), OpenAI espera dejar de depender de sus competidores para el almacenamiento de información, que hoy aloja en los servidores de Google Cloud y Oracle, entre otros. Para ello, impulsa la construcción de estas instalaciones que almacenan, procesan y protegen grandes volúmenes de información digital, con miles de computadoras, servidores y equipos que permiten que la información esté disponible todo el tiempo. Las obras deberían comenzar en 2026.
Hasta aquí, la propuesta y el anuncio. A partir de ahora, las dudas, las incógnitas y los temores.
¿Este tipo de iniciativas, generan empleo? ¿Cuánto?
El consenso entre los especialistas, es que los centros de datos de la envergadura de los Stargate generan empleo intensivo durante su fase de construcción pero, una vez instalados, la mano de obra que necesitan para su mantenimiento es relativamente escasa. La Argentina de la obra pública cero tendrá un desafío extra para la construcción del predio, que se estima de entre cinco y siete hectáreas: proveer a la zona en la que se establezca (aún indefinida) con conectividad, energía, logística y personal especializado.
¿Tendrán exenciones impositivas para el desarrollo?
Sí, las previstas en el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), que prevé incentivos fiscales, aduaneros y cambiarios por 30 años para inversiones superiores a los 200 millones de pesos en sectores estratégicos como minería, energía, turismo y tecnología. Según el primer informe del Observatorio RIGI, el régimen ha encontrado en sus primeros meses de implementación límites estructurales y políticos, explicados por el fracaso del plan económico de Javier Milei y Luis Caputo. Además, el documento destaca: "Incluso en las proyecciones más optimistas publicadas por el Gobierno, las inversiones aprobadas prevén la creación de poco más de mil empleos directos. Esta cifra resulta aún más limitada si se considera que no existe un plan concreto de industrialización en origen ni de generación de encadenamientos productivos que permita traducir estas inversiones en un impacto económico duradero para las regiones involucradas".
Un punto sensible: ¿Cuánta energía utilizará Stargate Argentina? ¿Cómo la generará?
La primera fase comenzará con 100 MW operativos, para luego escalar progresivamente hasta alcanzar la capacidad total de 500 megawatts en 2027. La zona elegida podría ser Neuquén, según reveló Infobae. Más exactamente, cerca de Tratayén -con acceso a gas- y Vaca Muerta y Arroyito, cercanas a El Chocón. Sur Energy anunció que lo haría a través de acuerdos con las empresas Central Puerto y Genneia para la provisión de la energía. Neuquén hoy atraviesa una situación de emergencia hídrica por la caída de hasta el 40% en el caudal de los ríos Limay y Neuquén.
Según cuenta Irina Sternik en su newsletter Lado B, estas zonas en las que se asientan grandes centros de datos en todo el mundo son denominadas por los especialistas “zonas de sacrificio digital”, porque son las comunidades cercanas las que asumen los costos socioambientales. La Argentina no está sola ni es la primera en enfrentarse a esta situación. Hubo resistencias con protestas y litigios judiciales en Brasil, en Uruguay, en Estados Unidos, en Europa. La gran incógnita (que las empresas suelen evitar responder amparándose en el secreto industrial) es cuánta agua usan para refrigerar sus servidores.