La impunidad de Bullrich, accionar criminal y verdadera identidad

Afiliada a LLA, la abanderada de la casta depende de Karina Milei y hace campaña por Adorni. La guerra con Macri y el sello partidario que se perdió en el camino. Por qué sigue impune, a dos meses del proyectil en la cabeza de Pablo Grillo.  

07 de mayo, 2025 | 00.05

En una de sus primeras vidas, Patricia Bullrich Luro Pueyrredón eligió llamarse Carolina Serrano. Fue durante los años de la dictadura militar cuando decía creer en otro ideario. Con el regreso de la democracia, volvió a usar su nombre legal y se pasó de bando, pero le costó encontrar su verdadera identidad. Tardó más de 40 años, hasta que el 6 de mayo de 2025 se afilió al partido de la extrema derecha argentina. En el camino, no dejó espacio por frecuentar ni sello por reivindicar: las distintas tribus del peronismo, el radicalismo delaruista, la Coalición Cívica, el PRO y finalmente la Libertad Avanza.  

Desesperada siempre por una cuota de poder, Bullrich quedó última en la pelea de las presidenciales 2023, pero no dudó ni un segundo en ejecutar su enésima conversión para rendirse ante Javier Milei. La ex ministra de Fernando De la Rúa y Mauricio Macri precipitó su afiliación al mileismo en los últimos días, cuando Karina Milei le pidió que salga a hacer campaña por Manuel Adorni, el vocero-candidato que tiene como misión exterminar a los Macri en la cuna del PRO. Abanderada de la casta, enemiga histórica de los jubilados y fanática del sadismo represivo, Bullrich no reparó en que estaba haciendo campaña contra un partido al que todavía pertenecía. Ella y sus discípulos más leales, como Damián Arabia, nada menos que el vicepresidente del PRO a nivel nacional desde marzo de 2024. Recién entonces, la ministra decidió romper su ID amarillo para abrazarse a las fuerzas del cielo rama Karina. Junto a ella se va un grupo de diputados que hoy son de lo más cercanos a Milei, como Sabrina Ajmechet o Fernando Iglesias. 

En el camino, Bullrich no perdió demasiado, salvo el sello de Unión por la Libertad, que le había servido para deambular en la política durante las últimas tres décadas y quedó subsumido al partido de Macri. En su conversión macrista, la que se suponía era la última, Bullrich decidió fusionar UL -antes Unión por Todos- con el PRO para ganar un centímetro en la disputa que tenía con Marcos Peña por el corazón gélido de Macri. El principal opositor a semejante entrega fue su marido, Guillermo Yanco, un abogado que milita en el Museo del Holocausto y fluctúa en línea con los movimientos de Bullrich. Yanco, que pasó por la Legislatura porteña y el Congreso, ahora se mueve en las oficinas de la Fundación ICONA, cercana a la ministra y presidida por una de sus estrechisimas colaboradoras, María Onetto. En esa ONG también se destaca la presencia de Juan Carlos Lynch, un hombre de fuerte llegada al mundo empresario que alimentó el sueño frustrado de Bullrich presidente.

Consciente de que llegó demasiado lejos, la ministra tiene en política el objetivo de sepultar al líder que le entregó las llaves de su propia criatura partidaria, durante nada menos que 4 años. Macri, que la sostuvo después de la represión que terminó con la muerte de Santiago Maldonado y el crimen de Rafael Nahuel, la eligió para presidir el PRO en contra de la opinión de Peña. Aunque se arrepiente, el ex presidente por ahora no usa su capacidad de daño para atacar a Bullrich. Si chocan como candidatos a senadores en octubre, el ex presidente tal vez tenga la oportunidad de vengarse por aquel debate del año 2003, cuando ella lo destripó y Anibal Ibarra postergó varios años el ascenso de Macri como jefe de gobierno. 

Con el tiempo, la ministra de Seguridad se convirtió en un emblema de la casta que Milei dijo venir a combatir. Se endureció cada vez más y refrendó sus contactos con Estados Unidos e Israel. Pero su más peligrosa deriva fue la de ponerse al frente de las fuerzas de seguridad. Desde el Estado, incubó la doctrina Chocobar y alentó a los uniformados para que salgan a las manifestaciones de protesta, dispuestos a matar. Es eso lo que lo que mejor la distingue y no el partido al que se afilie hoy o mañana.

Bullrich se afilia a La Libertad Avanza cuando todavía tiene pendiente responder por el accionar criminal de la Gendarmería en la represión del 12 de marzo pasado en las inmediaciones del Congreso. Tal vez por la ascencencia de la hermana del presidente en su juzgado, la causa que lleva adelante la jueza María Servini todavía no avanzó ni en la responsabilidad del gendarme Guerrero -identificado como el autor del disparo por el Mapa de la Policía- ni en la responsabilidad política de la ministra. Tampoco en la del Director Nacional de la Gendarmería Nacional, Claudio Brilloni, el Jefe del Destacamento Móvil 6 de Gendarmería, Héctor Ferreira y el Jefe del Comando Región I de la Provincia de Buenos Aires, Marcelo Porra Melconian.

La querella que impulsa la familia de Grillo con patrocinio del CELS apunta a la política represiva que la ministra ordenó desde que comenzó el gobierno de Milei, como parte de un temerario método de acumulación política que debutó en tiempos de Macri. Un plan de guerra contra la oposición. 

Bullrich no respondió por el cartucho de gas que, a las 17.18 horas del 12 de marzo, impactó en la parte frontal de la cabeza de Grillo y le provocó una fractura encefalocraneana y pérdida de masa encefálica. La presentación del CELS detalla lo mismo que las recomendaciones internacionales de la ONU que Bullrich despreció: las cápsulas de gas son de metal duro y, disparadas en línea recta en dirección a un cuerpo humano, pueden ser letales. 

La primera respuesta de la nueva integrante de LLA fue mentir. Afirmó que el fotógrafo estaba “detenido”, que “el disparo no fue directo a la cabeza” y que “ni siquiera podía haber sido por la distancia en la que estaba”. Aseguró, además, que el proyectil se disparó “de acuerdo al protocolo que tiene la Gendarmería Nacional Argentina”, el cual establece que el lanzamiento de las cápsulas de gas debe realizarse “en forma oblicua hacia el suelo”. Más tarde, se contradijo y aseguró que el gobierno estaba analizando si el cartucho de gas “rebotó una o dos veces y atravesó un cartel que estaba tirado en el piso con fuego”, para luego golpear la cabeza de Pablo. Todo era falso. 

A casi dos meses del hecho, Grillo se recupera lentamente pero permanece en terapia intensiva. El cabo Guerrero, mientras tanto, sigue en funciones, protegido por Bullrich: nadie informó si fue siquiera sumariado por el disparo en linea recta que mantiene a Grillo desde hace casi dos meses en el Hospital Ramos Mejía. El director de Justicia y Seguridad del CELS, Manuel Trufó, dice que la responsabilidad de la ministra es clara. “La represión del 12 de marzo pone a Bullrich en el centro de la escena por distintas razones. Primero porque ella misma admitió que estaba supervisando el operativo desde un centro de monitoreo. Todo lo que sucedió en el contexto de ese operativo era de su conocimiento. Además, Bullrich reaccionó presentando información falsa sobre quién era Pablo Grillo y en qué situación estaba. Es una constante que compra todo lo que le dicen las fuerzas de seguridad. Por último, el abordaje de la protesta social que eligió, tarde o temprano, iba a generar un resultado de este tipo”, dice. 

La presentación del CELS enmarca la represión del 12M no como un accidente sino como una consecuencia lógica de la política que Bullrich desplegó desde el arranque del año electoral, en las marchas de los jubilados. “En todas y cada una de estas protestas se pudo observar una actuación ilegal, abusiva y poco profesional de los efectivos, quienes produjeron detenciones arbitrarias y atacaron a manifestantes, adultos mayores y trabajadores de prensa con gas pimienta, gases lacrimógenos, palos y tonfas”, dice. Favorecida por la amnesia social selectiva, como miembro activa de un grupo de dirigentes que atraviesa indemne la cortina de los tiempos, Bullrich es libre de afiliarse a dónde quiera. No le pesan los muertos que carga sobre sus espaldas. Por los servicios que presta, goza de impunidad.