Familia nazi y reuniones con Videla y Pinochet: la historia oculta del economista austríaco que guía a Milei

En base a una precisa reconstrucción, un libro que acaba de salir revela detalles desconocidos de la vida de Friedrich von Hayek. El estrecho vínculo de su familia con el nazismo. Ssu relación con la dictadura y el rol de Alberto Benegas Lynch.

06 de agosto, 2025 | 00.05

En una breve autobiografia, “Hayek sobre Hayek, un diálogo autobiográfico”, Friedrich von Hayek buscó la forma más elegante de aludir a la filiación nazi de su familia. Afirmó que en la casa de sus padres se respiraba un “tácito antisemitismo”. Era bastante más que eso. 

Su abuelo habia sido candidato politico antisemita, su madre había devenido en nazi confesa, afiliada a la rama femenina del partido Adolf Hitler -tenía un “Mein Kampf” todo subrayado-, y su padre había organizado la Asociación de Médicos Etnicamente Alemanes, una entidad comprometida en sus estatutos a “la defensa de los médicos no judíos contra los judíos”. Hayek padre llegó a dedicarse a la disección de pulmones de personas recién ejecutadas, entre los cuales al menos 120 provenían de sitios de ejecución de opositores al régimen. Pero era su hermano, Heinrich von Hayek, el que había hecho todo el escalafón. Primero, se había incorporado en las SA -tropas de asalto del Partido Nacional Socialista Alemán-, más tarde formalizaría el ingreso en las SS y, finalmente, en 1938, se había afiliado al partido nazi, como él mismo lo reconocería muchos años mas tarde.

La información aparece detallada en un libro revelador que acaba de publicarse en Argentina, “El cielo fuera de quicio. Librecambio y proteccionismo”, del sociólogo y ensayista argentino Christian Ferrer. Una investigación exhaustiva e hiper documentada que recorre la historia del siglo XX a través de la biografía de Hayek, el pensador austríaco que inspira y guía a Javier Milei. Autor de libros como “Camino de servidumbre y “Los fundamentos de la libertad”, el presidente lo nombró este lunes en su presentación en el Yacht Club de Puerto Madero, aunque como siempre eludió algunos datos de su historia.

En octubre de 1933, a través de una correspondencia urgente, su hermano Heinrich le pidió al economista de cabecera de Milei un favor especial, que elabore un mapa familiar de ascendencia sanguínea directa hasta los bisabuelos. El objetivo: cumplir con la ley de Reconstrucción del Servicio Social Alemán, un trámite ineludible para mantener el trabajo en la Alemania nazi. Christian Ferrer explica que la norma exigía la prueba de que se portaba un 100% de sangre aria y era el antecedente de las Leyes de Sangre o Leyes de Nuremberg, que el nazismo sancionaría dos años más tarde. Von Hayek cumplió de inmediato con lo que le pedía su hermano nazi y un mes después, el 27 de noviembre de 1933, recibió una postal de agradecimiento con la imagen de Hitler y el lema “Führer y padre del pueblo”. 

Ganador del Premio Sveriges Riksbank en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel en 1974, Hayek no llegaría a tanto. Sin embargo, él mismo reconoció haber leído Mein Kampf y consideró que la entera filosofía del nazismo tenía origen austriaco y, particularmente, vienés. 

El libro de Ferrer que publica editorial Sudamericana está documentado como pocos. En sus últimas 50 páginas, cita las fuentes de todas y cada una de las revelaciones que aporta: toda la bibliografía sobre la vida y las opiniones de Hayek, los libros del economista, la documentación a la que accedió el autor, el debate con John Maynard Keynes en 1931 y 1932, incluidas las apreciaciones positivas sobre el economista britanico. 
Hayek tuvo una temprana relación con Argentina y surgió a partir de la militancia de Alberto Benegas Lynch padre, el prócer paleolibertario que reivindica y recita el presidente. Su primera visita la hizo en 1957, cuando Benegas Lynch le cursó una invitación a través de su Centro de Difusión de la Economía Libre. El viaje no pasó inadvertido para las autoridades de la dictadura que había derrocado al peronismo. En la Casa Rosada, Hayek fue recibido con honores por Pedro Eugenio Aramaburu. “Dos años más tarde llegaría su maestro Ludwig von Mises, para disertar en la Universidad de Buenos Aires”, escribe Ferrer. 


Las ideas de von Hayek siempre fueron explícitas en beneficio del mercado y del individuo. Pero entre las declaraciones que aparecen en “El cielo fuera de quicio”, hay una que podría disgustarle a Milei. Hayek decía ser el autor de “la teoría de que todos los economistas que entran al servicio de cualquier gobierno acaban por corromperse tan solo por haber dado ese  paso”. Milei, Caputo, Bausilli, Sturzenegger y el resto de los fundamentalistas que hoy están a cargo del Estado tal vez no la hayan leído. 

Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y autor de libros fundamentales como “La Amargura Metódica”, una monumental biografía de Ezequiel Martinez Estrada, o “Baron Biza, el Inmoralista”, Ferrer señala un parteaguas en la vida de Hayek. Después de recibir el Nobel en 1974, asume un compromiso político más elocuente y experimenta un quiebre entre 1977 y 1978. Si hasta ese momento Hayek había sido más bien diplomático en el debate con economistas de otras escuelas, incluido con Keynes, a partir de ese momento se compromete con regímenes dictatoriales y endurece su discurso como nunca. Fueron los años en los que visitó Chile y Argentina para reunirse con las máximas autoridades. Hayek llegó a Santiago de Chile en noviembre de 1977 para reunirse con Augusto Pinochet. 

“Dialogué con el general sobre las democracias limitadas y los gobiernos representativos, sobre lo cual he escrito libros donde dejó en claro que  una democracia ilimitada no puede funcionar, pues libera fuerzas contrarias que terminan por destruir la democracia”, le dijo, después del encuentro, al diario El Mercurio. Además, reconoció que las reformas económicas eran dolorosas, alertó sobre el “peligro de los sindicatos” y elogió al dictador chileno “por no estar obsesionado por expectativas políticas o compromisos populistas”. Para Hayek, que había rechazado las denuncias de Amnistía Internacional, Pinochet llevaba adelante un milagro económico. La dictadura de Pinochet había ejecutado para entonces una lista larga de secuestros, asesinatos, torturas y desapariciones. También un plan económico pionero en las teorías más extremas del neoliberalismo, que había logrado estabilizar la economía y reducir la inflación con las premisas y el apoyo de Milton Friedman, otro ilustre visitante de Pinochet.


En Buenos Aires, el Premio Nobel austriaco también fue recibido con honores. Visitó al dictador Jorge Rafael Videla en la Casa Rosada y se reunió después con Leopoldo Fortunato Galtieri, entonces comandante del segundo cuerpo del Ejército con sede en Rosario. Además habló en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y se reunió con Álvaro Alsogaray. Además le dio una entrevista a la revista Somos, un órgano de propaganda del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. El título de la entrevista fue sintomático:  “La inflación es la mayor amenaza contra la libertad”. Como Milei, Hayek podía tolerar una dictadura sangrienta si era en nombre del fundamentalismo de mercado. Era la consagración en la práctica de un principio que el austriaco había enunciado bastante antes: “La libertad a ser usada por un solo hombre en un millón puede resultar mucho más importante para la sociedad y mucho más beneficiosa para la mayoría que cualquier libertad que usemos todos”. La libertad de uno, o de unos pocos, es en realidad lo que importa. 

Ferrer señala que en Chile los nexos con Hayek había sido el ministro de Economía y Reconstrucción de Pinochet, Sergio de Castro; el ministro de Hacienda, Jorge Causas; y el entonces decano de una escuela de negocios Carlos Cáceres, que más tarde sería ministro de Hacienda y ministro del Interior. “En la Argentina, el cabildeante fue Alberto Benegas Lynch, vitivinicultor trapichero y antiguo funcionario en Washington del gobierno de Aramburu”, apunta el autor. Dos años más tarde, en 1981, el economista de la escuela austriaca volvería a visitar Santiago de Chile y Buenos Aires.

Muy poco después, Hayek se convertiría en asesor de Margaret Thatcher y sería uno de los ideólogos de las leyes duras contra la inmigración. En ese esfuerzo didáctico, a través de entrevistas y artículos, el economista preferido de Milei no dudaría incluso en señalar los efectos nocivos que, consideraba, había tenido en su juventud la llegada de miembros de la comunidad judía desde Polonia a Austria. Ferrer recuerda que Thatcher repartía los libros de von Hayek en las reuniones de gabinete. Más adelante, durante la guerra de Malvinas, el pensador que inspira al presidente argentino no dudaría en apoyar a Thatcher contra Galtieri. En una breve carta a la revista The Times, sugirió a la premier británica que lanzara un ataque militar a Buenos Aires.