Milei y el FMI sellan su destino juntos, entre presiones y motosierra

La presión de Estados Unidos sobre el FMI para aprobar un nuevo préstamo a Javier Milei expone, sin disfraces, el mecanismo de sometimiento político que viene operando desde hace décadas. Documentos, fuentes internas y gestos públicos revelan la intervención directa de Washington, el rol subordinado de Kristalina Georgieva y el destino de crisis permanente que ya empieza a perfilarse para la Argentina.

27 de abril, 2025 | 00.05

Nunca estuvo todo tan claro. Nunca, en las últimas siete décadas, en ninguna de las infinitas negociaciones que precedieron a los treinta acuerdos suscriptos a lo largo de la historia entre la Argentina y el FMI, fue tan evidente la estafa, aunque siempre estuvo allí, a la vista de todos, detrás del tenue maquillaje de la tecnocracia y el multilateralismo: la mano firme de Estados Unidos, sus propósitos, la intervención en asuntos internos de los países que asumen deudas, los mecanismos de extinción de soberanía, el destino inequívocamente fallido al final del recorrido.

Mientras la directora gerente Kristalina Georgieva se prendía en la solapa el pin de la motosierra y pedía el voto por La Libertad Avanza, la agencia de noticias financieras Bloomberg publicaba un durísimo artículo en el que informaba que ella misma había presionado a miembros del directorio del Fondo para que acompañaran la aprobación al préstamo de 12 mil millones de dólares al gobierno de Javier Milei, a pesar de las reservas que tenían respecto a esa operación. La nota también destacaba el rol del gobierno de Donald Trump en el desembolso.

“Alrededor de la mitad de los 25 miembros del directorio ejecutivo del FMI expresó serias preocupaciones sobre el préstamo de 20 mil millones” a la Argentina, reporta la agencia, “sin embargo, cuando la junta se reunió el 11 de abril en Washington para decidir, el acuerdo ya estaba prácticamente cerrado”. Que el gobierno de Milei revelara los detalles del acuerdo horas antes de la aprobación oficial fue “una de las muchas señales de que Argentina recibió un trato especial”, denuncia el artículo que cita varias fuentes en off the record.

De acuerdo a Bloomberg, hubo miembros del Board que interpretaron que el acuerdo no llegó por consenso sino por “una imposición” de Georgieva. “No creían que tuvieran la opción” de rechazar el préstamo a la Argentina. “Si bien algunos plantearon la idea de abstenerse, en última instancia los países consideraron que el costo de ir en contra de la dirección y de Estados Unidos sería demasiado alto”. La descripción deja a la directora gerente en un rol secundario, casi como si se tratara de una mera empleada de la Casa Blanca.

Esto tiene una explicación: Trump firmó en febrero una orden ejecutiva que ordena revisar la participación de los Estados Unidos en una lista de organismos multilaterales, entre ellos el FMI. El plazo para esa decisión vence en agosto. La propuesta de irse del Fondo, además, forma parte del Proyecto 2025, un plan estratégico diseñado por la Fundación Heritage que sirve de guía al gobierno. Para procurar la gracia del presidente norteamericano, Georgieva cumplió su deseo de salvar a su socio privilegiado en Sudamérica de un final abrupto y deshonroso.

Bloomberg informa que la titular del FMI “convocó a reuniones informales a los presidentes del directorio ejecutivo” para convencerlos de acompañar el préstamo. “En un almuerzo el 1 de abril, al que fueron convocados sólo el día anterior, se revelaron los 12 mil millones, junto a los detalles del nuevo régimen cambiario. Según dos fuentes, algunos de los presidentes consideraron que el almuerzo era un intento de la dirección de convencerlos de que aceptaran, a pesar de sus persistentes reservas”.

El artículo también informa que “el apoyo de Estados Unidos al préstamo a Argentina fue una excepción” ya que la delegación norteamericana, se había abstenido sistemáticamente en otras decisiones, alegando razones de procedimiento”. Entre las preocupaciones que se citan aparece la “falta de apoyo político interno al programa” que fue aprobado por decreto en lugar de pasar por el Congreso como indica la ley. También “la premura en su aprobación y las condiciones insuficientes, dada la excepcional magnitud del préstamo”.

Jugadora de toda la cancha, con tal de salvar la piel, Georgieva presiona al directorio del FMI y también al electorado argentino, con exposiciones de una grosería inusual incluso para los niveles de indecencia acostumbrados. Con pocas horas de diferencia se puso en la solapa de su saco un pin con la motosierra que representa a Milei y habló de los “riesgos” de que por de las elecciones de octubre el país se “descarrile” e instó a “mantener el rumbo”, en una intromisión en los asuntos políticos internos que no encuentra precedentes.

El escándalo fue tal que tuvo que salir a justificar sus dichos al día siguiente, pero la explicación no fue convincente ni dejó bien parado al gobierno argentino: “Las elecciones son para los argentinos, no para nosotros. Lo que hemos aprendido por la experiencia es que a menudo, antes de las elecciones, los gobiernos son más débiles en su resolución para implementar reformas. Mi mensaje fue para que el gobierno mantenga el curso”. Sobre el prendedor con forma de motosierra, por decoro, no hizo ninguna aclaración.

Ese regalo, que remite a los que usaba el clan Bolsonaro, con forma de fusil, se lo dio Federico Sturzenegger, que funciona, en los hechos, como el delegado del Fondo en el gobierno argentino. Unos minutos antes habían compartido una charla en la que el funcionario fue claro sobre el significado de la motosierra: “Argentina quiere tener superávit con un extra. Porque hay dos formas de lograr un equilibrio: reduciendo gastos o subiendo impuestos. Y Milei está muy comprometido con lograr el superávit fiscal reduciendo el gasto gubernamental y no subiendo impuestos”.

La traducción es más ajuste (sobre las jubilaciones, la obra pública, las provincias, los salarios de docentes, policías, personal de salud y administrativos) y más plata en la cuenta de los que ya tienen mucha plata, que son el único sector sobre el que se podría subir la presión tributaria. Las personas ya pagan un IVA altísimo cada vez que hacen las compras básicas y las pequeñas y medianas industrias se están fundiendo. El plan del gobierno evidentemente es profundizar la transferencia de recursos. Y el préstamo del Fondo es para financiarlo.

Hay algo que no se dice lo suficiente. La transferencia de recursos es una forma de transferencia de poder. Cuando la clase media es más robusta también ejerce más su influencia: sobre el mercado, a través de sus opciones de consumo, y sobre la política. Por el contrario, si la riqueza se concentra se concentra asimismo el poder. La influencia corporativa de las grandes fortunas en la política se agudizó también en una época de campañas electorales sofisticadas y caras por el uso de tecnologías cada vez más avanzadas y especializadas.

Esta semana el Wall Street Journal publicó un estudio que indica que las 19 fortunas más grandes de Estados Unidos acumularon un billón, es decir un millón de millones de dólares en sus cuentas sólo durante 2024, una cantidad récord. De acuerdo a este informe, la riqueza acumulada de las 19 fortunas más ricas del país fue ampliando su participación gradualmente desde un 0,1 por ciento de la renta nacional en 1981 a un 1,2 por ciento en 2023. En 2024, sin embargo, esa cifra hasta el 1,8 por ciento, lo que representa un aumento del 50 por ciento de un año a otro.

A principios de abril se había dado a conocer otro trabajo, publicado por The Guardian, que da cuenta de que en las elecciones del año pasado en Estados Unidos los super ricos aportaron una cantidad récord de dinero a las campañas. Las cien familias más acaudaladas del país desembolsaron más de 2600 millones de dólares, el doble que cuatro años antes. Siete de cada diez dólares fueron para candidatos republicanos. “El intercambio de dinero por poder que siempre estuvo escondido salió a la superficie en el segundo mandato de Trump”, dice.

Bueno, si parecen mucho 2600 millones (y lo son) hay que poner en perspectiva que en pocos años el FMI ha colaborado con casi 60 mil millones de dólares en dos campañas electorales para que ganen sus candidatos. Es algo que en su momento reconocieron el propio Mauricio Macri, que recibió el primer préstamo, por 45 mil millones, y su tocayo que negoció la parte del Fondo y el gobierno de Trump en ese acuerdo, Mauricio Claver Carone. Ahora es explícito, como una motosierra dorada en la solapa del traje de Georgieva. 60 mil millones de dólares para dos campañas.

Lo cual obliga a hacerse una pregunta que parte aguas, de ahora en adelante. ¿Quién va a pagar eso? El Frente de Todos fue una demostración de buena fe por parte del peronismo, como actor político, que algunos calificarán incluso como excesiva, sospechosa, inocente o boluda. En cualquier caso, quedó despejada toda duda de que esa buena fe no es correspondida. La Argentina, por otra parte, no se vio beneficiada por los desembolsos del programa de 2018 ni va a pasar ahora. No queda un aula ni un kilómetro de ruta ni un empleo ni sueldo digno. Nada.

Y hay que detenerse en otro detalle: la deuda es impagable. No hay forma, dentro del marco legal y financiero actual, de que el país pague alguna vez el dinero adeudado al FMI y los intereses que genera y al mismo tiempo honrar la deuda privada. Nos dirigimos hacia un futuro plagado de sucesivas crisis y renegociaciones obligatorias a la sombra permanente de un default, que nos dejarán, con cada vuelta de tuerca, más pobres y menos soberanos. 

El gobierno dice que si baja el riesgo país y vuelve a acceder a los mercados voluntarios de capital, alcanzará con pagar los intereses y ‘rollear’ el capital, es decir tomar nueva deuda para pagar la anterior. Es una quimera que no tiene sustento. Brasil, por caso, en todo 2024 colocó deuda por 4500 millones de dólares. México llegó a 10 mil millones de dólares. Argentina, hoy, sin haber emitido un solo bono nuevo, enfrenta vencimientos por 25 mil millones de dólares anuales por lo menos hasta 2031. ¿De dónde salen los dólares para pagar todo eso?

El principio de revelación se quedó sin pilas. Como un perro (real) que se muerde la cola, el gobierno no se da cuenta de que justamente por eso, porque la deuda es impagable, es que no baja el riesgo país y los mercados voluntarios no tienen tan buena voluntad como Georgieva. Hasta ahora acompañaron ilusionados por la decisión férrea del argentino y su equipo de ajustar sin contemplación para pagar sus papeles pero empiezan a comprender que si no hay dólares con la mera decisión no alcanza. Milei les habla con el corazón, ellos responden con el bolsillo.

Para peor: cada peso que sube la deuda con el FMI, acreedor privilegiado, se aleja un poco más el momento en el que los privados pueden cobrar sus bonos. El futuro pondrá en el camino aliados inesperados cuando, tarde o temprano, deba discutirse el desconocimiento de esta deuda ilegal e ilegítima, que se ejecutó incumpliendo las normas del Fondo y las leyes argentinas, por razones políticas, que no redundó en ningún beneficio para el país ni sus habitantes y, por sobre todas las cosas, que significa, en la práctica, la extinción de la soberanía nacional.