Juan Carlos Bolcich (1947-2025). El científico argentino que soñó con usar agua para impulsar vehículos

Exploró el horizonte de la tecnología para la transición energética; egresado del Instituto Balseiro, llegó a ser un referente mundial en el uso del hidrógeno

17 de noviembre, 2025 | 19.02

Corría 1997 y un físico formado en el Instituto Balseiro saltó a las tapas de los diarios: había modificado un Renault 9 para que su motor a combustión interna fuera propulsado por hidrógeno en lugar de nafta.

La sorpresa y el interés que provocó este desarrollo fue enorme. En esos días ya se conocían los efectos de las emisiones de combustibles fósiles y el R9 tenía como residuo de combustión solamente agua potable. Es más: para demostrarlo, su creador, Juan Carlos Bolcich, se sirvió el líquido en un vaso y se lo tomó.

Bolcich, una especie de Tesla autóctono, pionero infatigable que se lanzó a investigar tecnologías que recién estaban apareciendo en el horizonte de la innovación y llegó a ser un referente mundial, murió este sábado a los 78 años en la ciudad de Bariloche, donde trabajó sin descanso internándose en terrenos inexplorados.

“Sus investigaciones y experimentos lo convirtieron en una figura mundial en temas de contaminación por el uso de combustibles fósiles, calentamiento de la Tierra y la necesidad urgente de la transición energética. En 1996 fundó y presidió la Asociación Argentina de Hidrógeno y luego la Asociación Internacional para la Energía del Hidrógeno. En 1998 organizó y presidió en Buenos Aires la XII Conferencia Mundial del Hidrógeno, declarada ‘de interés nacional’. También llegó a verse con el Papa Francisco, que dejó en claro su opción por el ambiente”, afirma en un comunicado de despedida la Fundación Bariloche.

Juan Carlos Bolcich había nacido en Necochea el 27 de agosto de 1947 y, por una pirueta del destino, llegó a Bariloche para estudiar Física Nuclear en el Instituto Balseiro el mismo día en que Neil Armstrong daba el primer paso de la humanidad fuera de este planeta, el 20 de junio de 1969.

Había cursado los dos primeros años de Ingeniería en la Universidad Nacional de La Plata y resultado seleccionado con alrededor de otros 15 entre 1000 postulantes. Se casó siendo todavía estudiante,  y trabajó como conserje nocturno en el hotel Splendid para complementar su beca. Tuvo cinco hijos. 

Se incorporó al Centro Atómico Bariloche inmediatamente después de recibirse, en 1972, y allí comenzaría a trabajar en el área de materiales, especialmente en cerámicos. Obtuvo su grado de doctor en Física en 1982. Su tesis estuvo centrada principalmente en el estudio del efecto del hidrógeno en las aleaciones de circonio, de gran importancia en los reactores nucleares.

A lo largo de más de medio siglo, su interés por el hidrógeno y las energías renovables no dejó de crecer. En la primera década de los 2000, convenció a dirigentes de Pico Truncado de desarrollar allí la primera planta de fabricación de hidrógeno por electrólisis del agua [que separa el hidrógeno del oxígeno, la H de la fórmula del agua, H2O] y armó un proyecto para que todo el transporte público de esa localidad santacruceña lo usara como combustible. 

Fundada cuando se tendía la línea férrea entre Puerto Deseado y Las Heras, Pico Truncado fue durante algún tiempo un pueblito que reunía a no más de 500 personas dedicadas a la ganadería y el comercio.

Casi cien años más tarde, y ya convertida en una ciudad gasífera de 15.000 habitantes -ubicada al norte de la provincia de Santa Cruz, a 2000 km de Buenos Aires y a 60 del océano Atlántico-, protagonizaría ese singular experimento tecnológico cuando técnicos e ingenieros argentinos obtuvieron allí por primera vez hidrógeno generado a partir de energía eólica.

En las instalaciones ubicadas en el Parque Eólico Jorge Romanutti, cuya construcción se inició por voluntad unánime de la población, el entonces presidente de la Asociación Argentina del Hidrógeno completó el primer paso para la producción del gas que puede utilizarse como combustible limpio a partir de energía provista por el viento.  La planta fue la primera en su tipo en América latina, y un espacio de pruebas y de entrenamiento en desarrollos de energía renovable, además de proporcionar electricidad producida a partir de la energía eólica a un tercio de la población.

Bolcich, suerte de genio incomprendido que se adelantó a su tiempo, anticipaba que el futuro nos encontraría con sistemas de generación de energía "concentrados", como los actuales, y "distribuidos", en los que las comunidades tendrían el control. “Será algo similar a lo que ocurre en Internet -ejemplificaba-: coexisten los grandes centros de procesamiento de datos y las computadoras personales”.

El ensayo con el R9 le llevó más de diez años. Había empezado probando un motor Ford para el que desarrollaron un dispositivo para alimentarlo con hidrógeno directamente en la boca del carburador a través de una electroválvula como las del GNC. El auto completo funcionó como prototipo de demostración. Recorrió unos cinco kilómetros en Bariloche y en la ruta cercana a Necochea llegó a los 110km/h de velocidad. 

“Conocí a Juan Carlos, cuando cursó en el Balseiro y lo tuve de alumno –recuerda Conrado Varotto, una figura ineludible de la ciencia nacional, cofundador de Invap y legendario presidente de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales–. Un muchacho extraordinario.  Desde los primeros días mostró un interés enorme por las aplicaciones prácticas de los conocimientos que iba adquiriendo, siempre pensando que con ello iba a poner su granito de arena para el crecimiento de nuestro país. Desarrollamos una amistad enorme, que se mantuvo hasta sus últimos días. Fue una persona comprometida y que aplicaba los principios de la doctrina social de la Iglesia en el accionar diario. Su trabajo en las energías renovables, en particular el hidrógeno, lo llevó a ser un referente mundial en el tema. Siempre fue un entusiasta, no importaban las circunstancias, por más difíciles que fueran. El buen Dios lo ha llamado y ya está disfrutando de su amor”.

“Desde muy joven renegó por una dolencia congénita que afectaba la coagulación de la sangre, y por la que en las últimas semanas debió ser internado varias veces para recibir transfusiones y atender otros síntomas –dice en su comunicado la Fundación Bariloche–. Dejó con nosotros a su amada Maggie y sus hijos Alejandro, Diego, Bárbara, Ivana y Úrsula. A sus queridos compañeros del Rotary Club, a cientos o miles de científicos con la posta del hidrógeno, a dirigentes que creyeron en él y lo apoyaron, y a sus vecinos de la ciudad que hoy lo despide con enorme tristeza”.

Bolcich es ya una figura legendaria. Como dijo su familia: "Juan Carlos quería cambiar el mundo desde una perspectiva más humana. Que a nadie le falte casa, trabajo y alimento. El hidrógeno fue para él y siempre será un medio de energía para que la gente pueda generar trabajo, tener su casa y comida de calidad”.