El 31 de octubre de 2000 marcó un hito en la historia de la humanidad: fue el último día en que todos los seres vivos estuvimos juntos en la Tierra. Desde ese momento, alguien estuvo siempre en el espacio.
Ese día, una nave Soyuz despegó desde Baikonur, Kazajistán, con tres astronautas a bordo: Bill Shepherd de Estados Unidos y los rusos Yuri Gidzenko y Sergei Krikalev. Ellos tuvieron un destino bien especial: la Estación Espacial Internacional, que en ese entonces fue apenas un proyecto rudimentario con dos módulos acoplados.
Hoy en día, la Estación Espacial Internacional dista mucho de ser aquella estructura básica. A lo largo de los años, se amplió y transformó en un gigante tecnológico que viaja a 28.000 km/h, completando una vuelta a la Tierra cada 90 minutos. En su interior, la dinámica es peculiar: suelen trabajar siete astronautas a la vez, cada uno con estancias que varían entre seis meses y un año, viviendo en cápsulas del tamaño de una cabina telefónica. Se alimentan de comida rehidratada y se limpian con toallitas húmedas. En cuanto a sus experimentos, la microgravedad les permitió investigar fenómenos que en la Tierra fueron imposibles.
Sin embargo, la estación no es eterna. Con casi 25 años de funcionamiento, empezó a mostrar signos de desgaste, como filtraciones y fallos eléctricos. Por eso, las agencias involucradas en su gestión, como NASA, Roscosmos, ESA, JAXA y CSA, decidieron que en 2030 deberá ser retirada. Se planea que una nave de SpaceX la lleve a reentrar en la atmósfera de manera controlada, marcando así un final simbólico pero necesario.
Qué se sabe de la próxima estación espacial
Estados Unidos ya dejó claro que no estaba interesado en ser el único responsable de la próxima estación espacial. Su plan fue convertirse en un cliente más, lo que abrió la puerta a la participación de compañías privadas como Axiom Space, Blue Origin y Voyager Space, que desarrollaron nuevas estaciones en órbita baja.
Mientras que la NASA quiere concentrarse en exploraciones más allá de nuestro planeta, como la Luna y Marte, pero para ello fue vital que la investigación en microgravedad continuara, y eso ahora dependió del sector privado.
La pregunta que quedó en el aire fue qué pasará si estas estaciones comerciales no están listas a tiempo. En este sentido, China mostró que no se quedó atrás; en 2022 lanzó su propia estación, Tiangong, que desde entonces está habitada de forma permanente.
Otro gran desafío que enfrenta la exploración espacial es la creciente basura orbital. Restos de satélites y fragmentos de colisiones pusieron en riesgo las operaciones en el espacio. La ISS ya tuvo que realizar maniobras para esquivar escombros, ya que un impacto podría ser desastroso. Por eso, hubo un consenso entre expertos sobre la necesidad de limpiar este "vecindario" orbital para garantizar que el espacio siga siendo seguro para la humanidad.