Los narcos como mano de obra de “las fuerzas del cielo”: el ataque violento a una familia por su identidad política y orientación sexual

En Río Cuarto, Córdoba, Mercedes Brusa, ex presa política durante la dictadura, sus hijos y nietos -también militantes por los Derechos Humanos y LGBTIQ+- fueron atacados por un grupo mafioso por su identidad política y orientación sexual y de género. El odio que alienta el gobierno encuentra perpetradores cada vez más peligrosos.

16 de mayo, 2025 | 18.04

Esta misma semana, Mercedes Brusa estaba mirando la serie El Eternauta con su nieto más chico, en su casa del barrio Trapalanda, en Río Cuarto, cuando los dos saltaron en el sillón que compartían como si los sonidos de la pantalla se estuvieran produciendo dentro de la vivienda. “Es que ese ruido de vidrios rotos, ese estallido sonoro que viene con la violencia y trae tantas violencias vividas nos llevó directamente al ataque que sufrimos hace diez días. Esperamos que la Justicia pueda acallar ese eco”. Mercedes tiene 80 años, fue presa política después de que la secuestraran del Hospital Posadas en 1976, donde trabajaba en el área de tocoginecología. El 4 de mayo de 2025 quienes la atacaron no fueron fuerzas del Estado, como en la dictadura, pero ella sabe, como lo sabe su familia, que el Estado no está ajeno a lo que le pasó: el aliento del odio contra determinados chivos expiatorios y la retirada de sus funciones sociales, dice, son parte central del problema.

“Todo empezó cuando nos sacamos una foto familiar en el jardín central del complejo de edificios donde vive mi vieja -dice Solana López, hija de Mercedes Brusa y secretaria de Género y Diversidad del Partido Comunista a nivel Nacional-; es un barrio del Instituto Provincial de la Vivienda construido hace 30 años, aunque la población fue cambiando en la última década. Hay un grupo que, desde 2016, viene creciendo, ocupando departamentos. Se dedican al narcomenudeo y no sé si otras economías criminales. Ellos empiezan a gritarnos desde las ventanas que dan al jardín: ‘Vieja sucia, entrega a esos putitos que tenés de nietos’, entre otras cosas”, otras cosas degradantes que no vale la pena reproducir. Se referían a uno de los hijos de Solana y su novia, una joven trans. También a la propia Solana a la que alguna vez vieron con su novia.

Con los insultos, además, empezó a caer basura sobre el jardín de Mercedes Brusa, bolsas enteras que les tiraban desde un tercer piso que ella ya conocía porque no era la primera vez que la hostigaban. Mercedes fue directora del Archivo de la Memoria en Río Cuarto y es de las pocas que se enfrenta a este grupo, que ya quiso amedrentar a otros vecinos en busca de poder seguir ganando espacio en el barrio. “Nos pusimos a levantar la basura, mis hijos querían contestar a los agresores y yo les pedí que no, que se metieran adentro. Enseguida me di cuenta de que venían a atacarnos directamente. Tuvimos que correr a encerrarnos en la casa y lo logramos, pero no pudimos salvar los vidrios, los patearon a través de las rejas porque no llegamos a cerrar las persianas”, agrega Solana López.

Solana y Ernesto, los dos hijos de Brusa, son, además, integrantes de la agrupación H.I.J.O.S, la tercera generación, los nietos, también está comprometida con la militancia LGBTIQ+. La familia entera podría ser ese enemigo que tanto nombra Javier Milei y sus adláteres de las Fuerzas del Cielo -la agrupación que lidera el Gordo Dan, también conocido como Daniel Parisini- o el director de la Fundación Faro, Agustín Laje: los zurdos que se enfrentan a los “argentinos de bien” y sobre quienes, dice Laje, “hay que apuntar bien”.

Pero este grupo de atacantes, ¿tiene alguna relación con cuestiones políticas? Mercedes Brusa no los liga directamente, pero sí retoma reflexiones de Rita Segato sobre lo que sucede cuando el Estado se retira, tanto en relación a la prevención y atención a las formas de violencia por razones de género -hoy aparecieron el en boletín oficial la derogación de trece planes de prevención de esta violencia-, como a la indiferencia frente las economías criminales cada vez más amparadas a través, por ejemplo, de los sucesivos blanqueos de capitales. Segato habla de un “adueñamiento” de las mafias sobre los poderes que el Estado abandona como de los cuerpos de las mujeres y feminizados. “Acá, a pesar de la poca participación política, incluso religiosa, la gente entiende cómo este grupo bien determinado busca adueñarse, asentarse y pautar ellos una forma de vida tan distinta a la que teníamos”, dice Mercedes.

La denuncia del ataque que sufrió hace diez días la familia Brusa- López quedó radicada en la Unidad Judicial nro 3, de Río Cuarto. También intervino en su apoyo la dirección de Diversidad de la Secretaría de Derechos Humanos de Córdoba, a cargo de Elena Altamirano y a Mercedes la acompaña la Dirección Municipal de Derechos Humanos ya que vive sola y no puede evitar sentir el sobresalto de la violencia vivida aun cuando los sonidos vengan de una serie que disfruta, como El Eternauta. “Cuando vino la fiscalía al barrio -cuenta Solana-, nadie quiso hablar, salvo una vecina que tiene un hije de identidad no binaria y que no quiere cruzar la puerta de su casa por el miedo que le genera los amedrentamientos constantes”.

“Este barrio de 156 viviendas construidas para trabajadores y trabajadoras que hoy son clase media para abajo, es una parte de la Argentina, una muestra viva. Aún con la indiferencia que se siente frente a la realidad política fueron solidarios, han venido a casa, sin temor, los que no me habían dicho algo luego se animaron, sin entender del todo y sin buscar explicación”, agrega Mercedes. Esas actitudes la hacen sentir más tranquila ahora que sus hijos han vuelto a sus casas, lejos de Río Cuarto. “En lo personal, lo voy a superar, esperamos que la Justicia haga algo, aunque no ha hecho nada frente a otras denuncias de hostigamiento a vecinos. Si no será la demostración de que acompañan este odio que baja desde el poder y se esparce en estos territorios que habitamos”, concluye.