A sólo una hora de la Ciudad de Mendoza, en medio de caminos áridos y pronunciadas curvas de montaña, se encuentra un lugar que para muchos es un paraíso natural. Se trata de la Reserva Natural de Villavicencio, un refugio de vida silvestre e historia al que se puede hacer una escapada de fin de semana.
En esta zona los animales, como los guanacos, pastan en tropillas y desaparecen abajo en segundos y los zorros colorados se acercan, confiados y curiosos, a los visitantes. Mientras los cóndores sobrevuelan el cielo andino. En esta región, también se encuentra uno de los hoteles más famosos de la Argentina, pero que tienen una peculiaridad: nadie puede quedarse a dormir.
Villavicencio: el hotel donde nadie se puede quedar a dormir
A unos metros del ingreso principal de la reserva, se encuentra el emblemático hotel que lleva su nombre. Es uno de los íconos de la Argentina e, incluso, del mundo. Es que la fachada del Hotel Villavicencio es la etiqueta de un agua mineral que se embotella en el lugar.
Aunque la verdadera historia del hotel está enmarcada por la ambición, lujo y misterio. La construcción del edificio data de 1939 por orden del hacendado Ángel Velaz, quien solicitó mantener un estilo normando francés, y se inauguró en marzo de 1940. Contaba con 32 habitaciones que tenían una vista inigualable y por muchas décadas fue sinónimo de glamour y descanso.
Sin embargo, nunca llegó a ser redituable económicamente. Aunque tuvo momentos destacados como ser el alojamiento de la Copa del Mundo Argentina 1978, pero tras pasar por distintas manos cerró sus puertas. En sus últimos años había sido expropiado por el Estado mendocino como parte de pago de una deuda abultada.
En 2000, la firma francesa Danone adquirió el predio y en 2001 se declaró como área protegida. Aunque ha habido proyectos para volver a abrir el hotel, ninguno prosperó y desde entonces se abandonó la idea de recuperarlo. De todas maneras, avanzaron algunos proyectos de restauración, que permitieron recuperar el lobby y el comedor, pero no así la funcionalidad total del edificio por falta de energía eléctrica en la zona y los costos de mantenimiento.
Además, los turistas pueden recorrer la capilla diseñada por el famoso arquitecto Daniel Ramos Correa y erigida en 1941. Por otro lado, allí cerca se encuentra el Villavicencio Park, con tirolesas y senderos interpretativos. A su vez, la vieja casa de Velaz, construida en 1903, funciona como centro de recepción de visitantes. Según datos oficiales, más de 95.000 personas recorren la reserva y sostienen el 70% de los gastos de la misma.
¿Cómo es la Reserva Villavicencio?
La Reserva Villavicencio es el hábitat de 193 especies de aves, 21 de reptiles, 32 de mamíferos y 3 de anfibios. Entre ellas, está el guanaco, una especie declarada Monumento Provincial y la Jarilla Flor Provincial. Con una extensión que alcanza las 60.400, se identifican tres ambientes: Monte, Cardonal y Puna.
En esos ambientes habitan y crecen 200 especies de flora. En el monte (700 a 1200 msnm) dominan arbustos resinosos, siempre verdes. En el Cardonal (1200 a 2700 msnm) hay laderas solanas y umbrías con presencia de cardones. Y en la Puna (2700 a 3300 msnm), hay una gran amplitud térmica y allí residen, entre otros, los berros amarillos.
La Reserva y nuestra Agua mineral debe su nombre al capitán Joseph Villavicencio, quien, atraído por las puras vertientes y la belleza natural, se instaló en este prodigioso lugar en 1680. En 1835 Charles Darwin recorre y descansa en Villavicencio durante uno de sus viajes. Allí descubre, en un paraje cercano al territorio de la Reserva, el bosque de araucarias fósiles, sumando el hallazgo a sus crónicas que luego forman parte de El Origen de las Especies.
