El ambicioso Proyecto Hyperion apuesta por un viaje interestelar tripulado con una nave prototipo llamada Chrysalis, capaz de surcar el espacio durante siglos. Esta nave está diseñada como un ecosistema autónomo donde múltiples generaciones podrán vivir, reproducirse y morir, garantizando así la continuidad de la misión hasta llegar a Próxima Centauri b, un exoplaneta a 4,24 años luz con características similares a la Tierra.
Lo particular de Chrysalis es que no pretende ser un arca para salvar a la humanidad de una posible extinción, como plantea Elon Musk con sus planes de colonizar Marte. En cambio, su objetivo es funcionar como una base científica para explorar más allá del sistema solar, destinada a pioneros con vocación exploratoria dispuestos a afrontar una verdadera odisea interestelar.
Aunque esta propuesta aún es un ensayo que quizás nunca se concrete, abre la puerta a la exploración de otros mundos y reactiva el debate sobre tecnologías pendientes, como la fusión nuclear, que será clave para viajes tan prolongados. Además, la gravedad artificial es fundamental para contrarrestar el deterioro físico que provoca la ingravidez en huesos y músculos humanos durante largos periodos.
Chrysalis fue diseñada por ingenieros ganadores del concurso Hyperion y su estructura modular, inspirada en las muñecas rusas, combina áreas para vivir, trabajar y cultivar alimentos. Todo el sistema genera gravedad artificial mediante rotación, lo que recrea una experiencia espacial más parecida a la vida terrestre.
Este gigantesco vehículo espacial tiene una estructura tubular de 58 kilómetros y está pensado para un viaje sin retorno hacia Próxima Centauri b. Su parte frontal, con forma cilíndrica, sirve para amortiguar impactos de micrometeoritos y reforzar la nave durante aceleraciones y frenados.
La vida dentro de Chrysalis se organizaría en círculos concéntricos, mientras que el “Cosmos Dome”, una cúpula de 130 metros de alto y 360 de diámetro, estaría fuera de esa disposición circular y se desprendería al llegar al destino, ofreciendo la única ventana visual hacia el universo exterior gracias a sus paneles.
Se calcula que más de 1.000 personas se comprometerán con la misión, con sus descendientes continuando la tarea en un viaje que durará 400 años, dividido en siete etapas. La primera, de unas ocho décadas, consistirá en seleccionar y entrenar a la tripulación fundadora en condiciones extremas de aislamiento en bases antárticas, para forjar una identidad cultural y reglas colectivas que garanticen la convivencia.
Luego, durante unos 25 años, la nave se ensamblará en el Punto de Lagrange lunar, ubicado a 326.400 km de la Tierra, aprovechando la ausencia de perturbaciones gravitatorias y los recursos minerales de la Luna.
La gravedad artificial se recreará con la rotación para disminuir el desgaste físico y simular la gravedad terrestre. La subsistencia dependerá de sistemas cerrados que reciclarán agua, aire y nutrientes, mientras que la alimentación combinará cultivos vegetales, hongos, insectos y animales pequeños.
Tras el lanzamiento, Chrysalis tardará cerca de un año en alcanzar su máxima aceleración y luego mantendrá una velocidad crucero durante casi cuatro siglos. El espacio interior está pensado para unas 2.400 personas, distribuidas en anillos que integran viviendas, áreas agrícolas y hábitats artificiales para sostener la producción de alimentos.
Las claves del viaje interestelar del proyecto Hyperion con personas a bordo del Chrysalis
La propulsión espacial sigue siendo el mayor desafío para alcanzar destinos más allá de la Luna. Por ejemplo, un viaje a Marte con tecnología actual demora unos nueve meses, pese a estar a apenas 50 millones de kilómetros. En comparación, Alfa Centauri, la estrella más cercana al Sol, está a 4,3 años luz, y con cohetes convencionales el viaje tomaría más de 6.700 años.
Chrysalis pretende desplazarse a un 1,07% de la velocidad de la luz, unas 17 veces más rápido que la sonda Parker, que alcanza 690.000 km/h. Para lograrlo, se usaría un reactor de fusión directa alimentado con helio-3 y deuterio, aunque esta tecnología aún está en fase conceptual. Para dimensionar la diferencia, en cuatro siglos de viaje la Parker solo habría recorrido el 6% del trayecto que cubrirá Chrysalis.
Los trabajos más pesados a bordo estarán a cargo de robots y la gobernanza combinará decisiones humanas con inteligencia artificial. Para evitar conflictos por escasez de recursos, la reproducción estará regulada para mantener una población sostenible. Además, la reutilización de materiales será fundamental y la energía para todo el hábitat provendrá de reactores de fusión nuclear.
El origen de esta iniciativa se remonta a 2012, cuando un grupo de investigadores fundó en el Reino Unido la organización i4is, sin fines de lucro, que reúne expertos de distintas disciplinas para concebir una nave capaz de viajar más allá de nuestro Sol.