La importancia de enseñar la memoria en tiempos del yo: la tragedia Río Tercero en las aulas

15 de noviembre, 2025 | 19.00

El lunes 3 de noviembre se cumplieron treinta años del atentado a la Fábrica Militar de Río Tercero, Córdoba. En aquella trágica mañana de primavera murieron siete personas por la violencia de las explosiones y la cercanía de las instalaciones con la trama urbana, hubo más de 300 heridos y mutilados, miles de viviendas y barrios fueron destruidos, municiones de guerra diseminadas en las calles, más de seis mil habitantes fueron evacuados de sus hogares, y miles de vidas se vieron interrumpidas y dañadas, en términos materiales y sobre todo emocionales, hasta el día de hoy.

Lo paradigmático del caso de Río Tercero es que, si bien la justicia logró determinar en 2014, luego de dos décadas de investigación, que las explosiones fueron el producto de un atentado planificado para encubrir un entramado de corrupción y exportaciones irregulares de armamento durante el gobierno de Carlos Menem entre 1991 y 1995, y en 2021 se condenó a exdirectivos militares, no hubo espacio ni voluntad hasta la actualidad para trabajar institucionalmente con las víctimas, sus familiares, y la ciudadanía local en un proceso colectivo de memoria y reparación social y emotiva.  En estos años se iniciaron más de diez mil demandas por daños y perjuicios contra el Estado argentino.

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Esta semana se dio en ese sentido un paso institucional histórico ya que, en el marco de la Ley Provincial 11.003 sancionada en 2024 por la Legislatura cordobesa en memoria de las víctimas del atentado, se dispuso declarar el 3 de noviembre como “Día de Conmemoración y Homenaje a las Víctimas del Atentado”, y la incorporación del tema de forma transversal en la currículo oficial de todos los niveles educativos, tanto para nivel inicial, primario y secundario, así como la realización de actividades de reflexión y memoria. De hecho en 2025 fue la primera vez que un gobernador cordobés, Martín Llaryora, participó de un acto conmemorativo por este oscuro hecho de la historia argentina.

El anuncio fue realizado por el intendente Marcos Ferrer; Pablo Yannibelli, rector organizador de la Universidad Nacional de Río Tercero (UNRT); y la exdirectora de Educación municipal y actual coordinadora académica de la casa de estudios, Carolina Goñi. Dicha institución educativa, nacida como forma de “reparación histórica” por los daños que la voladura produjo, será la encargada del diseño y elaboración de los materiales didácticos que llegarán a partir de 2026 a las aulas cordobesas. Los contenidos van a contener testimonios de sobrevivientes, archivos históricos y periodísticos, documentos judiciales y producciones audiovisuales.

Mientras tanto, el Ministerio de Educación provincial deberá promover las actividades que garanticen el abordaje de lo ocurrido desde distintas áreas y con un enfoque histórico, ciudadano y de derechos humanos.  “No se trata solo de recordar una tragedia, sino de aprender del pasado para evitar que vuelva a repetirse - expresó Ferrer- que los chicos aprendan lo que ocurrió en Río Tercero es una manera de honrar a quienes ya no están y de reafirmar que la memoria también educa”. Asimismo la secretaria de Fortalecimiento Institucional y Educación, Claudia Maine, expresó en un comunicado que la “iniciativa tiene como objetivo apelar a la memoria para que hechos atroces como los de Río Tercero no vuelvan a suceder, queremos que nuestros estudiantes conozcan la historia, reflexionen y mantengan viva la memoria”.

La medida no sólo restituye una historia silenciada, sino que busca interpelar un presente donde la experiencia colectiva se ha visto debilitada, la política se vacía de sentido y las nuevas generaciones aprenden a mirar el mundo a través de la lógica algorítmica fragmentaria. La inclusión del atentado en el sistema educativo provincial quiebra el círculo del ocultamiento y la impunidad, y para ello propone que las nuevas generaciones piensen qué significa recordar lo ocurrido en un país donde las formas de la desmemoria ya no dependen solo del poder político, sino también de los modos contemporáneos de vida y percepción de la realidad.

La persistencia del dolor y la vulnerabilidad

Los efectos del trauma colectivo que fue el atentado en Río Tercero, que afectó la vida cotidiana, los sueños, recuerdos, miedos y preocupaciones, no se disuelven con el paso del tiempo. Puede que bajen los registros de intensidad y amainen las sintomatologías que aquello causó en materia de salud mental y física, pero diferentes estudios demuestran que aún hoy, a 30 años, todavía se padecen altos niveles de sufrimiento o malestar psíquico, expresado mayormente en términos de ansiedad o angustia, y la sensación de inseguridad o sentimiento de vulnerabilidad ante el riesgo tecnológico. Es que cuando una sociedad calla o niega su dolor, ese silencio se cristaliza y se convierte en un síntoma persistente que atraviesa generaciones.

Al respecto un estudio de 2015, publicada en el Anuario de Investigaciones de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba, analizó las secuelas psicológicas de la explosión y en sus conclusiones afirmó que: “El sentimiento de vulnerabilidad ante el riesgo tecnológico es una de las consecuencias provocada por la vivencia de las explosiones y está determinado no solamente por el riesgo real y objetivo de la ciudad, sino también por el hecho de haber vivido ese desastre, que develó de manera traumática el riesgo tan largamente desconocido o negado” .

El psicoanalista Sergio Zabalza subraya que la clave para procesar situaciones traumáticas es el uso de las palabras ya que proporcionan la posibilidad de “sanación del componente doloroso” de un hecho que provocó una herida, como fue la explosión de Río Tercero, y el atentado contra la integridad física y psíquica de las personas. “Las palabras, el recuerdo, son  indispensables para poder tramitar un dolor, que es un dato de entrada en la experiencia de las personas. Cómo se tramita eso, hace posible que la vida tenga más bienestar que malestar. Trabajar en este caso la explosión en las escuelas permite que los chicos cuenten con recursos para tramitar ese dolor”, explica el Magister en Clínica Psicoanalítica (UNSAM).

La educación como acto de justicia

La iniciativa de la legislatura provincial para incorporar la temática a la currícula de contenidos tiene el objetivo de poner un freno a esa dinámica reproductora de las vulnerabilidades que padecieron las generaciones anteriores: “Si bien los chicos no vivieron ese momento, sí reciben toda la memoria de una sociedad. Si esta memoria está trabajada, tramitada, cuentan con recursos para que ese dolor que se transmite de generación en generación tenga un desenlace que sea un aprendizaje. Si esta memoria está encorsetada en el silencio es nefasto, y el ejemplo típico de ello es el terrorismo de Estado – advierte el Licenciado - además se suma que los chicos tienen esta maravilla de estar menos contaminados por los prejuicios, de manera que poder charlar con ellos es también un aprendizaje para los adultos”.

Enseñar “Río Tercero” en las aulas cordobesas es una forma de impartir justicia y reparación social frente al olvido. En un tiempo donde el discurso público se fragmenta según la segmentación algorítmica de audiencias, las narrativas oficiales se diluyen en el caos digital, y las nuevas generaciones están expuestas a nuevas formas de socialización cada vez más individualista y mediada por dispositivos, el aula puede volver y debe ser un espacio de reconstrucción del lazo social. En ese contexto, la educación pública se convierte en uno de los pocos lugares donde aún es posible producir memoria colectiva, reconstruir la comunidad y pensar la historia como un acto de responsabilidad compartida. Recuperar lo sucedido en 1995 en la Fábrica Militar permite reponer el vínculo entre memoria, territorio y democracia.

Infancias y memoria en tiempos de pantallas

Las infancias y juventudes que hoy transitan las instituciones educativas no vivieron el atentado, no llevan las marcas directas de aquel dolor, no recuerdan el menemismo, ni el saberse con un otro presente al compartir experiencias exclusivamente analógicas. Su experiencia vital se desarrolla en un contexto signado por el deterioro de la convivencia democrática, por la expansión de la pobreza y la desigualdad, y por un cambio del paradigma cultural virado hacia lo digital que afecta el modo de ver y comprender el mundo. En esta generación la realidad se percibe y se interpreta a partir de la experiencia individual, la inmediatez y la visibilidad mediada: lo que no se ve, no se recuerda, no resuena o, incluso, parece nunca haber pasado.

Este desplazamiento expresa un viraje profundo: la deslegitimación de la historia como construcción social y la sustitución de la memoria colectiva por una lógica de relatos fragmentarios, autorreferenciales y efímeros. Las redes sociales y los algoritmos personalizan el mundo a medida de cada usuario, configurando una psicología digital donde la verdad se valida por coincidencia emocional más que por contraste de hechos. Esa es, justamente, una de las matrices culturales del modelo de La Libertad Avanza: un relato que desconfía de la historia, relativiza los derechos humanos y convierte la experiencia individual en único criterio de verdad.

La conducta cotidiana de estar a solas frente a una pantalla y un algoritmo que ofrece una visión segmentada del mundo se vuelve así una práctica de interpretación individual del presente. Cada persona ve un recorte distinto, un relato diseñado para reforzar sus emociones, su identidad o su prejuicio. Esta nueva psicología digital, en la que el yo se convierte en fuente y medida de toda verdad, debilita el tejido comunitario y sustituye la conversación por la autoafirmación. La vida empieza y termina en uno mismo. Y esa clausura subjetiva, disfrazada de libertad, es la negación misma de lo político.

En este escenario, recorrer colectivamente el atentado de Río Tercero en las escuelas tiene el objetivo de aprender que la historia no se escribe únicamente desde la experiencia privada, sino desde las marcas que deja lo común, y devolverle espesor político a la palabra “nosotros” en una época que exalta el yo y desconfía de la comunidad. El ejercicio permite al mismo tiempo enseñar que la democracia se construye con vínculos, con escucha, con memoria compartida, y que cada vez que la sociedad olvida, por negligencia, manipulación,  o simplemente por agotamiento, el poder real encuentra terreno fértil para volver a arrasar los cuerpos populares y repetir la historia del sufrimiento.

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Fabiana Solano

Soy Socióloga (UBA) y periodista (ETER). Intento correrme de la agenda vertiginosa para profundizar en la realidad social, la cultura y la política. Como socióloga he estudiado y escrito sobre temas como la desigualdad social, la pobreza, la exclusión y la discriminación. En la actualidad me dedico mayormente a estudiar el fenómeno de tecnologías de comunicacion, plataformas, redes sociales y sus efectos sobre la subjetividad. Como periodista he trabajado y colaborado en varios medios de comunicación como Cítrica, Kamchatka, FM La Patriada, AM530, Tv Pública y El Destape.