Historia secreta de una colección de esqueletos de simios del Museo Argentino de Ciencias Naturales

Adquirida por Florentino Ameghino para sus estudios sobre la evolución humana, entreteje ciencia, espectáculo, comercio y colonialismo a comienzos del Siglo XX

03 de julio, 2025 | 00.05

La mayoría de los que recorremos cualquier tarde el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN), en Parque Centenario, maravillándonos con las pinceladas de vida remota y actual que alberga, desconocemos la historia que se esconde tras el esqueleto de un gorila que se exhibe en la sala de Osteología Comparada. El espécimen, adquirido por Florentino Ameghino a un comerciante alemán invitado a la Exposición Internacional realizada para celebrar el centenario de la independencia, en 1910, integraba una colección de simios antropomorfos que despertó el interés del sabio probablemente porque le sería útil para hacer estudios comparados sobre la evolución humana, tema que lo ocupaba por esos días, pocos meses antes de su muerte. 

Esqueleto de gorila que hoy en día puede verse en el Museo y perteneciente a la colección Hagenbeck

Ahora, una investigación publicada en la Revista Argentina de Antropología Biológica recupera ese episodio insospechado. Firmada por Sergio Bogan, Sergio Lucero, Federico Agnolín y Agustín Martinelli (https://doi.org/10.24215/18536387e103), echa luz sobre la trama de profundas conexiones entre ciencia, comercio, discursos coloniales y discriminación racial que permearon la sociedad argentina a principios del Siglo XX.

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“El trabajo está relacionado con la historia de nuestra ciencia e involucra a personajes prominentes como Florentino Ameghino, naturalista, climatólogo, geólogo y pionero de la paleontología local y estudioso de la evolución de los mamíferos”, explica Bogan que, junto con sus colegas, explora el rol que este cumplió en la formación de las colecciones del museo guiado por sus hipótesis paleoantropológicas para las que necesitaba tener material comparativo en una época sin los avances tecnológicos actuales: “En ese momento no había información accesible para saber en detalle cómo era la mano de un chimpancé o su quinta vértebra lumbar –agrega Agnolín–. Necesitabas tener los esqueletos sí o sí”. 

Afiche del Centenario. Incluye un ferrocarril que se acerca peligrosamente hacia un indígena. Representa justamente el atropello de la “barbarie” por la “civilización”.

Hoy, con el avance de la tecnología, resultan difíciles de imaginar los obstáculos con los que había que lidiar en esos tiempos. Sin internet, realidad en 3D, inteligencia artificial y ni siquiera ediciones digitales, los museos se esmeraban por formar colecciones de anatomía comparada que permitieran describir especies nuevas. Así, Ameghino adquiere esa colección en su último año de vida, cuando estaba muy concentrado en investigar la evolución del hombre y una de sus principales hipótesis era su origen sudamericano. “El postulaba que los primeros seres humanos habían caminado por este continente –comenta Bogan–. Seguramente, necesitaba estos esqueletos para realizar comparaciones”.

Ferviente seguidor de las teorías de Darwin, Ameghino había encontrado desde joven indicios de presencia humana coexistiendo con fauna extinta (megaterios, gliptodontes) en yacimientos de Luján y Mercedes. “En las últimas décadas del Siglo XIX, este tema se debatía internacionalmente –destaca Bogan– y en cada continente había investigadores que postulaban que el origen de la humanidad se había dado en esa parte del planeta. [En ese contexto] Ameghino fue un notable exponente de la idea de un origen sudamericano para diversas faunas y linajes de mamíferos. Era una personalidad de estatura internacional, [sus obras] se leían y discutían en Europa y en América del Norte. Aunque hoy sus propuestas puedan parecer absurdas o forzadas, en ese momento eran muy debatidas en todo el mundo”.

Hay que tener en cuenta que los hallazgos de los primeros fósiles de Homo sapiens fueron posteriores. “En ese momento los europeos estaban proponiendo que el hombre se había originado en Europa, los asiáticos, que se habían originado en Asia… Solo había fragmentos de fósiles de Neandertal y algo de Homo erectus. Y muy incompletos, apenas una calota [bóveda craneal]”, aclara Agnolín.

El Pabellón del Centenario. Aún se encuentra en el barrio de Palermo, en un predio entre la avenida Bullrich, la calle Cerviño y las vías del ferrocarril Mitre, donde también se encuentra un supermercado

Lo singular es cómo llegaron esos esqueletos de simios antropomorfos a estas costas. La persona que los trajo se llamaba Carl Hagenbeck, empresario alemán de Hamburgo vinculado con la importación y exportación de animales desde 1874. Fue invitado a los festejos del Centenario para montar una especie de circo o zoológico con espectáculos; lo hizo en un gigantesco espacio en los terrenos de la Exposición de Ferrocarriles y Transportes Terrestres, en Palermo, y se convirtió en una de las atracciones más exitosas del evento. Lo más impactante es que entre ellos había números ‘etnográficos’ protagonizados por personas de distintas etnias que “actuaban de sí mismos” para el público. “Hagenbeck era conocido como uno de los comerciantes más importantes de ‘zoológicos de personas’ y exhibiciones de ‘pueblos exóticos’, como indígenas de Somalia e indios malabares de la región de Madras, que fueron un éxito rotundo en la Argentina”, relata Bogan.

Carl Hagenbeck e hijos

Por supuesto, hoy, estas actividades serían inadmisibles. “Mucha de esta gente era secuestrada –destaca Agnolín–. Les hacían firmar papeles a individuos que ni no conocían el idioma ni adonde los llevaban". Por eso, la interpretación de los investigadores es que la invitación a Hagenbeck revela el deseo de la clase gobernante de 1910 de mostrar similitudes con la sociedad europea y una cierta superioridad. “La Argentina quería mostrar, tal como lo hacía Europa, las costumbres exóticas de otros pueblos que se estaban extinguiendo. También era una manera de decir 'nosotros somos europeos', en una época de mucho poder económico en el país. Al menos en una pequeña proporción de la población”, afirman. El propio emblema de la exposición, en el que se observa un nativo que está a punto de ser arrollado por “el tren del progreso”, ilustra esa visión de época.

Sin embargo, estas exhibiciones alimentadas por las redes coloniales europeas no eran meros espectáculos, son parte de una historia oscura que ayudó a "cimentar una visión jerárquica y racializada del mundo, replicada luego en la literatura y el cine". La figura del gorila gigante en King Kong (1933) condensa muchos de estos imaginarios, dicen los científicos: “El simio como símbolo del 'otro' salvaje, objeto de fascinación y temor colonial”. La empresa de Hagenbeck también se ocupaba de la taxidermia de gorilas, las primeras en mostrarlos como "criaturas salvajes gigantes que se exponían en los muestras coloniales de cacería de Alemania para fomentar la matanza de esos animales que eran considerados salvajes, al igual que las personas que vivían en esos países".

A pesar de su popularidad, mucha otra gente se oponía a estas exhibiciones. Lo que en un principio tuvo una excusa antropológica, finalmente se reveló como más que nada una operación comercial. Para los científicos, la colección de esqueletos de simios, adquirida por Florentino Ameghino en 4.500 pesos moneda nacional en octubre de 1910 no solo tiene valor anatómico. Es también testigo material de una época donde el coleccionismo científico se entrelazaba con la lógica colonial. Con el paso del tiempo y los cambios de paradigma en la antropología –sobre todo tras la refutación de la hipótesis del origen autóctono del hombre americano–, las colecciones de simios y los estudios craneométricos comenzaron a perder centralidad.

El entonces director del Museo, Florentino Ameghino. Comparando cráneos humanos y de grandes simios.

Hoy, la colección Hagenbeck sigue cumpliendo funciones científicas y didácticas dentro del MACN. Sin embargo, su complejo contexto histórico había sido cubierto por las brumas del tiempo. La investigación nos recuerda que "el patrimonio no solo es preservar objetos: también cuenta historias profundas sobre la manera en que se pensó –y aún se piensa– la ciencia en nuestro país y la región”, explica un comunicado del MACN. 

Estos empresarios estaban insertos en una matriz internacional de comercio. “Hagenbeck, antes de vender estos esqueletos de simios, le había proporcionado más de 100 animales a Eduardo Holmberg, primer director del Jardín Zoológico de Buenos Aires. Las primeras jirafas y elefantes que hubo acá fueron comercializados a través de su empresa, que continúa operando hasta hoy. De hecho, su archivo histórico fue clave para desentrañar este episodio, incluyendo el folleto de 32 páginas de la exhibición del Centenario que hablaba específicamente de los primates”, cuenta Bogan.

“Nos pareció interesante recuperar esta historia que era desconocida incluso para nosotros y que llama a repensar esas prácticas”, concluye Agnolín.