Hizo una canillera con un balde y 6 años después su diseño le llegó a Messi: la historia del chico que apuesta a la solidaridad sustentable

Tomas Machuca, un chico de un barrio humilde de Rosario, se fabricó unas canilleras después de una grave lesión que lo alejó de las canchas. Ese incidente dio luz a un proyecto que hoy fabrica 40 mil canilleras por mes con tapitas de gaseosas recicladas, para todos los equipos del futbol argentino y el exterior. ¿Cómo nace una empresa que además dona a clubes de futbol de todo el país y llegó desde la pieza de un adolescente a Messi, Agüero y De Paul?

27 de agosto, 2025 | 00.05

Para evitar una amarilla, Tomás Machuca (23) le dio luz verde a su ingenio. Criado en Santa Fe, en el Barrio Republica de Rosario. Zurdo, veloz y habilidoso, soñaba con triunfar como futbolista, para ayudar económicamente a su familia, pero las cosas no iban a salir como esperaba. A los 17, estaba jugando en ligas regionales, cuando una patada artera sería un quiebre no sólo de su canillera, sino de su destino. “Me las rompieron en dos y en casa no había plata para comprar nuevas, así que, si quería no comerme una Amarilla el próximo sábado, tenía que ingeniármelas”, recuerda el jóven empresario en charla con El Destape. En ese momento no podía prevér que ese golpe y su creatividad con algo tan simple como un balde iba a desencadenar en un emprendimiento sustentable que hoy fabrica 40 mil productos por mes, que se convirtieron en equipamiento oficial en al menos 64 clubes y que llegó hasta a Lionel Messi

A los 17, estaba jugando en ligas regionales, cuando una patada artera sería un quiebre no sólo de su canillera, sino de su destino. Cortó un balde viejo con una sierra y le dio forma con un secador de pelo de la abuela, para que se adapte a la pierna. Luego, en el cyber del barrio, imprimió una foto de su familia en Paint, para personalizarlas y las llevó al próximo partido. “A mis compañeros les coparon tanto que querían un par, pero yo no me animaba a decirles que las había hecho en casa, así que les dije que me las había hecho traer de Buenos Aires”, reconoce.

Al tiempo que agrega: “Ellos insistían en que se las consiga, y la mentira ya no la podía sostener. Además, me daba cuenta que me estaba perdiendo una oportunidad de negocio. Yo ya estaba en esa edad que tenía que pensar qué iba a hacer de mi vida, entonces decidí darle foco a esa idea. Hablé con un amigo (Dylan, su mejor amigo de la infancia) que hacia mesas plegables con pallets de madera, y empezamos a ver de qué forma la podíamos vender. Comenzamos con Facebook, Market Play, MercadoLibre, por todas las plataformas disponibles. Yo tenía muchos amigos del fútbol y eso nos ayudó”.

Así nació Fenikks, no solo como un proyecto autogestivo, sino como una forma de re- inventarse, de no quedarse con el sueño del futbolista trunco y buscar nuevos horizontes “Lo que nunca pensamos es lo que pasaría después”, dice Machuca, al tiempo que desmenuza: “Empezamos siendo dos locos que se juntaban de las 2 de la tarde a las 8 de la noche en mi habitación a cortar baldes y tubos de PVC y hacer canilleras con imágenes para vender a la gente y hoy realizamos 40 mil pares por mes, somos las canilleras oficiales a más de 64 clubes, en siete países distintos y somos 12 personas trabajando de forma permanente”.

Pero lo interesante de este proyecto no es solo el de un emprendedor que le va bien, sino que retroalimenta y genera un círculo virtuoso de solidaridad y sustentabilidad.  “Primero íbamos a las construcciones a manguear caños de PVC y baldes viejos, pero cuando agotamos eso, pensamos en otra opción: las tapitas de gaseosas”.

En ese momento se trasformaron en una empresa de triple impacto. Se necesitan 40 tapitas para hacer una canillera, que ayudaba al reciclaje y evitar la contaminación. Pero, además, por cada canillera que vendían, donaban una a un club de barrio, en el que crean un punto de recolección (cada club juntan 10 kilos de tapitas por mes). Trabajan en 7 puntos de Argentina, Buenos Aires, Mar del Plata, Santa fe, Córdoba, Tucumán, La Plata y Chaco.

Vivir del futbol de todos modos

Esa metamorfosis de futbolista juvenil a un emprendedor repercutió en varios chicos de inferiores que se sintieron identificados con la historia de Tomás. “Empezamos a hacerle canilleras personalizadas a los jugadores de selecciones juveniles y a punto de debutar en primera como Lautaro Blanco, Juan Sforza y Simón. Trabajábamos en un producto flexible que se amolde a la pierna y no sea rígido como pasa a veces”, recuerda.

¿Pero en qué momento logró pasar del mundo del futbol amateur a trabajar con todos los equipos de la Liga Argentina y la Copa Argentina? Apareció su majestad, Leonel Andrés Messi y su arte de la viralización infinita, tan efectiva como un tiro libre al borde del área.

“Primero-amplia- tratamos de llegar a Agüero, la verdad sin demasiada esperanza. Le escribimos a alguien de su equipo del Kun FC, con el que competían en la Kings League (Torneo de fútbol reducido internacional, patrocinado por dos Campeones de mundo como Pique y Casillas). Cuando se enteró, se copó, nos invitó a un Streem y nos pidió canilleras, pero con la condición que se la vendamos, no que se las regalemos”.

Después de lo de Sergio llegamos a las zonas mixtas de los partidos de la selección y en el partido contra Chile se la dimos a Lio y a De Paul, que les encantaron, y eso permitió un viralización infinita”, completa.

"Ahí nos dimos cuenta que habíamos construido una marca"

Cuando comenta lo de Messi y Agüero, Tomás hace una pausa. Cierra los ojos, afina la vista y vuelve el relato un poco para atrás. “Aunque la verdad, haciendo memoria, ya en diciembre del 2022, con un video que se llamaba  “¿Será que se puede emprender desde un barrio humilde?”  en el que contaba mi historia, medio que se empezó todo a descontrolar”.

Y recuerda: “Ese video tuvo enseguida 4 millones de reproducciones. Nos escribían de todos lados. Nosotros justo estábamos haciendo el lanzamiento del primer modelo que teníamos y logramos que se vendieran en menos de 2 días, fue una locura. Ahí nos dimos cuenta que habíamos construido una marca, esa historia que buscábamos formar realmente tenía un lugar”.

Siempre que puede Tomás agradece no solo su contexto, sino su familia y lo grafica con una anécdota: “En un momento, con mi hermano queríamos unos botines nuevos. Yo tenía 14 años. Recuerdo que para unos Reyes mi papá apareció con un metegol y nosotros dijimos, `¿qué hacemos con esto? ¿Le sacamos el calzado a los muñequitos?´. Y él nos contestó: `No, van a sacar el metegol a la puerta y van a alquilar 10 pesos los 10 minutos y con eso se van a comprar lo que ustedes quieran´

“Primero desconfiábamos, pero terminamos comprando botines, medias, pantalones, remeras. Todo gracias a la idea de mi viejo, pero principalmente a la lección que nos había dado de ver un poco más allà”, subraya

Hijo de un verdulero y una ama de casa, Tomás hace siempre eje en que vio a sus padres sacrificarse toda la vida para que tenga la mejor educación posible y que esos ejemplos lo ayudaron a escapar de las “malas decisiones que a veces se toman en la calle”.

La protección de la familia

“Cuando me preguntan por qué algunos pueden trascender en un proyecto y otros no, digo que obvio que siempre se puede y que hay que intentarlo, pero que nosotros tuvimos la suerte de ser parte de una familia donde el ejemplo nunca faltó y tampoco un plato de comida o una ducha caliente. Otros no pueden esperar a que un proyecto se consolide, como el nuestro”, explica.

Y completa: “Fui un afortunado del contexto familiar que tuve en el barrio de que crecí. Tanto mi viejo como mi vieja siempre estuvieron para mí en todo lo que todo lo que quise, todo lo que lo que fui haciendo. Me ha tocado conocer realidades de amigos muy cercanos que quizás no tuvieron la misma posibilidad y eso se terminó transformando en un obstáculo para que hagan lo que ellos quisieran, ¿no?”.

Hoy Tomás da charlas y conferencia en el que invita a los oyentes a “desarrollarse en lo que deseen y no crean que recibir un “no”, no es también avanzar, si te seguir moviendo”.

“Hay veces en las que idealizamos lo que se necesita para arrancar algo. Y yo arranqué menos diez. Literalmente con un balde, herramientas de mi papá y un secador de pelo de mi abuela que se lo quemé”

“No siempre va a aparecer un inversor que te compre un pedazo de la idea, pero ¿por eso te vas a rendir? Nosotros estamos todavía construyendo un camino, en el que vamos aprendiendo. En algún momento me gustaría aprender algo de Marketing, para agregarle otro tipo de preparación a lo que nos dio la experiencia, pero hoy los tiempos se me complican”, dice.

Cuando se le pregunta si tiene aquellas primeras viejas canilleras, sonríe. Otra vez afina la mirada, como buscándola en su recuerdo y en un lugar la encuentra “Si, claro. Está bien guardada, con ella empezó todo. Bueno, en realidad con una patada”, cierra.

Aquella canillera (infinitamente más imperfecta que las que hoy hacen en serie para todo el país) probablemente haya sufrido con el tiempo y el sudor, el desdibujo de la imagen de la familia en Paint. Aunque si buscás bien, ahí está. Custodiando las piernas que siguen andando.