Con el explosivo éxito de El Eternauta en formato serie, el concepto “lo viejo funciona” se transformó en un axioma viral. El artista plástico Lucas Stoessel lo experimenta desde hace siete años cuando comenzó a transformar el frente de su casa en OBOPOP (Objeto de Botonera Obsoleta con Perillas o Palancas) a esta altura convertido en una atracción turística. Moldeó en la fachada de su vivienda en el Pasaje Cisne de Saavedra una obra de arte a partir de unos 200 artefactos de tecnología de los años ’80 y ’90: walkmans, discmans, teléfonos fijos de discado y de botonera, primeros modelos de computadoras personales, televisores de tubo, calculadoras y máquinas registradoras, entre tantos productos que cubren los siete metros y pico de ancho de pared.
Stoessel vivencia que “lo viejo funciona” cuando un cartonero detiene su marcha y lo felicita. “Amigo, esto es una obra de arte”, le reconoce. Al pintor lo emociona que alguien urgido por llevar el pan a su casa, se permita detener su marcha con el carro para apreciar su creación. “Lo que genera OBOPOP es transversal a generaciones y a situaciones económicas. Vienen desde chicos de 4 años de jardines de infantes hasta contingentes de jubilados. Madres con sus chicos a los que les explican que en la videocasetera antes se veían películas, que se alquilaban y a las que había que devolver rebobinadas. Vienen grupos de turistas en el marco de excursiones para apreciar el arte urbano”, cuenta y se reconforta.
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Al calor de las reacciones de la gente, Stoessel renueva su obra. A veces se pone a charlar con el público que se para frente a OBOPOP desde alguna de las dos ventanas de un primer piso que también dan a la calle: la de su habitación o la que utiliza para dar clases de pintura y para trabajar en sus cuadros. Una vez un joven le dijo que armó “un museo de viaje en el tiempo”. Al día siguiente esa frase ancló en la pared a partir de desarmar un viejo teclado de computadora. “OBOPOP es una obra que la hago con la comunidad. La gente es espectacular, te agradece, se ríe. Jamás viví esas sensaciones con mis pinturas”, explica.
El surgimiento de OBOPOP
En 2018 Lucas se decidió a tirar de una buena vez objetos en desuso como un walkman y un discman que ya no utilizaba. Los puso en una bolsa y salió a la calle decidido a dar el paso. Pero algo lo frenó. “Calculo que es una suerte de apego emocional con lo que era importante para mí en la adolescencia”, interpreta. No se convenció y los volvió a entrar a la casa, pero se juramentó darle algún tipo de funcionalidad. Entonces vio su discman azul y se le disparó la idea de “un portero eléctrico espacial”. Lo pegó arriba del timbre y dibujó una flecha. La primera alumna que llegó a su clase de pintura, en vez de tocar el timbre, apretó el discman, que expulsó un CD. “No lo podía creer. Le pregunté cómo no tocó el timbre como siempre, no podía creer lo que se había generado. Ese fue el comienzo”, relata.
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Entonces los objetos que estuvieron a punto de ir a la basura, terminaron pegados a la pared. Cuando empezaron a robarse algunos, más por el valor del cobre o algún otro material, empezó a amurarlos. Su madre se enganchó con la propuesta e hizo su aporte de artefactos viejos. Lo mismo algunos vecinos. “Hasta que un día, un chico Nahuel, vino con su papá y trajo una máquina de fotos de su abuela que había muerto hace poco y que quería que estuviera acá para que cada vez que pasara se acordara de ella. Fue muy fuerte. Me convencí de ir hasta el final con la idea”, marca el punto de inflexión.
Ahí fue que lo bautizó como OBOPOP para que la gente no lo llamara “la casa de los cosos viejos o de los cachivaches. Flasheé MoMA”, se ríe en referencia al Museo de Arte Moderno de Nueva York.
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Stoessel nunca tuvo necesidad de comprar nada. “La gente trae sus cosas. Explotó con la pandemia cuando con tanto tiempo encerrados cada uno en su casa empezó a acomodar un poco y activó el descarte. Muchos me las acercaron a mí”, detalla.
Una vez avanzada la creación, se puso a buscar si había antecedentes a su obra en otras partes del mundo. “Estaba convencido de que algún chino ya la debía haber hecho. Hay gente que tiene cosas viejas, por ejemplo, mi cuñado, las tiene como decorado en su garaje. O en algunos bares. Pero siempre adentro. Lo mío fue distinto porque es en la calle. Y no encontré ninguna obra parecida a Obopop. Todavía no lo puedo creer”, se sorprende.
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Lucas Stoessel, el eternauta
En su oficio de pintor, Stoessel también creó un estilo propio. “Hago pinturas a partir de sacar fotos, luego imprimirlas en varias A4 con las que busco respetar alguna proporción de realidad y luego las lleno de color, con estilo muy expresionista. Es otro invento mío”, enumera.
Lucas también es actor. “Por lo general lo que hice fue publicidades”, aclara. Pero en la pandemia, junto a la creación de Obopop, tuvo una particular ocurrencia. “Agarré un mameluco blanco, una máscara, me vestí y me fui al supermercado chino. Generé una conmoción. Algunos se reían, otros se asustaban. Evidentemente, mis antiguas lecturas de El Eternauta, en una situación como la que nos tocó vivir con la pandemia, apocalíptica, me inspiró”, recuerda.
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Del proyecto de la serie, se enteró a través de una alumna que es maquilladora y que trabajó en la producción. “Me contaba cómo hacían la nieve. Me pareció genial la iniciativa. Cuando la vi me enganché a full. Lo viejo funciona. Si lo sabré yo con OBOPOP”, asocia.
Desde la obra que instauró en la fachada de su casa, Stoessel celebra “cierta vuelta a la acción física, a tocar, a la materialidad, que rompe con la vida scrolleada de hoy. Acá por ejemplo viene una señora y se trae una hoja y se pone a escribir una novela en una de las máquinas que tengo, aprieta botones, juega. Se cruza la acción física, con la mecánica de las cosas viejas, con conectar más con lo real”.
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Termina de charlar con El Destape y Lucas Stoessel vuelve a su casa donde trabaja sobre muebles que algún vecino tiró. “Los restauro, les doy nueva vida”, puntualiza. Lo mismo que hizo con la tecnología vieja a la que resignificó con OBOPOP.