Detrás del escritorio, la foto de un mural colorido colma el laboratorio del CEPAVE (Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores) donde trabaja Mariané Mañez, doctoranda del CONICET en Ciencias Naturales. "Es la boa curiyú, y aunque no lo creas está con la cigüeña más grande de América detrás", comenta la médica con una sonrisa. Aunque su modestia hace que pase desapercibido, su rol en el estudio de las serpientes fue clave para un trabajo sobre estos animales que se llevó adelante en colaboración con la comunidad formoseña y que aportó datos no conocidos sobre los ecosistemas de los humedales argentinos.
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“Con el programa Curiyú trabajamos, entre otras, con la comunidad del paraje Fortín la Soledad que vive de la naturaleza al pie del 'Bañado La Estrella', el segundo humedal más grande de Argentina. Por ello es esencial saber el estado de los animales que los rodean. Sobre todo de la boa con la que contactan cotidianamente."
La colaboración con las comunidades fue esencial para su trabajo, inclusive desde lo logístico. Los habitantes las capturan para que luego los investigadores las analicen. “Nos ayudan en la recolección de las serpientes y nosotros a ellos", enfatizó la científica, quien contó hasta qué punto fueron indispensables:, “A veces, incluso, usamos la casa de algún miembro de la comunidad para quedarnos y hacer nuestros análisis. Ya nos conocen y eso no solo es lo bueno, sino lo lindo; te esperan con mate, con tortas fritas, te invitan a comer."
Si hay algo más imponente que la boa curiyú -Eunectes notaeus-, con su color amarillo mostaza con vetas marrones, es el paisaje de altas palmeras y grandes surcos de aguas por donde pasan yacarés, osos hormigueros, coipos, y lobitos de río entre otros.
"El humedal es nuestra oficina cuando no estamos en Buenos Aires. Mucha gente nos dice que es muy parecido a Iberá, aunque no conozco”, cuenta tímidamente Mariané. “Es un lugar hermoso que hay que conservarlo, por eso pongo todo mi trabajo allí. Espero que a medida que vaya creciendo el turismo no le genere un gran impacto. La diversidad de aves y otros animales es enorme. ¡Tendrías que conocerlo!", agrega.
Con un mapa que tiene en su teléfono marca el recorrido al humedal. "Para llegar al Fortín La Soledad se debe agarrar la ruta 32 que es de tierra. Se llega en auto con más o menos dos horas desde Las Lomitas.”, explica.
Se ceba un mate en su escritorio, saca una libreta de apuntes, y enumera casi sin leerla como si la conociese de memoria: "Unos diez días estamos allí. Les tomamos muestras de sangre -a las boas-, evaluamos enfermedades infecciosas y parasitarias, las pesamos, las medimos y determinamos el sexo. La comunidad las captura para que podamos trabajar y hacer los estudios necesarios."
Cuando los habitantes salen a hacerse de recursos las ven en el Bañado, en unas estructuras vegetales que se llaman champales. Generalmente, en días que está medio fresquitos porque "los reptiles son ectotérmicos, por ende no pueden regular su temperatura corporal, y necesitan del sol para entrar en calor", explica la experta. Y con las manos abiertas confiesa: "Obviamente que no todas las agarran, a veces se escapan. He salido con ellos, nos escuchan o nos ven y se tiran al agua. La perdiste. Es un espectáculo.”
"La comunidad subsiste de la naturaleza. Y nuestra intención es poder ayudar a ambos"
Mirando un cúmulo de libros y marcando con una de sus manos agrega: "No deja igual de tener riesgos; como todo animal tiende a defenderse y morder. Que si bien no son venenosas, puede doler, y sangrar por supuesto." "La comunidad subsiste de la naturaleza. Y nuestra intención es poder ayudar a ambos", refiere mostrando de la galería de su celular una foto del paraje.
"Hemos encontrado ciertos parásitos que por el momento son perjudícales para los animales, aunque te sorprendería que en cautiverio ha hecho bastante daño. Pero en silvestría, los parásitos, viven en equilibrio con el organismo". A lo que comenta, “A las comunidades les sugerimos que se pongan guantes cuando manipulan animales. Ya que algunos viven del cuero u otros recursos naturales. Son importantes las medidas de bioseguridad que les proponemos, como también higienizarse las manos y la limpieza de superficies de trabajo con lavandina."
Este, sin embargo, no fue el plan inicial de la investigadora. “Mi plan de carrera era más simple. Me voy encontrando con todo un mundo por estudiar. De enfermedades infecciosas estoy buscando leptospira -una bacteria-, que he tenido resultados positivos; más o menos un 40% de las muestras son positivas. Luego están la chlamydia, y mycoplasma -unas bacterias sin pared- que aún nos encontramos evaluándolas. Las tres que son potencialmente zoonóticas -tienen riesgo para los humanos-", admitió.
"Hemos hecho un lazo con la comunidad que incluso buscan ellos mismos cuando ven que hay algo de interés. Por ejemplo, un año quería buscar garrapatas porque había encontrado un hemoparásito; era esencial para mi buscarlas y con ello ver si se transmitía por este medio". Y riendo agrega, “Mientras estaba trabajando venían y me traían los perros con las garrapatas, un pescado porque le vieron un parásito, el cuero de un animal que tenía garrapatas también para que las pueda estudiarlas. Hay un compromiso con el trabajo que se hace y el beneficio que puede traer."
Una gran fauna rodea al lugar, y si bien se dedican a las boas, no dejan de admirar la belleza a su alrededor.
"En los campales es donde anidan el jabirú, las cigüeñas, que es una de las aves emblemáticas de la zona. Se pueden ver cantidades y cantidades de animales. Con decir que circulan yacarés". Aunque lamentándose comenta: “Tengo la mala suerte que todas las veces que fui al bañado, a veces porque estoy trabajando, o procesando muestras, no pude ver muchos. Pero... unos compañeros de laboratorio, el día que quedé procesando las muestras, salieron un rato al agua, y me contaron de un montón de yacarés. ¿Podes creer?". Y ríe sacudiendo su cabeza de lado a lado.
Es evidente que su viaje y la gente la han marcado en su vida. La calidez de sus palabras y recuerdos agregan aún más a su estudio de serpientes.
"Me acuerdo de Laudino Santillan, para todos Don Pinto, y lagrimeo. Era alguien de los que más nos ayudaba a nosotros. Muchos años fueron compartidos con el proyecto. Incluso la fundación lo tenía categorizado como parabiólogo porque era uno de los que siempre nos asistía y sabía los procedimientos. Hace unos meses falleció... me golpeó bastante; era un amigo para nosotros", comenta Mariané sumida en los recuerdos.
Cierra su libreta, la guarda en el cajón de su escritorio y pensativa concluye: “No hay mucho trabajo sobre parasitología y enfermedades contagiosas de serpientes en Argentina. Por eso sirve cada paso. Y ahora arrancamos con otro proyecto, “Rutas Vivas”, del becario Damián Fortunato, que es parte de su investigación doctoral en la sección del herpetológica del Museo de Ciencias Naturales de La Plata registrando los reptiles atropellados en algunas rutas costeras de Buenos Aires. Aprovechamos esas muestras y buscamos parásitos. Ayer he visto que informaron haber encontrado un lagarto overo. Hay mucho por hacer y por delante.”
